Vidas cruzadas las de Mariano Moreno y Cornelio Saavedra. En los primeros años del siglo XIX, Moreno defendía a los indígenas y demandaba al obispo Lué, mientras Saavedra era funcionario del Cabildo hasta que las Invasiones inglesas lo convirtieron en militar y jefe del Regimiento de Patricios.
Moreno participó del motín de Martín de Álzaga contra Liniers el 10 de enero de 1809, pensando que instalar una Junta, aún con predominio hispano, era un paso en el camino de la independencia. Saavedra, al frente de las tropas, garantizó la continuidad de Liniers y el fracaso del motín. Moreno redactó la Representación de los Hacendados y Labradores que firmó José de la Rosa y obtuvo la libertad de comercio que rompía con el monopolio de los comerciantes españoles y la fructífera promoción del contrabando que enriquecía a muchas familias de Buenos Aires.
OPORTUNIDAD Y FRACASO
Saavedra esperaba su oportunidad. Moreno lamentó el fracaso del levantamiento del Alto Perú de mayo de 1809, sofocado en sangre. Saavedra aguardaba a que las brevas estuvieran maduras… Mayo de 1810 los reunió. La caída de la Junta Central de España marcó el momento de hacer valer los derechos de los criollos. Ambos participaron del Cabildo Abierto del 22 de mayo, donde Castelli abogó por el derecho de los criollos a gobernarse y el obispo Lué reafirmó los derechos de Fernando VII. Saavedra votó para que el poder pasara de Cisneros al Cabildo hasta que eligiera una Junta. Moreno sentía que el Cabildo los traicionaría, lo que ocurrió el 23, cuando se resolvió que Cisneros continuara al mando hasta que se formase la Junta.
Los jefes criollos se opusieron. El Cabildo insistió y el 24 designó a Cisneros como presidente de una junta, acompañado por el cura Solá, el comerciante Incháurregui, Juan José Castelli y Cornelio Saavedra.
El pueblo acudió a la plaza convocado por French y Beruti, mientras Moreno arengaba a los Patricios y Castelli renunciaba, forzando a los restantes designados a acompañarlo.
Vencidos Cisneros y el Cabildo, el 25 se conformó la Primera Junta: Saavedra, presidente; Castelli, Belgrano, Alberdi, Azcuénaga, Larrea y Matheu, vocales, y Paso y Moreno como secretarios. Juraron en nombre de Fernando VII, máscara o misterio que obedecía a la necesidad de impedir un ataque de portugueses e ingleses y ganar tiempo para afianzar el nuevo poder.
Moreno creó la Gazeta de Buenos-Ayres, impulsó el reemplazo de toda autoridad contraria al nuevo orden, diseñó el Plan de Operaciones, ordenó imprimir El contrato social de Rousseau y presentó un proyecto de Constitución federal, inspirada en la de Estados Unidos. Desde Córdoba, Liniers planeaba la contrarrevolución. Moreno ordenó su captura y muerte y la de quienes lo acompañaban. Castelli cumplió la orden. Saavedra se identificaba con quienes entendían los sucesos de Mayo como un cambio de funcionarios que reemplazaba a los peninsulares por los criollos. De esa manera, el frente patriota que había llevado a cabo la Revolución se dividía, preanunciando las distintas posturas que existirían en la escena política del país de ahí en más.
Trataba de limitar al secretario y sus seguidores. Así, Castelli dejaba la conducción política del Ejército del Norte y pasaba a tener funciones administrativas. El 7 de noviembre, los patriotas vencieron en Suipacha, camino al Alto Perú. El 5 de diciembre en un agasajo, Atanasio Duarte, un oficial pasado de copas, brindó por Saavedra como emperador de América. Moreno redactó el Decreto de Supresión de Honores estableciendo la igualdad entre los miembros de la Junta.
Saavedra contraatacó incorporando representantes del interior, elegidos por la parte principal y más sana del vecindario y no por todos los vecinos, como planteaba Moreno. Llegados nueve diputados electos de tal manera, se votó por su incorporación a la Junta. Solo Paso acompañó a Moreno en el rechazo.
RENUNCIA Y PERSECUCIÓN
Moreno se vio obligado a renunciar. Saavedra dijo en carta a Chiclana que había conseguido lo que se propuso: el repudio de los sensatos a ese demonio del infierno que quería adoptar un sistema robesperriano. Ya lord Strangford, embajador británico en Brasil, se había quejado del rumbo jacobino de la revolución. La misma preocupación expresaba la corte portuguesa. Moreno partió en una misión a Brasil e Inglaterra a fines de enero de 1811, acompañado de su hermano Manuel y de Tomás Guido. Embarcó en una fragata inglesa, la Fama, que capitaneaba George Stephenson y que se desplazaba lentamente. Se sintió mareado, y el capitán entonces le administró cuatro granos de antimonio tartarizado, equivalentes a 20 gramos. La farmacología indica que 0,15 gramos pueden originar una dosis mortal.
Días antes, la esposa de Moreno, Guadalupe, había recibido un paquete con un velo negro y un abanico de luto, con una nota que le avisaba que iba a enviudar. Moreno entendió que iba a morir. Enfrentó la situación, según su hermano, con la paciencia de Sócrates, el filósofo griego muerto por la cicuta. Dio instrucciones a sus secretarios y expresó: “¡Viva la Patria, aunque yo perezca!”. Falleció el 4 de marzo de 1811 y su cuerpo fue arrojado al mar frente a las costas de Santa Catalina. Saavedra, al enterarse, exclamó: “Se necesitaba tanta agua para apagar tanto fuego”. Ese año, Belgrano y Castelli fueron juzgados, y se quemaron los ejemplares de El contrato social.
La revolución devoraba a sus mejores hijos, y un hilo conductor comenzaba a marcar su trágico rumbo en nuestra historia: eliminar al disidente para resolver los conflictos.