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Caras y Caretas

           

Los orígenes de la guerrilla en Argentina

Ilustración: Emiliano Raspante
Ilustración: Emiliano Raspante

Los procesos revolucionarios de Vietnam, Argelia y Cuba conmovieron la política global a fines de los 50 y principios de los 60. La proscripción del peronismo en nuestro país también potenció diversas estrategias insurreccionales.

El ejercicio de la política, la protesta e insurgencia de los sectores populares en términos de acción directa tiene vieja data en nuestro país y estuvo presente, con distintos grados de organización y virulencia, desde el surgimiento mismo del Estado nacional moderno. Pero será a partir de la pos Segunda Guerra Mundial cuando este ejercicio adquirió características particulares, en un marco internacional signado por la multiplicación de los procesos de liberación nacional en África y Asia y, a nivel regional, por la emergencia de procesos populistas y nacionalistas en la Argentina, Brasil y Bolivia, todos ellos de enorme trascendencia en sus postulados y actuaciones reformistas hasta entonces desconocidas.

A fines de la década de 1950 e inicios de la de 1960, varios procesos revolucionarios conmovieron la política mundial. Vietnam, Argelia y Cuba demostraron en acto que la revolución social podía ser una realidad, que el imperio podía ser derrotado y las fuerzas populares tomar en sus manos los destinos de sus respectivos países. Todos estos procesos triunfantes, además, hicieron de la lucha armada uno de sus pilares.

El triunfo de las fuerzas revolucionarias no fue el único resultado de esta convulsión. También se produjo una crisis teórica fenomenal en las dirigencias revolucionarias del mundo, especialmente en el socialismo reformista y el comunismo soviético. Los primeros, apostando a un gradualismo que llevaría mejoras a la población a través del parlamentarismo, en una suerte de derrame legislativo-social que requería tiempo. Los segundos, apelando a la espera para desencadenar el proceso revolucionario, destacando que si bien las condiciones objetivas estaban dadas (la crisis del capitalismo), faltaban las condiciones subjetivas (la consolidación de los partidos comunistas como dirección), apostando, en el mientras tanto, a una coexistencia pacífica con el imperialismo. Los procesos en Vietnam, Argelia y Cuba dinamitaron estas posturas, poniendo en valor la toma del poder inminente. Desde entonces, la revolución y los procesos de liberación nacional volvieron a ser un ejercicio posible, objetivo que hizo propio la llamada Nueva Izquierda, una militancia fuertemente influenciada por los éxitos revolucionarios, sumando como principal insumo la acción armada como despertador de conciencias en la lucha por el poder. El militante-combatiente emergió entonces como un reformador social y máxima representación de un anticipatorio Hombre Nuevo.

DERROCAMIENTO DE PERÓN

En la Argentina, el derrocamiento del gobierno de Juan Domingo Perón por los autodenominados “libertadores” implicó un proceso popular de resistencia que se extendió por todo el país con manifestaciones, sabotajes y acciones armadas de baja intensidad pero de enorme repercusión política, social y cultural. Una de las experiencias más radicalizadas de esta resistencia fue protagonizada por el Comando 17 de Octubre, que, sostenido por un trabajo político en las barriadas de Tucumán y Santiago del Estero, dio a luz a la primera experiencia guerrillera en el país: la toma de la comisaría de Frías (Santiago del Estero). En la navidad de 1959, Félix Serravalle condujo el operativo al frente de unos 30 guerrilleros oriundos de Tucumán y Santiago del Estero, identificados como Uturuncos, logrando llevarse armas, municiones y uniformes sin que se produjeran víctimas. La operación debía ser la señal de despliegue de una serie de acciones militares, sindicales y políticas con vistas a acelerar el regreso del general Perón. Nada de ello ocurrió y los Uturuncos, internados solitariamente en la selva tucumana, vieron reducir sus fuerzas hasta desaparecer tras la detención de un puñado de ellos.

