Mucho antes que Pete Townshend destrozara guitarras en vivo a fines de los 60, Osvado Ruggiero rompía bandoneones en escena. Era tal la vehemencia con la que tocaba que el fueye terminaba con fallas en su mecanismo. “Una vez un diario de la época contó que en una misma noche llegó a romper tres”, dice con un encantador y extraño orgullo Daniel Ruggiero, su hijo y también bandoneonista. Acaba de publicar un disco en homenaje a su padre con un título inmejorable: Rompelo Tano. Era la frase que le decían los fanas al Tano Ruggiero en los ‘40 y ‘50 cuando encaraba un solo. Un pedido enfático y mitológico. La actitud –tocar con garra y corazón hasta romper el instrumento– se acomoda en la médula de una orquesta también mitológica, hecha de un inconfundible ritmo, pueblo e ideología: la de Osvaldo Pugliese.
En 1939, a los 17, Ruggiero fue clave en la formación de esa orquesta. Miembro fundador, a partir de 1943 se transformó en primer bandoneón y uno de los pilares del estilo bailabe de la agrupación. Muchas de sus composiciones y arreglos fueron éxitos de Pugliese en los dorados años del tango. “Los llamaban ‘los Osvaldos’. Eran muy compañeros entre sí. E increíblemente no se tuteaban –dice Daniel–. Compartían los principios cooperativistas, las ideas comunistas. Cuando Pugliese estaba en cana, mi viejo se hacía cargo de todo. Es la historia del famoso clavel sobre el piano para marcar la ausencia del director”.
Rompelo Tano cuenta con la participación del otro hijo de Ruggiero, Adrián, guitarrista y también bandoneonista. Los hermanos en absolutor son los “hijos de”: ambos ya tienen frondosos trayectorias dentro de la renovación que se produjo en el género con el cambio de milenio. Daniel es el director del Quasimodo Trío y ha acompañado a innumerables artistas, de María Graña a Estrella Morente; Adrián forma parte del grupo Violentango y de la fila de fueyes de la Fernández Fierro.
Para Rompelo TanoDaniel Ruggiero formó una orquesta típica, con Fulvio Giraudo y Adrián Enríquez en piano; Emilio Longo en contrabajo; Nicolás Velázquez, Sofía Calvet y Federico Santisteban en bandoneones; César Rago, Augusto Sourigues, Ornela Restifa y Bruno Franco en violines; Gustavo Barahona en viola y Jacqueline Oroc en cello. Como bandoneonistas invitados tocaron Horacio Romo, Ramiro Boero, Bruno Ludueña, Natsuki Nishihara, Rodrigo Avalos, Mariano González Calo, además, claro, de Adrián y Daniel Ruggiero. En el tango “Tiempo”, con letra de Francisco García Jiménez, canta Ariel Ardit. Son todas piezas de Osvado Ruggiero, arreglados por diferentes músicos: “A mis compañeros”, “Bordoneo y 900”, “Chalita”, “Catuzo”, “N.N.”, “Yunta de oro”, “Locura tanguera”, “Para dos” y “Tremolina”. Hay un inédito, “Chalita”, que apareció entre unos papeles que Pugliese le había entregado a Ruggiero. “Es una partitura amarillenta, que tiene un mensaje de Pugliese que dice que lo había encontrado en un cajón. Es el gran hallazgo del disco. Y tanto para mí como para Adrián, algo muy emocionante”, dice Daniel.

Luego de su muerte en 1994, progresivamente, los hermanos se hicieron cargo del legado. Primero, empezaron a estudiar bandoneón. Ambos eran adolescentes, comenzaban con la música, pero tocaban otros instrumentos. La decisión tiene una profunda carga simbólica. “Seguramente es así –apunta Adrián-. Todo se dio de una manera natural. Y no es un legado cualquiera. Tiene que ver con la música, y también con una cuestión de códigos, de lealtad, de una forma de ser nada personalista. En 1968, mi viejo después de la orquesta de Pugliese formó el Sexteto Tango. Siempre aspiró a lo colectivo, lo grupal, nunca mandó su nombre al frente. No le interesaba ser líder”.
Rompelo Tano y su honda significación de eslabones opera como una síntesis de la evolución del tango actual. Fruto de ciertos lugares clave de la enseñanza del tango –desde la Escuela de Música Popular de Avellaneda hasta la Orquesta Escuela, desde pedagogos como Rodolfo Mederos y Emilio Balcarce a Víctor Lavallén-, el estilo de Pugliese (y por extensión, el de Ruggiero) fue dominante no solo en lo musical sino también en lo político. Tal vez la orquesta más destacable en este aspecto es la Fernández Fierro. El ritmo marcado y, también, convicciones cooperativistas y autogestivas. Por eso suena totalmente natural que Rompelo Tano sea presentando en el marco del FACAFF (Festival del Tango Independiente del Club Atlético Fernández Fierro), en el ya legendario galpón del barrio de Almagro, Sánchez de Bustamante 772. “Y sí. Hacer música hoy es pura autogestión. No te imaginás lo complejo que es tener una orquesta. Fue impresionante cómo todos los músicos se mostraron dispuestos justamente por tratarse de mi viejo. La presentación será el jueves 22 de septiembre. Y hay un motivo: al día siguiente, el 23, papá cumpliría 100 años. No creo que pueda existir un mejor cumpleaños que empezar el día de su centenario tocando sus tangos gloriosos”, termina, con una emoción que no puede contener, Daniel Ruggiero.
