El año 1947 ha quedado asociado en la Argentina al voto femenino y a Evita. Si bien la ley 13.010/1947 era de derechos políticos, el voto quedó como su logro central. El nombre de Evita, unido a ella, fue parte de su transformación política. Sus primeras intervenciones sobre el tema fueron radiales. Su tradición no se alimentó de las antiguas luchas de las sufragistas, que se encontraban en oposición al gobierno (aunque hubo sufragistas que acompañaron la gestión de Perón, como señaló Donna Guy) y en la Cámara de Senadores, algunos peronistas reivindicaron a aquellas figuras, incluida Alicia Moreau. Evita tenía que posicionarse en esa lucha en la que se estrenaba, aunque ello no quita que haya incidido en favor de la ley a través de la presión de los diputados peronistas. En efecto, ninguna ley “está cantada” hasta que no se sanciona. Y esta, finalmente, se sancionó. En su promulgación, la presencia de Evita tuvo un inusitado protagonismo de simbólicos ribetes.
En los últimos años, algunos sectores del movimiento feminista han intentado considerar la figura de Evita como la de una referente del feminismo y es su relación con el sufragio la que la acerca. El primer escollo que encuentran es, sin duda, el libro La razón de mi vida. Allí, se afirmaba que Evita se había abstenido del camino “feminista” porque “ni era soltera entrada en años, ni era tan fea por otra parte como para ocupar un puesto así”. Entonces, ella, casada y bonita, transitaba otro camino para evadir “el paso de lo sublime” –luchar por el sufragio– “a lo ridículo” –intentar igualarse al varón– que habían dado aquellas. Y, en efecto, hemos utilizado –me incluyo– de un modo acrítico este libro. José Amícola ha advertido que es producto de la intervención de varios varones en las redacciones subsecuentes que tuvo el escrito hasta su publicación. Por lo tanto, más que Evita escribiendo, es su voz intervenida la que encontramos allí. Los discursos de Evita, en cambio, si bien algunos están guionados, expresan mucho mejor su estilo e impronta. En ese sentido, las referencias de Evita a las feministas y a las sufragistas es más bien colateral. Tampoco, como recuerda Dora Barrancos y hemos consignado en otros trabajos, Evita se autodenominó a sí misma feminista, aunque de muchas maneras expresó el sentido de desconsideración y sumisión sufrido por las mujeres. Elementos interesantes de rescatar para conocer una arista de sus intervenciones que, aunque combinadas con otras tradicionales, tuvieron alto impacto simbólico.
DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE FEMINISMO
Me gustaría considerar algunas cuestiones. Primero, un asunto conceptual. Por un lado, muchas feministas, que además se reconocieron como tales, no fueron sufragistas. Por el otro, muchas sufragistas no se consideraron feministas. Ello en virtud de que feministas y sufragistas son dos conceptos que pueden intersectarse en un universo de figuras que promueven ambas ideas, pero no son estrictamente lo mismo. Además, lejos de lo que suele afirmarse sin mucho fundamento hoy en día, las feministas no sólo bregaron por los derechos políticos, sino que incluyeron una agenda mucho más vasta en materia civil, social y económica. Segundo, una cuestión metodológica. La definición de “feminismo” es problemática por la amplitud de posiciones el feminismo que puede contener como movimiento heterogéneo que fue y que sigue siendo. Del mismo modo, la de “peronismo”. Respecto del uso del concepto “feminismo”, debemos considerar dos niveles de análisis. Por un lado, el uso nativo en el contexto histórico que estudiamos. En ese sentido, Evita no se autodefinió como feminista ni las que se consideraban feministas la describieron como tal (aunque, muy excepcionalmente, es posible encontrar algunos nombres contemporáneos que así la catalogaron). Segundo, como concepto, es necesario definir qué se entiende por feminismo para, luego, con el recaudo anterior de que existe una definición nativa entre contemporáneos, poner a prueba el concepto de feminismo definido y tratar de constatar de qué modo sirve para comprender las prácticas y discursos, en este caso, de Evita. Finalmente, unas consideraciones políticas. Muchas veces, militantes actuales buscando una tradición en la que identificarse pueden llevar a forzar ciertas lecturas del pasado. Sin embargo, muchas mujeres, incluso antes de que el feminismo existiera como movimiento en la Argentina, tuvieron intervenciones a favor de los derechos de las mujeres. También, cuando el feminismo ya planteaba una agenda hecha a fuerza de organización y búsqueda de visibilidad, otras mujeres, no adscriptas a ese movimiento, también buscaron una apuesta en ese sentido. Tal vez, el ejemplo más elocuente sea el de las anarquistas que rechazaron de plano a las feministas (en especial, a las sufragistas) de su tiempo sin, por ello, dejar de bregar por la liberación de las mujeres. De este modo, es posible reconocer la impronta de las mujeres en materia de derechos, dejando las ansiedades de clasificación en una tipología que las acerca más a la actualidad que lo que nos lleva a posicionarnos en su época y comprenderlas en su propio momento histórico. Es un ejercicio que puede ser interesante para restituir el sentido histórico de las intervenciones de Evita reconociendo su aporte, sin forzar una definición que ella misma no asumió. Y, a la vez, aceptando que otros movimientos de mujeres pudieron aportar a la mejora de la condición femenina, sin haberse definido como feministas.