¿Cuándo ocurrió el primer encuentro con Pino?
–Lo conocí en 1990, cuando fue a Brasil a filmar la película El viaje. Cuando lo vi fue un momento de mucho impacto. Estábamos en el Memorial de América Latina. Un hombre grande, con ese porte, me impactó muchísimo. Recuerdo que el rodaje fue un poco tenso por cuestiones de tiempo, de iluminación, cuestiones técnicas. En un momento llegamos para almorzar con el equipo y yo estaba ahí, tranquilita, quieta, en mi lugar. Pino preparó mi plato, su plato y me invitó a sentarme al lado de él. Fue un momento muy lindo y que yo recuerdo con mucho cariño.
–¿Se puede disociar al Pino cineasta del Pino político o del intelectual?
–Uno no puede verlos por separado. Pino fue un intelectual brillante, una persona que usó su arte para enviar mensajes y hacer política. Sus películas son absolutamente necesarias para la juventud y para que las próximas generaciones tengan material para ver cómo llegar a un futuro mejor. Sus filmes son master classes de un hombre preocupado por lo social, por la preservación del medio ambiente, por la pobreza. Pino veía más allá siempre, atento a lo que estaba pasando e iba a pasar.
–Él sufrió un atentado en 1991, luego de denunciar públicamente al entonces presidente Carlos Saúl Menem. ¿Es cierto que cuando estaba en la ambulancia lo primero que pidió fue hablar con vos?
–Él había recibido seis balazos. No bien sucedió el atentado él estaba preocupado porque yo lo iba a llamar enseguida, ya que siempre nos comunicábamos en el mismo horario. Así que le pidió a su secretaria que hablara conmigo para avisarme primero y que no me preocupara. Al otro día tomé el avión y fui para Buenos Aires para que estuviéramos juntos. Recuerdo que había un montón de gente en la clínica adonde lo habían llevado. Cuando llegué, la gente desapareció y me quedé con él. Le hice compañía en el hospital durante bastante tiempo en su rehabilitación, él estaba feliz de verme y yo feliz de cuidarlo.
–París es una ciudad que atravesó la vida de ambos y a la que siempre le tuvieron mucho amor. ¿Cómo vivieron esta etapa en Francia?
–Pino en París dio una demostración, fue un gran embajador ante la Unesco. En los tres meses que estuvimos, él despertó interés en prácticamente todas las personas con las que tuvo oportunidad de hablar. Fuimos a Roma a hablar con el papa Francisco hace poco tiempo porque tenía un proyecto para hacer un encuentro sobre la pobreza y el cambio climático. Pino tenía muchos proyectos acá. Yo ya había vivido en París en los años 70, Pino llegó un poco después de que yo me había ido. Volvimos a una ciudad con la que teníamos una relación muy fuerte.
–¿Cuál creés que es el legado que deja Pino para la cultura y la política latinoamericanas?
–Lo perdemos físicamente pero deja mucho para ver en sus películas, en sus escritos, en sus discursos. Él fue brillante en su discurso sobre la interrupción voluntaria del embarazo, habló directamente para las mujeres. Una de sus intervenciones más contundentes en un momento importante. Fue motivo de orgullo para todos los argentinos. La gente se quedaba impresionada con su vitalidad. En la última conversación que tuvimos con el Papa, este le dijo que Pino tenía una “juventud acomodada”. Por eso también causó gran conmoción su partida. Tanta vitalidad, tanta juventud, una visión tan clara de las cosas. De repente uno lo pierde. Fue un shock para mí, para nosotros y para todos los argentinos. Sólo tengo orgullo de haber vivido treinta años con este hombre tan especial al que le gustaban tanto las fiestas, las reuniones con amigos. La pasamos muy bien estos años. La falta de su presencia, este vacío, lo lleno con recuerdos de todos los momentos que pasamos juntos.