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Caras y Caretas

           

“FUE UN HOMBRE EXTRAORDINARIO QUE NOS DEJÓ UNA OBRA FUNDAMENTAL”

Tristán Bauer es ministro de Cultura de la Nación y un reconocido documentalista. En este reportaje revela la relación de admiración, amistad y trabajo conjunto que lo unió con Pino Solanas.

En una evocación sentida y profunda, Tristán Bauer, cineasta, creador del canal Encuentro y ex director de Medios Públicos entre 2008 y 2013, recorre la obra de Pino Solanas como documentalista cinematográfico, maestro y referente ineludible en su formación profesional. De manera casi cronológica, comienza remontándose a su temprana adolescencia, a fines de los años 60 y principios de los 70, tiempos en que Solanas irrumpía como documentalista en el grupo Cine Liberación.

–¿Cómo fue su primera aproximación a la obra de Solanas?

–Siendo muy chico, a mis trece o catorce años. Yo era proyectorista del grupo Cine Liberación, y para ese entonces había heredado de mi abuelo un viejo proyector de 16 mm, Bell & Howell, con el que andaba proyectando los documentales de Pino de esos años, recorriendo unidades básicas, salones, iglesias, casas de vecinos y también algunas fábricas. Me refiero a los años de La hora de los hornos (1968) y de Perón. Actualización política y doctrinaria para la toma del poder (1971), tiempos en los que gobernaba la dictadura y en los que, claro está, esas proyecciones se hacían de manera clandestina.

–¿Cómo recuerda esos tiempos siendo tan joven?

–De una manera muy impactante y conmovedora. Recuerdo que en muchas oportunidades en que proyectábamos esos documentales yo me iba adelante, a las primeras filas, y entre el haz de luz del proyector observaba el impacto que tenían las imágenes en aquellos hombres y mujeres, jóvenes y viejos, y la atención con que concurrían a esos debates, tan intensos y profundos.

–Solanas explicó que esas obras estaban intencionalmente divididas en tramos de 45 minutos, justamente para que se produjera ese espacio, el formato de cine-debate.

–Así es, ese era el propósito, que el documental permitiera discutir a la militancia, debatir lo que allí se exhibía y se decía. Nunca me voy a olvidar de que en dos de esas proyecciones de La hora de los hornos estuvo presente en el debate el padre Carlos Mugica.

Bauer destaca que desde aquellos años de Cine Liberación, la obra de Solanas no sólo como documentalista y cineasta sino también como artista influyó y marcó a generaciones enteras, y lo sigue haciendo entre los más jóvenes con una presencia notable.

–¿Qué es lo que más destaca de Solanas como artista?

–La contundencia de sus imágenes, su sensibilidad y una mirada muy particular. Pino andaba con la cámara, le gustaba mucho el lente gran angular y de esa manera percibía la realidad con su ojo de artista. Y también con esa otra gran sensibilidad, como músico que era, que tan útil le resultaba para la rítmica del montaje cinematográfico. Todos recordamos, justamente, aquel comienzo de La hora de los hornos. Quiero también recordar que no fue una obra fácil: se realizó en la clandestinidad y con enormes dificultades económicas. Así fue como también, después, Pino conoció la persecución, conoció la censura y conoció el exilio.

Luego de recibirse como director de cine en el Centro Experimental del Instituto Nacional de Cinematografía, y con el advenimiento de la democracia, Bauer fundó el grupo Cine Testimonio. Es en esa época que conoce personalmente a Solanas. Así lo recuerda: “Pasaron los años y un día en la casa de un historiador amigo, Fermín Chávez, Pino, que recién volvía del exilio, nos recibe a un grupo de estudiantes de cine. Ahí es cuando lo conozco personalmente. Llegaba con Los hijos de Fierro, que se estrenó en Buenos Aires en abril de 1984, también con muchas dificultades. Recuerdo a Pino al final de cada función acercarse a dialogar con los espectadores, entre los que me encontraba, y pedirnos que lleváramos amigos, más público a ver la película para que se pudiera sostener su exhibición en las salas. A partir de ahí es el comienzo de mi vínculo con Pino, en el ámbito de la facultad como maestro, y con esa gran capacidad y generosidad para enseñar en sus seminarios, en sus clases. Fue todo de un enorme aprendizaje”.

