Por María Mercedes Di Benedetto. El autor Alberto Migré definía así al radioteatro: “Es el libro que a lo mejor no leés nunca en tu vida. Es la película o la función de teatro de la que no podés adquirir la entrada. Llega de extremo a extremo del país, a todas partes”.
El radioteatro había nacido casi junto a la radiofonía y creció con fuerza durante los años 30. En 1931, Chispazos de tradición, con textos del español González Pulido –muy criticado por los intelectuales–, resultó un éxito tal que la revista Antena tuvo que dedicarle toda una página para recibir las muestras de afecto popular: “Correo de Chispazos”.
En 1935 comenzaron las transmisiones de LR1 El Mundo. Su edificio fue concebido según un ambicioso modelo: la BBC de Londres. En los estudios de Maipú 555 se colocaron 65 magnetófonos, 111 micrófonos y un potente equipo de aire acondicionado inusual para la época. El sistema distribuía una luz uniforme, sin sombras, permitiendo leer sin dificultad desde cualquier ángulo. El estudio A tenía capacidad para 150 ejecutantes y 500 espectadores.
Surgió también un nuevo oficio: el sonidista de sala. Desplegaba recursos simples pero efectivos: tacos de madera para imitar una marcha militar, sopapas agitando el agua de un recipiente (la vieja y desmerecida palangana, bah) para figurar un mar embravecido, chapas de metal simulando espadas y dos mitades de coco sobre pedregullo imitando el trote de los caballos.
Las mujeres suspiran por los galanes, se enamoran de Oscar Casco y son fieles oyentes de los radioteatros llamados “jaboneros” (auspiciados por las empresas fabricantes de jabones para lavar y de tocador); tanto, que una madre insiste en llamar “Palmolive” a su bebé, pero sólo logra que el Registro Civil le acepte a regañadientes un decoroso y apocopado “Palmo”. Los villanos, en cambio, son insultados e incluso hospitalizados por causa de los indignados oyentes. “Mi papá –cuenta Lucía, hija de Pablo Racioppi– hacía un ‘malo’ que se llamaba Racedo. Cuando matan al personaje, un hombre entre el público no pudo contenerse y gritó con un profundo sentimiento de justicia: ‘¡Cagaste, Racedo!’.”
Éxitos inolvidables: El león de Francia, Peter Fox lo sabía –un detective interpretado por José Tresenza– y una familia que durante 22 años tuvo todos los días un nuevo contratiempo y también una nueva emoción, por lo que el saber popular acuñó la frase que sobrevivió al mismo radioteatro: “¡Vos tenés más problemas que los Pérez García!”. No faltarán tampoco adaptaciones de Balzac, Tolstói, Dickens y Victor Hugo. Pedro López Lagar e Hilda Bernard hacen Cumbres borrascosas, y las Veladas de Gala Atkinsons tienen como pareja estelar a Mecha Ortiz y Jorge Salcedo. Las grandes tiendas y los cines se obligan a incorporar parlantes a fin de captar nuevamente a la clientela ausente, que prefería quedarse en casa a escuchar su novela favorita.
TAMBIÉN PARA LOS CHICOS
Los primeros radioteatros para niños datan de 1925, luego llegarían Simbad el marino, La pandilla Marilyn o Burton, el motociclista. Pero el real auge de la ficción infantil sería, en la década del 50, Tarzán de la selva, por Splendid, con César Llanos, Mabel Landó y Oscar Rovito. Su éxito impulsó la aparición de otros ciclos, como Poncho negro, Sandokán, Batman y Buffalo Bill.
Mecha Caus –la actriz de todos los hogares–, Olga Casares Pearson, Susy Kent, Hilda Bernard, Carmen Valdés, Celia Juárez, Blanca del Prado, Elsa Piuselli y muchas otras cubrieron los roles femeninos con sus voces emblemáticas. Laura Piccinini de de la Cárcova, en 1938, se declara la primera y única mujer en el mundo en dirigir una radiodifusora. Se trata de LR 10 Radio Cultura de Buenos Aires.
Para los años 50, las producciones comienzan a tener en cuenta al target femenino no sólo para las historias de amor: en esta etapa la mujer logra su derecho al voto y se concientiza como trabajadora, defendiendo sus reivindicaciones obreras. María Eva Duarte, en ese salto de heroína de radioteatro a mito de carne y hueso, tuvo, asombrosamente, un mismo libretista: Francisco Muñoz Azpiri, que escribió parte del ciclo sobre Mujeres Ejemplares de la Historia y también redactó muchos de sus discursos políticos: el primero en 1946, para un acto en apoyo a la candidatura de Perón.
Se ha acusado a la televisión por la desaparición del género, sin embargo, otros factores dieron la estocada final. En los años 60, bajo Onganía y de la mano de Federico Frischknecht, en Maipú 555 se hacinan cinco emisoras amargamente desmanteladas, ahora fáciles de controlar ideológicamente, con muchos despidos y un sensible abaratamiento de los costos. El gobierno de facto pone fin abruptamente al género radioteatral por “anticultural” y “antieducativo”, luego de tres décadas de gloria ininterrumpida. Un minuto de silencio por las muchas historias que quedaron sin ser contadas.
¿Continuará? Finalmente, sacudiéndonos el tufillo a naftalina que parece rodear al término “radioteatro”, podríamos aventurar el futuro del género. ¿Habrá llegado la hora de construir y reflejar nuestra identidad a través de un medio que es mucho más masivo que el teatro, mucho más módico que el cine y mucho más sugerente que la pantalla televisiva? El pasado Día Mundial de la Radio, en España, diferentes personalidades del medio afirmaron que en este nuevo ecosistema radiofónico las ficciones para escuchar, ya adaptadas al desarrollo tecnológico, vivirán una segunda edad de oro, atraerán a los jóvenes y revitalizarán la creatividad radial estancada durante décadas.
Brindemos por ello.