En septiembre de 2020, un comando de las Fuerzas Especiales Paraguayas asesinó a dos niñas argentinas en el norte de Paraguay (departamento de Concepción) en el marco de una represión a organizaciones campesinas.
En esos hechos desapareció una niña de 14 años que vivía en la provincia de Misiones y se encontraba de visita en Paraguay, Carmen Elizabeth Oviedo Villalba, apodada Lichita, hija de Carmen Villalba, una de las luchadoras campesinas más importantes de Paraguay.
Villalba se encuentra privada de su libertad en la cárcel de mujeres Buen Pastor, en Asunción, Paraguay. Desde allí brinda su testimonio en un desesperado reclamo por la aparición con vida de Lichita y el esclarecimiento de los asesinatos de María Carmen y Lilian Mariana Villalba. Frente a los sistemáticos intentos de ocultamiento sobre este caso, visibilizar la situación que se está viviendo en Paraguay es de vital importancia.

Carmen Villalba es el reflejo de una mujer que no se resignó a vivir como el sistema se lo impuso, es una mujer con coraje y dignidad. El Estado paraguayo es responsable de haber violado los derechos humanos de estas niñas y perseguir a su familia. Se trata de crímenes de lesa humanidad perpetrados por un Estado “democrático”. Por eso la de Carmen Villalba es una de las voces fundamentales para las luchas latinoamericanas de emancipación, una de las voces que van a dar vuelta la historia.
–Para entender mi historia, debe mirarse desde una perspectiva de lucha de clases. Vengo de un origen campesino de ocho hermanos y hermanas, con una madre que crió sola a sus hijos cosiendo ropa y trabajando la huerta a orillas del río Paraguay. El pensamiento crítico y militante social progresista de mi hermano mayor y mi contacto a los 16 años con el marxismo, de la mano de unos religiosos militantes de la Teología de Liberación, calaron muy hondo en mí. El ambiente crítico antidictatorial provinciano de Concepción me impulsó a buscar ambientes de militancia política con mayor compromiso. Eso me llevó a contactar con la corriente Patria Libre. Para integrarme, migré a la capital. Ahí me inicié en una larga historia de militancia política, para luego ser asignada a la militancia clandestina del partido. El partido Patria Libre (1992) planteaba como plan estratégico la toma del poder por la vía revolucionaria y para ello, trabajó en la construcción de estructuras ilegales. Para combinar la lucha legal e ilegal. El partido trabajó en la articulación de una organización clandestina en paralelo pero integrado al partido y yo fui parte de esa estructura clandestina. De la existencia de la célula clandestina empecé a hablar después de ocho años de prisión. Nunca hablé, ni en las peores condiciones de mi detención y prisión, ni en ninguna de las causas, ni ante ningún investigador policial o fiscal. Eso a pesar de que la dirigencia liquidó al partido, renegó de sus principios y proyecto de organización y de todo cuanto venía construyendo. Traicionó a sus compañeros, muchos en prisión y otros en la clandestinidad. Después de que la dirigencia desde su exilio tiroteara con comunicados públicos contra nosotros, a pesar de que nadie habló ni bajo tortura, nadie de nosotros en aquel tiempo arrastró a ningún miembro del partido, a ningún compañero. La condición de traidores de los ex dirigentes del partido, que como reacción a la represión y persecución respondió liquidando el partido y traicionando a la lucha revolucionaria y a sus ex compañeros, me ha eximido de la responsabilidad de seguir guardando silencio sobre nuestra historia y pertenencia orgánica. Una historia de lucha revolucionaria que los renegados quisieron enterrar y silenciar, pero es importante repensar. Sobre todo, para mostrar que nuestro pueblo tiene una larga historia de lucha y resistencias.
–¿Por qué está presa?
–Para explicar mi prisión debo remontarme a ese pasado militante descrito más arriba, sobre todo a la acción que llevamos a cabo con la retención de la nuera del ex hombre fuerte y ex ministro de Hacienda de Stroessner en 2001. Uno de los hombres clave en el negociado de Itaipú, en cuyo antro de corrupción muchos personajes de la dictadura amasaron su fortuna. Esa acción desató una feroz represión hacia nosotros, de todos los órganos represivos –jurídico, policial, fiscal– con una feroz campaña mediática. Fuimos detectados por las fuerzas represivas. Uno de los problemas que la organización tenía que resolver era su financiamiento, y sus mismos militantes tenían que zanjar. Esa responsabilidad fue delegada al órgano clandestino del cual yo era parte. En ese marco, fui procesada y condenada a 18 años de prisión, cuya condena cumplo íntegramente en julio de 2021.

