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Caras y Caretas

           

“MUCHAS VECES HABÍA UN ABISMO ENTRE EL DIEGO ÍNTIMO Y EL MARADONA PÚBLICO”

Fernando Signorini fue preparador físico del Diez y también su amigo, en una relación que se extendió durante casi treinta años. Aquí lo recuerda como deportista y como la persona que trataba de robarle un espacio al astro atormentado por la fama.

“Diego inventó la figura del preparador personal para jugadores de deportes en equipo”, sintetiza Fernando Signorini, para explicar a la vez su acercamiento a Diego Maradona y la cualidad excepcional que siempre rodeó al astro del fútbol. Corría septiembre de 1983 y Maradona comenzaba a transitar su segunda temporada en el Barcelona. En un partido contra el Athletic de Bilbao, recibió una patada delictiva en su tobillo izquierdo por parte de Andoni Goikoetxea, que lo alejaría de los campos de juego por casi cien días. Signorini había conocido a Diego unos meses antes de aquella durísima lesión, cuando luego de trabajar durante varios años como preparador físico de clubes argentinos, llegó a Barcelona con la idea de ver desde cerca la forma de entrenamiento y preparación de un plantel de la elite mundial. Ambos se cayeron bien de entrada. Incluso, Claudia Villafañe y la esposa de Signorini también se hicieron amigas y los cuatro disfrutaban de partidos de tenis y asados en la residencia del barrio Pedralbes que el club catalán le había dado a Maradona. “La recuperación de la lesión venía muy lenta y Diego sentía que necesitaba a alguien que estuviera en su preparación de manera permanente. Fue así que pensó en mí. Al principio dudé un poco: ‘Van a decir que es otra de tus excentricidades’, le dije. ‘A mí no me importa lo que digan esos tipos que siempre van a hablar mal de mí; ahora voy a necesitar un cuidado más cercano y vos sos la persona indicada’, me respondió. Y ahí nos pusimos a trabajar juntos”, recuerda hoy Signorini. Fue el comienzo de una relación que duró veintisiete años y que excedió ese vínculo inventado por Diego entre un jugador de fútbol y su preparador personal.

–¿Cómo era Diego en el entrenamiento diario, dejaba todo como cuando entraba a la cancha?

–Por supuesto. Incluso, con el tiempo le fui sugiriendo que en las vísperas de un partido disminuyera la carga de entrenamiento para llegar en condiciones físicas óptimas a la competencia, teniendo en cuenta su sistema de portación de energía. Me fui dando cuenta, a medida que lo fui conociendo, de que era capaz de aceptar trabajos de altísima intensidad, de corta duración, pero después requería un período más largo de recuperación. Biológicamente estaba constituido de esa manera. Empecé a agregarle a su entrenamiento cosas que en fútbol en general no se utilizaban, precisamente porque lo iba conociendo y me iba dando cuenta de lo que su preparación necesitaba para llegar de la mejor forma. El diálogo entre nosotros era permanente. Era siempre un camino de búsqueda que los dos íbamos transitando y en el que íbamos descubriendo las mejores opciones.

–Usted estuvo en todo el proceso de recuperación física de Maradona para el Mundial de Estados Unidos. ¿Lo tomó por sorpresa cuando saltó el doping positivo por efedrina, tras el partido contra Nigeria?

–Me sorprendió a medias porque tenía altas sospechas de que algo podía pasar. Ernesto Ugalde era el médico de la Selección y estaba preocupado como yo por la cantidad de pastillas que Daniel Cerrini le daba a Diego en su rol de nutricionista. Le sugerí entonces a Ugalde que le pidiera a [Julio] Grondona hacer una especie de control sorpresa a todo el plantel, porque si lo hacíamos solamente con Diego se iba a dar cuenta de que se estaba sospechando de él y no le iba a gustar nada. Faltaba más de una semana para el inicio del Mundial, era el momento ideal para tomar cualquier decisión preventiva. Ugalde lo consultó con Grondona y le contestó que no, que no quería molestar a los jugadores. Una respuesta que me pareció bastante absurda. Cuando saltó el doping positivo a Diego, se me vino esa situación inmediatamente a la cabeza. Y mucho más cuando empecé a ver cómo se sucedieron los hechos. Si un jugador es sancionado por doping, es lógico que la federación a la que pertenece ese jugador también reciba algún tipo de sanción. Pero la AFA no solamente no fue sancionada sino que a su presidente lo premiaron con la vicepresidencia de la FIFA y la presidencia de la Comisión de Finanzas, sin siquiera saber hablar inglés. Entonces esa especie de cambio de figuritas me parece que huelga de mayores comentarios.

Signorini asegura que un preparador personal como fue él de Diego es mucho más que un profesional que se encarga del entrenamiento físico de un deportista. Incluye la faz psicológica y, sobre todo, la humana. Desde ese lugar pudo entablar puentes de encuentro con Maradona, entre los que el de la política fue uno de los más sólidos. Por ejemplo, ambos compartían la admiración por la Revolución Cubana y juntos fueron recibidos por Fidel Castro en La Habana, en 1987. “A Diego le interesaba la política desde el lugar de rebelarse contra todo tipo de injusticia. No leía mucho de política, pero era un tema recurrente en nuestras charlas, sobre todo cuando estábamos de viaje”, cuenta.

–Maradona siempre fue muy consecuente en sus posiciones políticas y sus apoyos a líderes o causas. ¿Cómo explica desde ese lugar el acercamiento que tuvo en su momento con Carlos Menem?

–Estábamos en Europa y la verdad es que no teníamos la total información de los desastres que Menem estaba haciendo en la Argentina. Cuando fue el Mundial del 90, en Italia, Menem viajó para allá a ofrecerle el pasaje diplomático y con eso lo sedujo. Se apareció el día anterior al partido contra Camerún, cuando estábamos con todo el plantel de la Selección haciendo el reconocimiento del campo de juego del Giuseppe Meazza. Y a Diego eso le produjo una especie de vergüenza porque no le gustaba que le dieran esa distinción delante de todos sus compañeros. Como siempre, los presidentes de todos los gobiernos buscaron sacar rédito de la popularidad de Diego. Lo mismo pasó las dos veces que la Argentina volvió como campeona y subcampeona de los mundiales del 86 y 90. Tanto Alfonsín como Menem quisieron aprovechar que los festejos fuesen en la Casa Rosada, cuando el lugar natural para un futbolista sería una cancha de fútbol.

–¿Cree que hubo algún momento en el que Diego fue realmente feliz desde que dejó el fútbol?

–A pesar de que no estaba cerca de él en ese momento, creo que cuando hizo aquel programa, La Noche del 10, Diego estaba realmente muy feliz. Siempre digo que muchas veces había un abismo entre el Diego íntimo y el Maradona público. Pero en esa ocasión daba la impresión de que uno estaba muy cerca del otro. Lo hacía con mucho entusiasmo, con mucho cariño, pero sin ponerse en figura, como cuando era obligado por los medios. Y además lo hacía muy bien. Porque si hay algo que siempre caracterizó a Diego es que era multifacético.

Escrito por
Pablo Galand
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