–Luego vienen los años de la etapa del cineasta, de la ficción.

–Comienza ahí otra extraordinaria etapa de su obra como cineasta de grandes películas de ficción, como El exilio de Gardel y Sur, película a la que ubico en el tope de las mejores de la cinematografía argentina. En esos años también dirigió otra gran película: El viaje.

En tanto, y en lo que sería el período pos crisis 2001/2002, Solanas se abocó otra vez a realizar una serie de películas de fuerte contenido político y social. Un vuelta al cine testimonial, etapa a la que Bauer llama “El cronista cámara en mano”. En ese período dirige obras como Memoria del saqueo (2004), relatando la explosión de la crisis de 2001; La dignidad de los nadies (2005), y La próxima estación (2008), en la que narra el apogeo y debacle de los ferrocarriles argentinos.

–¿Cuál fue el papel de Pino cuando usted estuvo al frente de la creación del canal Encuentro?

–Cuando hicimos canal Encuentro estuvieron presentes tres hombres de cine que fueron muy importantes: Fernando Birri, con quien, recuerdo, discutimos mucho el logo de Encuentro; Eduardo Mignogna, que venía de hacer un importante ciclo en televisión, y Pino, con sus recomendaciones generales para la señal. Recuerdo que en esos primeros años del canal emitimos todas sus películas, luego transformamos algunas de ellas en series televisivas narradas por el mismo Pino.

–Llegando a estos últimos tiempos, ¿cómo continuó su vínculo con Pino?

–Reitero que, en lo personal, Pino fue un referente muy fuerte, y en estos últimos tiempos fuimos muy cercanos. En diciembre del año pasado, yo asumo como ministro de Cultura, y él, como embajador ante la Unesco, e inmediatamente nos pusimos a trabajar muy estrechamente. Fue en esos primeros tiempos que, luego de varias reuniones, Pino propone a Luis Puenzo como director del Incaa (Instituto de Cinematografía y Artes Audiovisuales). Recuerdo también que en los meses previos a la pandemia fuimos a su casa de Olivos junto a alumnos de la Universidad de San Martín, oportunidad en la que le hicimos la última entrevista, en la que nos cuenta, de manera muy amorosa, su llegada al cine, su descubrimiento de Tire dié, de Fernando Birri, su producción de La hora de los hornos… Material que vamos a utilizar porque adquiere una gran relevancia para todos nosotros.

–Una proximidad muy estrecha, que incluyó proyectos conjuntos.

–Muy estrecha, ciertamente. Pocos días antes del inicio de la cuarentena, Pino me vino a ver al CCK, al que recorrimos juntos íntegramente. Luego fuimos a almorzar y empezamos a hablar de diversos futuros proyectos, y allí surgió que el año próximo es el centenario del nacimiento de Ástor Piazzolla, y evocó cómo lo conoció, cómo fue el trabajo que hicieron en conjunto, y ahí nos propusimos para el año de Piazzolla, yo desde el ministerio y él desde París, realizar varios trabajos en memoria de Ástor.

–¿Siguió en contacto con Pino durante el período de su internación en París?

–Sí, y sentí un profundo dolor el día que me comunicó que estaba enfermo. Fue un tiempo de una enorme preocupación. Y más cuando días atrás su hija Victoria nos contó de su fallecimiento. Más allá de lo personal y lo doloroso en lo más profundo de mi corazón, para la Argentina la de Pino es una de esas pérdidas irreparables, de alguien extraordinario. Pino, además, fue un referente fundamental en la idea de nuestro destino común latinoamericano. Tenía una profunda concepción latinoamericanista con la que bregó a través de su obra, su acción y su palabra. Nos deja películas hechas desde la Argentina, desde Sudamérica, con trascendencia universal, que quedarán para siempre. Pino fue un hombre extraordinario que nos dejó una obra fundamental.

Escrito por
Francisco Balázs
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