–¿Por qué el gobierno de Mario Abdo Benítez persigue a su familia?
–La persecución a familiares de combatientes revolucionarios no es nada nuevo en la historia de la humanidad, acontece en cualquier lugar, donde parte de un pueblo decide luchar por su verdadera emancipación. Allí donde se agudizan las contradicciones entre el proletariado que decide asumir formas de lucha no convencionales y las burguesías capitalistas que se resisten a desaparecer. La persecución brutal a mi familia, sobre todo el ensañamiento atroz contra las niñas, viene a demostrar que la oligarquía vendepatria paraguaya no tiene escrúpulos a la hora de reprimir cualquier iniciativa revolucionaria que le dispute el poder. La clase dominante paraguaya es una plutocracia unida en la corrupción sistémica que esclerosa hasta su sangre. Por sus características fascistas, habituada a imponerse por la fuerza de la represión, es incapaz de consensuar sobre las diferencias. Para disciplinar, no tiene escrúpulos en violentar sus mismas leyes y reglas. La intención es romper nuestra voluntad de lucha, pero lo que no saben es que los individuos somos apenas un accidente. Los cambios y saltos cualitativos son dialécticos y se hallan inmersos en los desarrollos históricos de las sociedades. Si no somos nosotros, vendrán otros a continuar la lucha hacia sendas emancipadoras. Torturar y matar a niñas, presentarlas como trofeos de guerra, azuzando en la población la aprobación y elogios a actos criminales cometidos por elementos del Estado, es lo que la psicopolítica combativa denomina “estética de lo atroz”, es la confesión del ocaso y decadencias del régimen del Partido Colorado y la oligarquía paraguaya. La bancarrota política y moral de regímenes que han concluido su ciclo de aporte y desarrollo. Iniciado su proceso de involución y autodestrucción. Presenta a infanticidas como héroes, pero en realidad son unos carniceros de la narco-plutocracia que impone la tortura y ejecuciones extrajudiciales como disciplinamiento contra los esclavos que se sacuden de su esclavitud. La cultura de la muerte desplegada durante 35 años de dictadura del Partido Colorado y las Fuerzas Armadas tiene su correlato en momentos donde la democracia liberal no funciona ni como farsa. Donde el Estado de derecho no pasa de los discursos y papeles.
–¿Qué ocurrió con María Carmen y Lilian Mariana Villalba? ¿Qué vinculo tiene con las niñas?
–Los hechos luctuosos del 2 de septiembre de 2020, cuando fueron asesinadas Lilian Mariana y María Carmen, dos niñas argentinas de 11 añitos, se encuadran en una realidad compleja. Como dice mi madre, las niñas eran felices en su casa en Misiones, Argentina, donde vivían, junto a su madre, abuela, hermanitos y hermanitas, primas y primos. Pero la felicidad no estaba completa, necesitaban acceder al afecto de sus papás tantas veces reclamado. Por ello, ante la posibilidad que ha surgido de viajar a visitarlos y conocer, lo hicieron, y el lugar donde se hallaban fue atacado por las Fuerzas de Tarea Conjunta (FTC). En ese contexto, fue acribillada María Carmen y llevada Lilian Mariana. Testimonios de las niñas que lograron salir del lugar señalan que Lilian fue tomada y llevada, posteriormente aparece con múltiples rastros de torturas, como cortes, fracturas, quemaduras y ejecutada. Ellas tenían que regresar antes de iniciar las clases, pero el cierre e inmovilización de toda la frontera lo imposibilitó y demoraron sus salidas. Para los que miran desde afuera, sin los elementos objetivos que hacen a la vida y realidad que nos atraviesa, difícilmente pueda comprenderse una familia perseguida, obligada a marcharse de su patria. Sin embargo, la persecución no logra romper esos lazos afectivos fuertemente sostenidos, que tratamos en lo posible de mantener. Desde nuestra infancia, a pesar de la pobreza que siempre nos acompañó, crecimos con un pensamiento crítico, libertario y muy unidos, eso, independientemente al camino de lucha que hemos tomado tres de los hermanos. Mis hijas tienen un pensamiento crítico, leen filosofía marxista, conocen y viven la historia de lucha de su madre. Son muy destacadas en el estudio, siempre