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Caras y Caretas

           

Un largo y liberador regreso a casa

Las experiencias de Mariana y los mellizos Reggiardo Tolosa son apenas tres muestras de lo difícil que puede ser a veces darse cuenta del engaño y asumir la realidad. Sin embargo, también revelan que siempre es mejor vivir con la verdad.

DE APROPIADOS A RECUPERADOS

Los ojos de Mariana Zaffaroni Islas fueron los más mirados del Uruguay. Les dedicaron poemas, canciones y hasta una película. Su foto fue símbolo de la búsqueda de los bebés robados durante la última dictadura militar a ambas orillas del Río de la Plata.
Cuando Abuelas la localizó en 1983 era Daniela, una niña apropiada por el ex agente de la Secretaría de Inteligencia Miguel Ángel Furci, encargado del centro clandestino Automotores Orletti, último lugar donde se vio con vida a muchos uruguayos, entre ellos al papá de Mariana, Jorge, y a su mamá, María Emilia, embarazada de tres meses.
Como el ex policía Samuel Miara, apropiador de los mellizos Reggiardo Tolosa, los Furci se fugaron a Paraguay y regresaron clandestinos dos años más tarde. Cuando volvieron a localizarlos, la niña ya era adolescente y se difundió una carta pública en contra de la restitución. La escribió Furci pero hizo que la firmara ella. “Equivocada o no, quería seguir con esa familia con la que había estado tantos años”, recuerda.
Mariana supo quién era justo después de la traumática y mediática restitución de Matías y Gonzalo Reggiardo Tolosa. El juez Roberto Marquevich les dio la guarda legal compartida a una tía que vivía en Uruguay y a una “tía” de crianza en la Argentina.
Recién diecinueve años después decidió festejar su cumpleaños en la fecha real de su nacimiento. Un año no celebró y al siguiente fue tajante: “Festejo el 22 de marzo”. Le costó mucho más cambiar su nombre, y mientras en los papeles escribía “Mariana Zaffaroni Islas”, sus amigos y conocidos la llamaban “Daniela”. “El que más me ayudó fue mi marido”, reconoce. Daniel le decía “Zaffa”. Lo copiaron los más cercanos. Y un día ella pidió el cambio.
El vínculo con la familia uruguaya se construyó de a poco. Fue más tirante con su abuela María Ester Gatti, reconocida militante por los derechos humanos y apremiada por transmitirle la historia de sus padres. La entendió recién cuando fue madre. Y cambió definitivamente la relación con el nacimiento de su primera hija, cuando los Zaffaroni y los Gatti la visitaron en su casa y en lugar de hablar del pasado celebraron el nacimiento.
“Empecé a relacionarme con ellos como familia”, cuenta sobre ese momento y sobre otro que por lo simple fue importante: el almuerzo en el que pidió panqueques como postre. Su abuela paterna se emocionó y le dijo que, cuando era pequeño, su papá se le metía en la cama a la mañana. “Haceme panqueques, mamá”, le rogaba.
“Al principio no quería saber nada, me tuvieron paciencia”, agrega sobre su rechazo inicial y sobre cómo le explicaban desde Uruguay la necesidad urgente por tener su afecto.
Hoy Mariana Zaffaroni Islas es abogada, docente universitaria, investigadora histórica (siendo ella misma parte de la historia reciente), mamá de tres hijos y vocera a través de su testimonio de lo liberadora que es la verdad. Grabó spots para Abuelas de Plaza de Mayo, da charlas en colegios y con un vínculo distante, esporádicamente visita a Furci, condenado a 25 años por delitos de lesa humanidad. Dos o tres veces al año viaja al Uruguay a visitar a sus parientes. Allí además publicó y presentó su primer libro: Historia del siglo XX contada para todos. Tomo 1 – La Gran Guerra y la Revolución rusa.
Dueña de aquellos ojos tan buscados en Uruguay, en 2009 Mariana encabezó junto a su abuela materna la Marcha del Silencio que cada 20 de mayo recuerda a los detenidos desaparecidos durante la última dictadura en la región.
Esa noche, María Ester se sostenía del brazo de su nieta que llevaba en sus manos la foto de María Emilia. “Me buscaron a mí, ahora tengo que buscar yo”, dijo en una entrevista sobre la posibilidad de que en cautiverio haya nacido su hermana o hermano.
La foto de Mariana me inspiró en parte a escribir De vuelta a casa. Historias de nietos restituidos. Sin embargo la conocí recién al presentarlo en Montevideo a principios de 2009. Fue su primera aparición pública.

EL “CASO MIARA”

En ese contexto conversó con varios nietos, entre ellos Matías Reggiardo Tolosa, que también había viajado a Uruguay. Matías había participado en la primera presentación del libro en el teatro La Máscara de San Telmo, en 2008. En público, pidió disculpas a Abuelas de Plaza de Mayo por haberlas rechazado después de la traumática restitución en los años 90. Lo abrazaron, y tras el acto me dijo que ese abrazo había sido sanador. Después llamó a sus tíos y reconstruyó el vínculo que había quedado trunco. Con su mellizo Gonzalo declararon en los juicios de La Plata sobre el centro La Cacha donde nacieron. Tienen grandes diferencias sobre la agrietada política argentina, pero no sobre su identidad y restitución.
Los dos son papás. Matías de un varón y Gonzalo de una nena. Gonzalo volvió a casarse. Se enamoró de otra nieta, Ximena Vicario, una de las primeras en ser restituidas.
Matías se mudó primero a Santa Fe, se casó con una periodista rosarina, María Coda, trabajó en el Banco Provincia en el puesto de su papá, y ahora acaban de mudarse a Italia para empezar una nueva vida.
Las idas y venidas muestran a los mellizos con profundas coincidencias cuando hablan sobre su identidad. También sobre lo que siempre necesitaron y no consiguieron: que Samuel Miara y Beatriz Castillo les dijeran la verdad. Murieron sin aportarles datos sobre María Rosa Tolosa y Juan Enrique Reggiardo. “Nunca admitieron nada”, repite Gonzalo.
Castillo falleció en 2018 y Miara murió condenado por otros delitos de lesa humanidad el día de su cumpleaños número 75, el 17 de abril de 2019.
Con su tío Eduardo Tolosa, aquel de cuya casa se escapaban cuando 30 años atrás rechazaban la restitución, pudieron revincularse con mucho cariño. La relación es fluida con él, con su tía Lita y con su tía Estela, que vive en Estados Unidos. Lo mismo con sus primos.
Hasta hace unos años, Gonzalo tenía en su billetera la foto de su mamá. Ahora lleva dos fotos de sus amores presentes, Ximena y su hija adolescente. “Con el paso de los años pude conocer mucho más de quiénes eran mis papás y ahora puedo hablar con mi hija sobre ellos y sobre mí”, cuenta con visible alivio.
En diciembre, como otras veces, acompañó a las Abuelas en el anuncio de la restitución número 131. “Siempre digo que no hay tiempo, que las abuelas están grandes”, advierte a quienes tengan dudas.
Los mellizos no saben con certeza qué día nacieron. Los Miara les dijeron que su cumpleaños era el 16 de mayo. Por los datos que tienen, habrían nacido el 27 de abril del año 1977. Gonzalo festeja ese día. Matías también.

Escrito por
Analía Argento
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