José Amícola es pionero en revalorizar y difundir la obra de Manuel Puig. La autoría de libros como Manuel Puig y la tela que atrapa al lector (1992) y Homenaje a Manuel Puig (1994) y de la exhaustiva edición crítica de El beso de la mujer araña (2002) lo elevan como uno de los académicos más prestigiosos y referente insoslayable para analizar el legado del escritor que partió en dos a la literatura argentina.
–¿Qué lugar ocupa Puig en el panorama literario argentino y en qué radica su excepcionalidad?
–Cuando Puig aparece, ya desde hacía unas décadas había la necesidad de poner en entredicho la preceptiva y supremacía monolítica de Borges. Cualquier análisis literario hacia 1950 tiene a Borges como centro. Todos los que vinieron después de Borges tuvieron que cargar con ese peso. Bioy Casares pegado a Borges, y Cortázar poniendo océano de por medio son intentos de solucionar la disyuntiva de la admiración y cercanía al maestro. Cortázar y Bioy nacieron en 1914. Puig nació quince años más tarde, y para ese entonces Borges había colonizado de tal manera la literatura argentina que casi no parecía posible otra alternativa. Nadie se atrevía a desbaratar los carriles que había asentado. Por eso a Puig le fue tan difícil independizarse y fue tan incomprendido. Puig tiene una teoría implícita que deja de lado a Borges y representa la apertura de un nuevo derrotero.
–¿Qué cuestiones introduce?
–La gran novedad con respecto a la literatura anterior tiene que ver con la cuestión del género y la combinación de la sexualidad y la política. Cualquier antecesor de Puig lo hizo siempre lateralmente, como francotirador, sin caja de resonancia. Puig trabaja con la obsesión por la asimetría de género. Desde La traición de Rita Hayworth, Puig percibe que en su pueblo hay una aparente simetría de dos opuestos que se atraen: lo masculino y lo femenino, y una minusvalía ligada a lo femenino que la sociedad oculta. Se habla de sexo débil, pero se supone que las dos mitades son cincuenta y cincuenta. Lo que evidencia Puig es que todo lo que hace la mujer vale menos. A partir de ese momento no deja de elaborar su obra con ese punto de base.
–¿Cómo aparecen esos tópicos en The Buenos Aires Affair?
–Ahí está entrelazada la cuestión del sadomasoquismo, la cursilería y la asimetría de género. En The Buenos Aires Affair, Puig desnuda que la sexualidad también está jerarquizada. Hay una persona dentro del acto sexual que tiene las riendas en la mano. En la mayoría de los casos, es la mujer la que lo sufre. Y eso tiene su correlato dentro del mundo de la sexualidad intermasculina: en la pareja de los hombres ocurre lo mismo. Hay una jerarquización de la sexualidad entre el llamado y supuesto rol activo y el supuesto rol pasivo.
–Sin embargo, Borges había señalado lo mismo en “Nuestras imposibilidades”.
–Hay mucha tela para cortar pensando a Borges y a Puig como contrapunto. La sexualidad de Borges siempre es una cosa subterránea y nunca expresada. En Puig sale a la luz desde el primer momento.
–¿Cómo fue su encuentro con Puig?
–Conocí a Puig en 1981 en Gotinga (Alemania), en el marco de un seminario sobre su obra con estudiantes alemanes. Tuve la posibilidad de pasear con él y tirándole la lengua me contó que Pubis angelical nació como residuo de lo que le había quedado en el tintero en El beso de la mujer araña. Si en El beso de la mujer araña hay un hombre sometido y otro ideal de varón, de macho, en el principio de Pubis angelical hay una mujer sometida.
–Afirma que Pubis angelical es una obra radical, ¿por qué?
–Pubis angelical no fue comprendida en su momento porque las feministas la consideraron terriblemente machista o que no definía bien las cosas. Yo creo que Pubis angelical es la primera y tal vez única novela que, desde la ficción, se mete con el tema del sometimiento de la mujer, resolviéndolo o no, pero tratándolo. Sigue siendo una obra pionera. Es un trabajo que puede abrir caminos para el feminismo y debería trabajarse en cualquier encuentro feminista. En Pubis angelical se estipula que la mujer, para no caer bajo el peso del varón, debe dedicarse a la abstinencia sexual, renunciar al pene, como se enuncia desde el título. Eso es discutible, claro, pero es una idea dentro del feminismo para combatir esta asimetría de predominio de lo fálico.
–Quedó pendiente la cuestión de la sexualidad y política que había enumerado.
–Puig combinó sexualidad y política como ningún otro autor. En Cortázar esa combinación es poco natural y desequilibrada. En Libro de Manuel aparecen como en paracaídas. Puig hizo un ensamblaje artístico más convincente.
–En la edición crítica describió El beso de la mujer araña como “la disputa de mundos opuestos en el estrecho espacio de una celda”. ¿Cuáles son esos mundos opuestos?
–En El beso…, Puig hace dialogar entre sí la década del cuarenta con la del setenta. Hace un encuentro entre imposibles, entre personalidades dispares como María Félix y el Che Guevara. Los mundos de los personajes principales, la marica Molina y el guerrillero Valentín, son mundos estereotipados. Lo que le interesa a Puig es la confrontación y luego la fusión de los dos universos. Eso se logra a partir del acto sexual luego de una maduración de ambos personajes que les permite bajar las barreras aparentemente infranqueables. El acto sexual deviene confluencia anímica, espiritual y de comprensión del otro. En la primera parte de la novela cada uno está abroquelado en su posición de marica y agitador social, y el lector piensa que nunca se van a entender. Se encuentran en la humanidad a partir de la relación edípica de cada uno con su padre.
–¿Y respecto al mérito de Puig de elevar el chisme como obra de arte?
–Vos podés embriagarte con la cursilería pueblerina, con el cine de Hollywood y entrar por esos caminos a descubrir la obra de Puig y que te encante. También como documentación histórica de los cuarenta y los cincuenta, sin darte cuenta de que en el fondo lo que está resaltando es la asimetría de género y la relación entre sexualidad y política.
¿El chisme y el cine son las telas que atrapan al lector para hablar de lo importante?
–Exacto. La magia de Puig es que cuando Molina comienza a seducir a su contrincante guerrillero, logra que el lector también esté en la celda y le pase lo mismo que a Valentín. Te transforma a vos en un Valentín seducido por Molina. Puig logra describir la homosexualidad no como una esencia sino como un estado, una existencia a la que puede llegar cualquiera, como se da, por ejemplo, en las cárceles. Nos enseña que en lugar de portar cada uno con la etiqueta de heterosexual u homosexual, se puede hablar de un nomadismo sexual. Cualquiera puede tener relación con alguien de su propio sexo y no se viene el mundo abajo por eso. Deja la puerta abierta a una sexualidad cada vez más permeable, más porosa.