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Caras y Caretas

           

UNA MIRADA ÚNICA

La vida de Arlt parece una novela de su admirado mentor Dostoyevski. Padre prusiano severo, madre proveniente del entonces imperio austrohúngaro; dos hermanitas muertas por tuberculosis; mal alumno expulsado por esa mala conducta que desesperaba a su padre. Fuga del “hogar”, si se podía llamar así a aquel lugar donde recibía todo tipo de castigos y subestimaciones. La tarea represiva paterna fue afortunadamente incompleta y la “prepotencia de trabajo” de Robertito lo llevó a practicar decenas de oficios manuales, desde soldador hasta obrero ladrillero, y a emprender el fascinante camino del autodidacta. Lector voraz de todo lo que caía en sus manos, fue desarrollando una mirada propia única y una manera de moldear esas impresiones que le seguimos agradeciendo y que se plasmarán inicialmente en sus Aguafuertes porteñas, verdadera radiografía tanguera de aquella Buenos Aires de los años 20 y 30. Comenzó a frecuentar el café El Japonés y a sus parroquianos del grupo de Boedo y, como ellos, a publicar en la revista Claridad. El mismo año en que Güiraldes publicaba su Don Segundo Sombra, 1926, Arlt daba a conocer su primera novela, El juguete rabioso, plena de referencias autobiográficas y de una prosa que asombró a los críticos de la época. La referencia a Güiraldes no es casual, ya que a pesar de las diferencias de origen y pensamiento, Roberto se convertiría en secretario y amigo del escritor estanciero.

Tras el golpe cívico-militar de 1930, fue testigo presencial del fusilamiento del anarquista Severino Di Giovanni, y dejó una crónica antológica del hecho. Luego vendrían sus viajes por España y Marruecos, entre 1935 y 1936, y sus notables Aguafuertes españolas. Sus obras teatrales se siguen representando y asombran al público joven por su actualidad y vanguardismo. La isla desierta, 300 millones, Los siete locos, Los lanzallamas son clásicos ineludibles del teatro y la literatura nacionales.

En su novela Los lanzallamas, publicada en 1931, el Abogado le dice al Astrólogo: “Puede establecerse como ley de sintomatología social que en los períodos de inquietud económico-política los gobiernos desvían la atención del pueblo del examen de sus actos, inventando con auxilio de la policía y demás fuerzas armadas, complots comunistas. Los periódicos, presionados por los gobiernos de anormalidad, deben responder a tal campaña de mentiras engañando a la población de los grandes centros, y presentando los sucesos de tal manera desfigurados que el elemento ingenuo de la población se sienta agradecido al gobierno de haberlo liberado de lo que las fuerzas capitalistas denominan ‘peligro comunista’”.

En su libro Mano de obra, César Tiempo narra la siguiente anécdota: “Yo era cronista teatral de un diario de la tarde. Me encontré con Arlt, que venía por la calle Corrientes, sonriendo y hablando solo. Era pasada la medianoche. Entramos a tomar un café en La Terraza y allí nos encontramos con dos actrices muy jóvenes, muy pálidas y muy delgadas. Una se llamaba Helena Zucotti y la otra María Eva Duarte, que tuvo un acceso de tos, como una de esas tiernas y dolorosas de Mürger. Pero sonreía, indulgente.

”–Me voy a morir pronto –dijo sin dejar de sonreír y de toser.

”–No te aflijás, pebeta –intervino Arlt, que tuteaba a todo el mundo–Yo, que parezco un caballo, me voy a morir antes que vos.

”–¿Te parece? –preguntó la actricilla con una inocencia que no excluía cierta malignidad.

”–¿Cuánto querés apostar?

” No apostaron nada. Pero quiero anotar este dato curioso: Roberto Arlt falleció el 26 de julio de 1942.Y Eva Perón, la hermosa actricilla del episodio, diez años después, exactamente el 26 de julio de 1952”.

Este número de Caras y Caretas está dedicado a uno de los más grandes y cercanos literatos argentinos, el enorme Roberto Arlt.

Escrito por
Felipe Pigna
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