• Buscar

Caras y Caretas

           

LA PESTE Y LA RABIA

Han pasado muchos años desde aquella tarde tórrida de enero en que mi padre nos llevó a festejar mi cumpleaños número once en el bar Pepín de Carlos Calvo y Boedo, corazón de nuestro barrio; muchos años, en los que me pregunté si en verdad la elección de ese lugar no había sido sólo para que me contara que a pocos metros de allí había un bar llamado El Japonés, que frecuentaba Roberto Arlt y donde había escrito, según mi padre, El juguete rabioso. Para que me confesara que era el escritor que más le gustaba, que le había permitido a través de ese libro y de sus Aguafuertes en el diario El Mundo conocer más a la ciudad y a su gente. Recuerdo que lanzó un indescifrable “Dio Fetente”, un nombre, dijo, que jamás había podido olvidar. “Dios apestoso”, tradujo, “allí está todo lo bueno y lo ruin, la rabia de los pobres y la peste de los ricachones. Y la inteligencia de los personajes, hija. Un Silvio Astier que trata de usar su talento de inventor para salir de la pobreza, aunque fracase una y otra vez. No importa fracasar, importa intentarlo”.

Han pasado muchos años desde que Arlt escribió ese libro, desde que mi padre me lo regaló, desde que yo leyera toda su obra, desde que supe que siendo pobres debíamos aguzar la inteligencia para avanzar y que nunca podríamos hacerlo sin ayuda del Estado. De la universidad gratuita del peronismo, por ejemplo. Sí, pasaron muchos años desde que como parte de la generación del 70 luchamos bajo la señal del socialismo y el antiimperialismo para que el Estado garantizara el acceso a la salud, a la educación y el trabajo y no fuera coto de las corporaciones y monopolios angurrientos. Pasaron muchos años desde que el terrorismo de Estado segó a miles de mi generación –allí están el Parque de la Memoria como testigo, la lucha de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo como ariete y legado–, del exilio, del regreso a la Argentina democrática del 83. Pasaron muchos años desde que me hice periodista y comprendí que no hay mejor capitalismo que el capitalismo de Estado.

Pero ahora debo escribir sobre Arlt. ¿Qué escribir, qué inventar, a quién le interesa Arlt en estos momentos del fin del verano de 2020, cuando estamos atravesados por la peste y sus consecuencias en sus variadas formas, desde el coronavirus o Covid-19 hasta el neoliberalismo rampante? ¿Qué diría mi padre? Primero: que cumpla a rajatabla con la cuarentena. Tal vez me aconsejaría tranquilizarme con los avances de la vacuna en China. Aseveraría: “Alberto Fernández y el gobierno están haciendo las cosas bien”. Y contaría la historia de la peste amarilla de 1871 en Buenos Aires y me mostraría el conmovedor cuadro La peste, del uruguayo Juan Manuel Blanes, donde los médicos Roque Pérez y Manuel Argerich van a socorrer a una italiana llamada Ana Brisitiani y a su bebé infectados en un conventillo de La Boca. Ambos médicos murieron en esa epidemia, pero cumplieron con su deber. Tal vez, mi padre me aconsejaría sacar lecciones, aferrarme a la rabia contra la peste neoliberal que vivimos; leer el artículo donde se cuenta que encontraron miles de dispositivos de Cibersalud –el sistema de conexión interhospitalaria– lanzado en 2014 por el gobierno de CFK para atención y cobertura médica a distancia, arrumbado, olvidado, desmontado con insidia por el macrismo, que hoy, frente a la peste del coronavirus, serviría para salvar vidas de médicos y pacientes porque se recomienda fuertemente no circular ni mantener el contacto.

“Del coronavirus se van a encargar los científicos, hija –diría mi padre–, y ojalá sea rápido para que no mueran miles”. Pero también diría que la rabia contra el neoliberalismo es un anticuerpo contra la liquidación de lo humano. Y ahí, entonces, vuelvo a Arlt. A Silvio Astier o al Rufián Melancólico, sus personajes más entrañables, para transformarlos en inventores de una política de Estado que nos libre de tropezar con la misma piedra. Y mientras tanto, sus siete locos y su Rufián Melancólico intentan venderle a nuestro Presidente la máquina que produce la vacuna contra el coronavirus de nuestra pesadilla.

Escrito por
Maria Seoane
Ver todos los artículos
Escrito por Maria Seoane

A %d blogueros les gusta esto: