Es una de esas raras excepciones en las que la trayectoria artística de actriz y cantante conjuga el prestigio con la popularidad. Su repertorio combina diversos géneros, como el folklore, la balada, el tango, el pop, la ópera y las canciones de protesta y profundo compromiso social. Julia Zenko también ha prestado su singular y dulce voz al séptimo arte en películas paradigmáticas argentinas: Los pasajeros del jardín, Pubis angelical, Señora de nadie y No toquen a la nena, entre otras. Ganadora de premios nacionales e internacionales, se declara admiradora de la obra de María Elena Walsh.
–¿Cuál es el primer recuerdo que tenés de María Elena?
–Mi primer recuerdo es la canción “Manuelita la tortuga”. Mi infancia, la escuela… Es un recuerdo muy dulce. Como a tantas niñas y niños de mi generación –y presumo que será así por varias generaciones–, me marcó la historia de la tortuga que vivía en Pehuajó. Sé que no soy muy original, pero ¿quién no cantó alguna vez “Manuelita…”? Cuando fuimos niñas, niños, cuando se la cantamos a nuestras hijas e hijos. Con María Elena pasa como con Alicia en el país de las maravillas, que está tan presente en su obra. Puede ser consumida y apreciada por diferentes públicos porque tiene múltiples intertextualidades: se lee de diferentes maneras según el momento de la vida en el cual se esté. Por eso, las canciones de María Elena las escuchamos y emocionan a lo largo de toda la vida. Como las mejores experiencias, se transmiten de forma oral las letras que escribió esta talentosa mujer.
–¿Cuándo y en qué circunstancias la conociste personalmente?
–La conocí personalmente cuando me convocaron para cantar sus canciones en un programa de televisión que dirigía María Herminia Avellaneda en 1987, Requetepillos, por ATC. Fue una experiencia bastante inusual y una serie atípica dirigida al público infantil, pero que nuevamente también captaba a la gente adulta. María Elena era la guionista y en el programa se mezclaban diferentes personajes de sus canciones y de su universo: Claudio Gallardou hacía el personaje de Bambuco, Carola Reyna era Doña Disparate y Nora Zinski personificaba a Manuelita. Yo interpretaba las canciones. Era un verdadero lujo. María Elena me recibió y fui a su casa. Fue un encuentro muy amoroso.
–¿Qué influencias tuvo en tu propio arte?
–Yo grabé dos discos con sus canciones: Requetepillos y El remedio es cantar. El primero, con el cancionero del programa de televisión, y el segundo fue el nombre que le puse a un hermoso espectáculo que armé a partir del mundo de María Elena. El productor de ese espectáculo era Fabián Matus, el hijo de Mercedes Sosa. Con respecto a El remedio es cantar, tengo una anécdota: estando embarazada de mi segunda hija, Elis, yo estaba haciendo funciones en el teatro Astral. La última función iba a ser registrada en video, pero tuve que suspender ya que rompí bolsa y nació Elis en forma prematura, con siete meses y medio. Era el 30 de octubre de 1989. Yo también nací un 30 de octubre, y esa fecha, desde 1983, es paradigmática para la democracia en la Argentina porque volvimos a votar después del terrorismo de Estado. De manera que, así como me acompañó en la niñez, María Elena me acompañó también en ese momento tan feliz y fundamental en mi vida. A su vez, María Elena está asociada a la democracia por sus canciones de protesta y por La cigarra, ese programa paradigmático de la transición que condujo con María Herminia Avellaneda y Susana Rinaldi.
–Si tuvieras que elegir un par de canciones de María Elena por ser significativas en tu carrera o en tu vida, ¿cuáles serían?
–Si tuviera que elegir solo dos canciones de María Elena –aunque por supuesto es muy difícil solo dos, tratándose de una artista de su envergadura–, serían “Como la cigarra” y “La pájara Pinta”. Cada una a su manera habla de la libertad. “Como la cigarra” es una hermosa canción muy profunda y sentida que no puede dejar de emocionarme. ¿A quién no? Fue publicada por primera vez en 1973 y más tarde se transformó en un símbolo de la resistencia a la dictadura, cuando fue censurada por los militares. Igual se seguía cantando en los cafés y los bares. “La pájara Pinta” es anterior, creo que de la década de los sesenta, pero tiene una extraordinaria vigencia. No solo habla de ser libres, habla de la ecología, de los sentimientos, de la importancia de todas las vidas.
–¿Qué influencia tuvo María Elena en tu carrera?
–Admiro a todas las personas que luchan por los derechos humanos. Y que tienen la valentía de poner el cuerpo en esas defensas. Hablar de la libertad en el amor, de la justicia social. De la libertad de pensamiento político y humano. Yo trato de apoyar todas esas causas a través de las canciones que interpreto. En ese sentido, trato de seguir el ejemplo de María Elena. Por suerte, me toca vivir una época en donde, a pesar de pensamientos retrógrados de algunos, avanzamos con los temas de igualdad, diversidad y justicia social.
–¿Qué es lo que más recordás de María Elena?
–Agradezco a la vida tener entre mis recuerdos cada uno de esos encuentros con María Elena. Siempre me decía cosas hermosas de mi canto. Es una artista que está en el corazón de grandes y chicos con sus libros, canciones y esa forma tan especial de jugar con nuestra imaginación.