Para la misma época, un pequeño grupo de militantes de Praxis, organización animada por Silvio Frondizi, se desprendió de esta, influenciado especialmente por la Revolución cubana, con la intención de organizar, en el mayor secretismo, una vanguardia militar, una suerte de estado mayor para dirigir una insurrección revolucionaria. Será el origen de las Fuerzas Argentinas de Liberación (FAL), que recién en agosto de 1963 realizó su primera acción: el asalto al Instituto Geográfico Militar, del que se llevaron una importante cantidad de armas, sin dejar rastros ni firma de la operación.

También secretamente, desde 1962, se organizó una operatoria con sello cubano: dirigida por Jorge Ricardo Masetti, fundador de Prensa Latina y estrecho colaborador del Che Guevara, su Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) se instaló en la yunga salteña con el objetivo de operar militarmente. La experiencia contó con una logística estructurada en La Habana y una tropa de entusiastas cordobeses y universitarios porteños, asistidos en la conducción por dos lugartenientes del Che en su campaña en Sierra Maestra. Comenzó a operar durante el gobierno constitucional de Illia y sucumbió en abril de 1964 en un palmario fracaso, con varios guerrilleros muertos, dos de ellos en un enfrentamiento con la Gendarmería nacional, y dos desaparecidos, entre ellos el propio Masetti. El resto de la columna fue apresado y cumplió varios años de cárcel efectiva.

REVOLUCIÓN NACIONAL

No se había silenciado el eco de la intentona guevarista cuando en julio del mismo año una explosión en un departamento de la calle Posadas, en la Capital Federal, reveló las actividades de las Fuerzas Argentinas de la Revolución Nacional (FARN), conducidas por Ángel Bengochea, el Vasco, quien murió en el estallido. El Vasco, ex militante trotskista de la organización Palabra Obrera, dirigida por Nahuel Moreno, había estado con unos pocos militantes haciendo entrenamiento en Cuba, donde terminó adhiriendo a la militancia armada. Su objetivo fue establecer una guerrilla tanto en el ámbito rural como en el urbano, teniendo como principal eje de actuación política la franja fabril que unía la Capital con Santa Fe, y de esta hacia Córdoba y Tucumán. La manipulación errada de explosivos clausuró el intento guerrillero.

Aunque con variadas estrategias y tradiciones políticas, en el período actuaron también, entre otros, diversos grupos de la Resistencia Peronista, el MNR Tacuara, que protagonizó el asalto al Policlínico Bancario, y comandos innominados que generaron acciones de gran audacia, como el asalto a un puesto aeronáutico en 1960, para robar armas por parte de grupos juveniles peronistas, entre los que se contaban Gustavo Rearte, Envar El Kadri, Jorge Eduardo Rulli y Felipe Vallese, entre otros.

Esta primera sucesión de tentativas guerrilleras dejó un balance desalentador, y sus limitaciones y fracasos implicaron la clausura de una primera etapa de la lucha armada en nuestro país, signada por la experimentación de prácticas político-militares alrededor de diversas estrategias: Uturuncos, combinando la acción guerrillera con la rebeldía de un sector de las Fuerzas Armadas a favor del regreso del general Perón; el EGP, conformando una típica guerrilla foquista, nómade y rural; las FARN de Bengochea, finalmente, con un proyecto que pretendió combinar la guerrilla urbana con la rural.

No obstante estos fracasos, varios elementos confluyeron para sostener la práctica armada, planteando la cuestión del poder y los métodos de acción directa. La creciente influencia de la Revolución cubana dejó abierta la gestación de renovados intentos, y pertinazmente se cristalizó un nuevo período en la concepción y organización de la guerrilla urbana al calor de la protesta e insurgencia obrera y el trabajo político en los más diversos frentes. Cinco años después de aquellos primeros pasos, el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y Montoneros ya habían comenzado su andar.

Escrito por
Gabriel Rot
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