estuvieron entre las mejores alumnas. Tienen criterios y opinión bien definidos y propios. Sus pensamientos no son guiados por la superstición religiosa. Detestan las ideas reaccionarias que hoy se imponen como dominantes. Mi familia, formada por mujeres y niños, tuvo que migrar de la violencia y hostigamientos continuos de las fuerzas represivas del Estado, agravado con el asesinato de mi hijo Néstor, cuando tenía 12 años. Esa situación insostenible hizo que mi madre y hermanas salieran del país y se asentaran en Misiones hace once años. Como tienen a tres miembros inmersos y comprometidos con la lucha revolucionaria en Paraguay, de quienes no reniegan, siempre trataron, en la medida de sus posibilidades, de mantener esos vínculos afectivos, aunque sea esporádicamente. Yo llevo 17 años y seis meses en prisión, nunca dejaron de acompañarme. A pesar de los riesgos que implican para ellas regresar cada tanto a Paraguay, nunca dejaron de visitarme. Mis hijas durante doce años vinieron cada año en vacaciones a verme. Era una cita imprescindible que nos teníamos, mis hijas no miraban el lado tedioso que debían pasar en los controles carcelarios, el encuentro de largos y cariñosos abrazos compensaba el sacrificio.
–Ahora se suma la desaparición de su hija Carmen Elizabeth Villalba (Lichita).
–Mis mellizas acompañaron a sus primitas a visitar a mis hermanos, en lugar de venir a visitarme, como lo hacían cada noviembre al término de sus actividades escolares, esta vez decidieron visitar a mis hermanos, a quienes no conocían. Mi hermana Liliana y mi hermano Osvaldo hace 16 años están en la guerrilla, fueron los últimos en incorporarse a Patria Libre. Luego de la liquidación del partido, un grupo de compañeros que habían quedado clandestinos decidieron ir al monte a retomar la construcción de una organización guerrillera. A ese grupo de militantes muy jóvenes pertenecen mi hermana y hermano. A pesar de que los hermanos estamos desperdigados, los afectos están intactos. Ahora tenemos testigos presenciales y podemos saber con exactitud qué pasó. Cuando mi hermana Laura, actualmente detenida en aislamiento en un cuartel militar, y mis hijas eran conducidas por tres compañeros hacia lugares para regresar a la Argentina, fueron emboscados y los tres compañeros fueron asesinados. Ellas quedaron perdidas, sin comida y nada más que la ropa puesta. Lichita fue herida en el pie, eso la dificultó caminar. Debían escapar a los tiroteos y cerco militar, buscar comida, agua y salirse del lugar. Laura la deja en un lugar a Lichita el 30 noviembre. Después de andar deambulando y perdidas en el monte, sin comida y debilitadas. Laura deja a Lichita a esperar en un lugar, por su imposibilidad de caminar y ante la necesidad de encontrar comida, para reponerse y continuar con su camino, ella sale a buscar comida y agua. En este contexto complejo Laura es detenida. El monte es inhóspito sobre todo porque ambas no saben manejarse en condiciones muy adversas, ni son baqueanas en el lugar. Hay muchas versiones e hipótesis sobre lo que pudo haber pasado con Lichita. Sobre todo porque la zona está sitiada por las Fuerzas de Tareas Conjuntas (FTC).
–¿Cómo seguirá la lucha?
–Quisiera reflexionar sobre el momento de crisis sistémica del capitalismo pandémico y sobre la urgente necesidad de que el campo popular piense en nuevas alternativas viables, y para ello articular herramientas y organización basadas en la unidad de los pueblos. El proletariado, si quiere redimirse como ser humano, debe abandonar el estrecho, alienante e inmovilizador punto de vista del capitalismo y asumir su perspectiva de clase obrera revolucionaria que busca su emancipación. Deshacernos del alienante modo de vivir y pensamiento hegemónico, basados en la sociedad mercantil. El proletariado revolucionario como clase social es responsable de resolver las contradicciones irreconciliables entre el trabajo y el capital. Para cumplir con su deber, como dice Marx en El 18 brumario…, “la revolución social no puede sacar su poesía del pasado, sino del porvenir. No puede comenzar su propia tarea antes de despojarse de toda veneración supersticiosa por el pasado”.