El nombre, la vida, la obra de Teresa Parodi van indisolublemente unidos a estas cuatro décadas de democracia en la Argentina. No solo porque es casi la misma cantidad de años la que lleva publicando discos (Desde Corrientes, el primero, es de 1981), sino porque en cada uno de ellos, que son 28 a la fecha, hay alguna canción, algún mensaje, alguna fuerte apuesta de la cantautora correntina por la libertad. Por la verdadera libertad. “Durante estas cuatro décadas hemos hablado, hemos cantado, les hemos pasado el legado a las nuevas generaciones, y hemos reafirmado la necesidad como pueblo de vivir en democracia, con toda la libertad y la inclusión posible”, manifiesta Parodi a Caras y Caretas. Ella que, además, estrenó el rol de ministra de Cultura, luego de que Cristina Fernández creara el ministerio en 2014; dirigió el Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHi) durante seis años, y recibió en 2011 el Premio Nacional de las Artes, gracias a una de las canciones emblema de la lucha por la democracia: “Aún caminan conmigo”. “Este es un tema clave porque viene a decir que ni desapareciendo los desaparecieron, que los desaparecidos quedaron grabados en la lucha del pueblo. Creo que, junto con ‘La canción es urgente’ y ‘El otro país’, son tres de mis canciones que conservan una vigencia total en este contexto.”
–Contexto en el que prolifera un discurso negacionista impensado años atrás. ¿Qué te provoca este clima enrarecido?
–Impotencia y dolor. Si bien es un discurso que siempre estuvo, ahora tiene una visibilidad agresiva y poderosa. El dolor que siento tiene que ver con la pérdida que tuvo este país de varias generaciones maravillosas para consolidar la democracia y construir un mundo diferente, en el que nunca más hubiera terrorismo de Estado. La verdad es que es casi inaceptable que haya voces que se levanten para aplaudir el negacionismo. De todas formas, creo que no son mayoría. Se trata de un sector delimitado que ahora tiene como una especie de “permiso” para provocar.
¿A qué atribuís esta avanzada de odio?
–A que la ultraderecha avanzó en el mundo, propiciada por el discurso mediático, a través de la instalación de determinados mensajes destructores contra los gobiernos nacionales y populares en Latinoamérica y contra los gobiernos progresistas en otras partes del mundo. Es un discurso que defiende los intereses del poder económico y que ha ganado los medios. Un pensamiento que creíamos archivado y no es así, tal vez porque la historia es circular.
–Pese a la contundencia con que, al menos durante ciertos períodos de estos 40 años, se intentó no solo mantener sino también profundizar la democracia. ¿Cuáles fueron para vos los hechos más importantes, en este sentido?
–Uno fue sin duda el Juicio a la Juntas, aunque después, con las leyes de Obediencia Debida y el Punto Final, reapareció la debilidad democrática de aquellos primeros años. Otro hito fue cuando Néstor Kirchner ordenó bajar los cuadros y se entregó ese lugar de horror que fue la ESMA a los organismos de derechos humanos. Y siempre son momentos importantísimos cada vez que las Abuelas encuentran un nieto.
–¿Y en lo musical?
–Un poco antes de la recuperación de la democracia, Mercedes Sosa hizo una serie de conciertos en el Ópera que marcó un momento histórico importante. Después, esos conciertos que se hacían en plazas y espacios públicos, en los que la gente salía a abrazarse, a encontrarse con la música. Salía de las sombras para encontrarse con la libertad. Digamos que se corrió el velo de la oscuridad y apareció la música en todo su esplendor, porque el arte siempre es un refugio, un espacio en el que los pueblos se expresan a sí mismos.
–A propósito, en 2003 publicaste un disco cuyo nombre pintaba tu estado de ánimo entonces: Soy feliz. ¿Lo seguís siendo hoy, pese a todo?
–Sí, porque tuve y tengo por qué, para quién y con quién luchar. Sigo creyendo que un mundo mejor es posible, y sigo teniendo ganas de aportar en ese sentido, porque estoy viendo en lo personal, en mis nietos y mi familia, la convicción y el amor por la música que logré inculcar en ellos, directa e indirectamente. Se tomó ese sentimiento, y se contagió esa posta más allá de las vicisitudes, más allá de los peligros que atravesamos hoy. No hay un solo día en mi vida en que no tenga esperanza. Ella es el gran motor de mi vida, porque puedo dar amor y lo recibo, más allá del odio agresivo imperante. Ser feliz en un estado de plenitud. Vuelvo a elegir, y elijo luchar por lo que pienso, con más fuerza que nunca.
–Tu último disco es Después de todo. ¿En qué aspectos sintoniza con lo que acabás de decir?
–En que es un disco de mucha introspección. Haberlo escrito y grabado en pandemia hizo que volviera a la íntima conexión con el paisaje y la memoria musical del litoral, por ejemplo, que está muy instalado en mí. Grabarlo fue liberador, porque regresé a mi naturaleza, a mi más fuerte raíz, y sigo en este camino, porque estoy grabando un disco con mis hijos y nietos que se llama, precisamente, Retrato de familia, cuyo fin es acentuar la identidad, la raíz y la relación con una idea de país, y de patria chica y grande. Es muy enriquecedor dar batallas por y con los demás.
–¿Para qué son estos 40 años, Teresa?
–Para celebrar y festejar después de tanta lucha. Yo, vaya coincidencia, el año que viene cumplo 40 años de haber ganado el premio consagración en Cosquín, y creo que no es casual que mi canción haya aparecido aquel año de recuperación. Creo que mi canción tiene los años de esta democracia que supimos cristalizar de forma definitiva, después de tanto dolor y lucha de los 30 mil, y de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, que nos llevaron camino derecho a la recuperación de la democracia, yendo ellas adelante, como un faro iluminando el camino. Por eso siempre digo que urge militar nuestro pensamiento político. Nunca hay que considerar que no se puede volver atrás con ciertos logros, porque a veces estos parecen tan naturales que ni siquiera se sabe lo que costó conseguirlos.