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Caras y Caretas

           

LA REVISTA SE RENUEVA

Por Nito Artaza

Esto que vemos ahora es, para mí, otro género dentro del género. Ha mutado. Aquellas revistas porteñas del recuerdo, donde surgieron grandes capocómicos –desde Dringue Farías, Adolfo Stray, Alfredo Barbieri, Don Pelele, Marrone hasta Porcel y Olmedo y esas enormes vedettes como Nélida Roca, Nélida Lobato, Ethel Rojo, Moria Casán, Carmen Barbieri–, tuvieron que ver con una época, con una Buenos Aires de largas trasnoches, librerías que atendían hasta la madrugada, confiterías abiertas hasta muy tarde, una avenida Corrientes luminosa y una calle Lavalle con sus cines de largas jornadas, que concentraban en pocas manzanas grandes atracciones para el público.

Tanto porteños como turistas del interior y del exterior venían en busca de las novedades que daba la ciudad, el espectáculo en general, y la revista en particular. Porque era allí, en la revista porteña, donde podían presenciar la crítica política, el humor subido de tono, el desparpajo e incluso una desnudez que no solía verse en otros lados.

Esa bohemia que tenía la noche de Buenos Aires se perdió, ese estallido de gente caminando por las veredas de la calle Corrientes, que parecía la salida de un estadio, ya no existe. Por lo tanto, eso que llamamos “la revista porteña” tuvo que ver con otra Buenos Aires y con otra época.

Hoy, por varios motivos –por la televisión, por el avance de la tecnología, por las redes sociales, por el entretenimiento que cada uno puede encontrar en su casa–, cambiaron las costumbres del público. Las nuevas generaciones empezaron a tener un acceso directo a las trasgresiones o al humor más osado desde sus computadoras, desde la comodidad de un sillón (en su casa) mediante su teléfono celular. Eso hizo que el género tuviera que renovarse. En los 90 lo aggiornamos. Cuando se decía que la revista porteña había muerto, demostramos que sólo estaba dormida, por un rato, entendiendo que la que se despertaba era otra revista, donde la mujer no sólo era protagonista a través del cuerpo, donde los bailarines desplegaban un virtuosismo ya no basado únicamente en lo estético, donde las vedettes tenían una participación de mayor lucimiento, bailando, cantando y actuando. Por lo tanto, modificamos la estructura clásica, convirtiéndola en un gran show que tenía que ver más con el music hall, con grandes efectos especiales, como coreografías acuáticas, con puestas renovadas y con importantes plantas de luces.

Lo que sí mantuvimos fue la presencia del humor político tanto en sketches como en monólogos. Incluso en los títulos de nuestros shows, como por ejemplo: Nación imposible, Lo que el Turco se llevó, Danza con Cobos, Cristina en el país de las maravillas, El Fondo puede esperar, entre otros.

Nuestros aciertos de producción de aquel momento, reincorporando a grandes figuras como Moria Casán, Antonio Gasalla o Mario Sánchez, invitando a sumarse a otras, como Graciela Borges, Isabel Sarli, Graciela Alfano, a modelos como Ingrid Grudke o Daniela Cardone, a cantantes como Valeria Lynch o Cacho Castaña, poniendo las coreografías a cargo de una primera bailarina como Eleonora Cassano, motivaron que otros productores, viendo el entusiasmo masivo que otra vez se despertaba en el público, se animaran a producir revistas nuevamente, hasta el día de hoy.Celebro que Carmen Barbieri, que es segunda generación en la revista, no sólo mantenga el género, sino que incorpore a artistas jóvenes y se haya animado a dejar la dirección en manos de Federico Bal, que desde la cuna, tanto a través de ella como de Santiago Bal, uno de grandes referentes del teatro y del humor, ha podido nutrirse y hoy le aporta innovaciones y una mirada fresca.Quizá la revista de hoy no está tan basada en el humor político, pero es el desafío de los creativos y los productores que deberán descubrir si la revista del mañana seguirá el camino de un show más tecnológico, o gracias a los gobiernos, a los políticos, a los escándalos, a los vaivenes de nuestra historia volverá a resurgir aquel estilo en el que, por medio de la ironía y el humor, se dice lo que el público necesita oír para superar los males de estos difíciles tiempos que corren.

Lo cierto es que el teatro se renueva como la vida. Y la revista, un género tan representativo de nuestra cultura, seguirá viva, como sigue vivo en mí el recuerdo de mi debut en el Tabarís. Todavía me parece escuchar la voz de Romio, el acomodador del teatro, que salía a la vereda y gritaba: “¡Adentro, por favor! ¡Está comenzando la tercera función!”.

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