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Caras y Caretas

           

El verdadero romántico

Ilustración: Héctor Méndez
Ilustración: Héctor Méndez

Favio fue uno de los precursores de la balada latinoamericana y le encontró un tono propio e inconfundible. Su éxito fue arrasador y su legado como cantautor sigue vivo.

La pasión y la intensidad con que Leonardo Favio hacía sus películas también son la base de sus canciones. Hay dudas sobre si le gustaba tanto esa carrera como la otra, aunque él mismo las desmentía. Lo cierto es que triunfó cantando y era adorado en toda América latina, tanto que es considerado un emblema de la canción romántica latinoamericana.

Hay unas imágenes del Festival de Viña del Mar de 1997 en las que queda clara la devoción del público, que se sabía todas las letras de sus clásicos (casi 30 años después), pero, además, se ve que Favio disfrutaba y conocía ese mundo, cuando, por ejemplo, hace referencia al mexicano Juan Gabriel como “ese maravilloso juglar latinoamericano”.

“Vivo permanentemente agradeciéndole a Dios la posibilidad que me ha dado de poder andar por la vida viviendo de una profesión tan bella como es compartir canciones”, dijo en una entrevista en 2002.

La entrega de Favio en la música es la misma que en cualquiera de las facetas de su vida. Solo que la balada romántica es mirada con cierto desdén por algunos sectores y por eso, quizá, su trayectoria como cantante está menos presente que la de cineasta. Al menos en la Argentina.

Y eso que la carrera musical de Favio fue arrolladora. Comenzó en 1968 y duró dos o tres años intensísimos, hasta que dejó todo para dedicarse al cine. Pero la música le permitió más adelante sobrevivir en el exilio con su familia haciendo giras por diversos países de Latinoamérica; desde entonces nunca la abandonó y publicó en total 16 discos.

Favio aprendió a tocar la guitarra de chico y cantaba en las reuniones. Luego empezó a tocar en clubes de mala muerte. Un amigo dijo que lo llevaría a la Botica del Ángel, de Eduardo Bergara Leumann. Y fue allí donde lo vio un ejecutivo de la discográfica CBS que lo invitó a grabar.

IMPACTO ENORME

El primer sencillo, “Quiero la libertad”, no funcionó. Pero el segundo, “Ella ya me olvidó”, tuvo un impacto enorme. De hecho, el primer disco de Favio, Fuiste mía un verano (1968), que contenía ese single, llegó a vender medio millón de copias. Al año siguiente, en el Festival de Viña del Mar, comenzó su proyección internacional.

Era un momento de auge de la industria discográfica argentina. Llegó a vender 45 mil discos por día. Se dice que la fábrica de CBS paró cualquier otra producción y empezó a prensar solo discos de Favio, y que como no daba abasto subcontrató la fábrica de EMI Odeon.

Si bien surgió en la misma época que Sandro, Leo Dan y Palito Ortega, sus canciones tenían algo distinto: un toque más existencialista. Era una especie de trovador. Sus canciones eran románticas y costumbristas (incorporó el “vos” en vez del “tú” y la palabra “piba”), sí, pero más cerca de José Carbajal, “el Sabalero”, y Charles Aznavour que del histrionismo de Sandro.

En un texto de 2014, el escritor Juan José Becerra lo expresa así: Sandro era de “los hombres que lloran”; Favio, de “los hombres que no pueden llorar”.

“Es que Favio no entiende el romanticismo amoroso como una experiencia que haya que ablandar o dejar atrás sino como una percepción fija, de la que experiencia y recuerdo son partes de una misma materia. El juego doloroso vuelve a suceder cada vez que la canción llama ya no a su interpretación sino a la conexión con su verdad profunda”, añade.

Podía hacer una balada kitsch, sí, pero también una canción de protesta. Buscaba testimoniar el llanto y ser memoria, dijo su sobrina, la cantante Luciana Jury, en un recital reciente.

Su manera apasionada de cantar, su estampa de hombre de pueblo, fuerte, con la camisa abierta, los pantalones ajustados, la mirada firme y, más adelante, ese pañuelo gitano en la cabeza, lo convirtieron incluso en un símbolo erótico, aunque su búsqueda nunca fue por ahí.

La música fue además la que le posibilitó encontrarse con Juan Domingo Perón, al que veneraba, en 1971. Durante una gira por España, fue a visitarlo en Puerta de Hierro, y desde entonces ya siempre su militancia peronista quedó unida a su obra.

TERNURA

Luciana Jury, su heredera artística, considera que lo que lo llevó a triunfar en toda Latinoamérica fue la ternura. “En sus letras hay historias de amor que se brindan al tono de la inocencia. Una inocencia que nos toma a veces en la construcción de la ilusión que creamos cuando nos enamoramos.”

“También el color de su voz y lo apasionado en su manera de interpretar. En sus canciones, Leonardo plasmaba la desesperación en su manera de querer. Muchas canciones de Favio tienen estos componentes y creo que el público latinoamericano, sobre todo de aquella época, se identificó con su estilo.”

Lorena Álvarez, periodista que estudia los fenómenos de la cultura de masas, señala: “Leonardo Favio surge en un contexto en el que las discográficas son muy fuertes. Es la misma etapa de Sandro, Palito Ortega, Leo Dan, que triunfan en toda América latina. Hay una película, Pajarito Gómez, de 1965, de Rodolfo Kuhn, que muestra cómo las discográficas inventaban a los cantantes. No estoy de acuerdo con esa visión, pero es la que tenía la intelectualidad de esos años”. “Creo que no es tan así. También tiene que ver con una etapa de pleno empleo, de gente consumiendo muchísimos discos. Hay una imagen del obrero que baja del tren y compra en Constitución o en Retiro, porque estaba lleno de disquerías”, añade.

Es además una etapa de apogeo de la música romántica. “Favio tocaba una fibra que es el amor, el amor siempre paga, siempre garpa”, sostiene Álvarez. “Me parece que tiene que ver con que somos muy románticos. Toda Latinoamérica es muy romántica. El amor es un tema indestructible.”

El cantante Pablo Dacal, que con Villa Diamante y Miloo Moya versionó muchas de las canciones de Favio hace unos años, sampleando sus películas y deconstruyendo su obra, va más allá. “Triunfó en el continente porque, en un tiempo de cantores románticos, él cantó a los amores furtivos y desbordados, a los caídos en desgracia, a los apasionados que eran capaces de patear el tablero para convertirse en héroes de su propio destino.”

“Muchas de sus canciones, además, tenían el mismo pulso descriptivo de sus mejores películas, y en su voz, incendiada y pícara, también había lugar para la ternura”, dice, en coincidencia con Jury. “La voz del amigo, del padre, del amante y del niño. Y el sonido, sencillo pero épico, tenía ecos tanto de la liturgia cristiana como de los ritos paganos gitanos, trashumantes, camperos. El ‘cantor de plancha’, como lo llamaban en Colombia, porque lo escuchaban las mucamas, fue un músico de las clases bajas tan intrépido como para entrar en todas las casas y atravesar todas las clases sociales. Y en las décadas del 60 y 70, esta posibilidad se asemejaba al ideal revolucionario.”

Ahora que se cumplen diez años de su muerte, se vuelven a ver sus películas y se escribirá mucho sobre su cine. Las canciones, en cambio, seguirán en un segundo plano lejano, al menos en la Argentina. Favio ya lo tenía claro en vida: “Cuando me muera, los diarios argentinos van a decir ‘murió el famoso director de cine’, pero los diarios latinoamericanos dirán que murió el autor de ‘Ella ya me olvidó’”.

Escrito por
Claudia Regina Martínez
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