“De tanto mirar la luna, ya nada sabes mirar. Eres como un pobre ciego que no sabe adónde va. Vete a mirar los mineros, los hombres en el trigal y cántale a los que luchan por un pedazo de pan”, recita Atahualpa Yupanqui en el tema “El poeta”, del álbum ¡Soy libre! ¡Soy bueno!, haciendo alusión directa al rol y la función social que bajo su raciocinio comprometido debe cumplir un artista.
Nacido a 200 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, pero adoptado por diversas provincias en las cuales eligió vivir (Córdoba, Entre Ríos, Tucumán y Santa Fe, entre otras), Héctor Roberto Chavero, como figura en su partida de nacimiento, fue descubriendo y repensando las músicas mientras se trasladaba por el norte argentino. Con casi sesenta años de producción musical y más de 320 temas, según registros de Sadaic, el padre del folklore recorrió Europa, Asia y África. Para homenajearlo, nadie mejor que colegas de la talla de Teresa Parodi, Lucía Ceresani, Peteco Carabajal y Ezequiel Jusid.
“Mi padre era un gran melómano, mi casa estaba llena de música. Tenía una colección increíble y en ella se destacaba Yupanqui. Se escuchaba mucho. Yo a los nueve años pido una guitarra, porque ya sabía que lo que quería hacer en mi vida era música, y lo primero que logro sacar de oído fue ‘El arriero’. Por eso Atahualpa está en mi vida desde el inicio de mis acercamientos a la música”, recuerda la cantautora Teresa Parodi.
La ex ministra de Cultura califica a Yupanqui como un “maestro fundamental”, un referente no del folklore sino de la cultura profunda argentina: “Hay un antes y un después en la música nacional. Es una fuente permanente de belleza, de contenido, de sinceridad. Hizo un trabajo absolutamente extraordinario: describió con sus palabras y sus melodías el alma del pueblo”. Además, recuerda que estando fuera del país escuchó una grabación de Yupanqui y sintió una indescriptible emoción por esa guitarra “tan profundamente argentina”.
Por otra parte, el compositor y cantor santiagueño Peteco Carabajal vincula sus primeros acercamientos a la obra de don Ata con el bonaerense partido de Morón, donde vivió de chico: “Mi viejo me hizo verlo por televisión y me gustó muchísimo. Me atraía eso de hablar más que de cantar. Disfrutaba de cómo presentaba cada canción, las temáticas y las historias que hilvanaba mientras tocaba la guitarra”.
Al momento de definirlo, utiliza la misma caracterización que Teresa Parodi: maestro. “Todo lo que hizo, lo hizo en un gran nivel artístico. Como poeta fue grandioso, como músico también y le alcanzaba la voz para cantar. Fue el maestro de los maestros de la música popular”, asegura. Peteco remarca que Atahualpa siempre se puso al servicio del arte popular y que forjó un respeto y una moral que no están escritos en ningún lado pero que lo definieron como artista.
Lucía Ceresani, caracterizada por su música surera y pampeana, recuerda dos etapas en su acercamiento a Atahualpa: en su infancia mediante los casetes que se escuchaban en su casa y, unos años más tarde, a través de la poeta y cantautora Suma Paz, quien además de las melodías la hizo adentrarse en las historias, anécdotas y vivencias personales de Yupanqui.
Define a don Ata como universal, referente y maestro. “Abarcó cada región de nuestro país. Nos ha hecho conocer paisajes, costumbres e historias de cada una de las regiones de la Argentina a través de sus canciones. Era una persona con una gran sensibilidad, intuición y percepción, que lograba ver en las cosas cotidianas del día a día un costado que la mayoría de nosotros no llegamos a ver o que dejamos pasar. Yo sigo descubriendo universos en sus canciones”, reflexiona Lucía.
En las yuxtaposiciones de géneros musicales y ritmos latinos, también Atahualpa es admirado. Ezequiel Jusid, cantante de Arbolito y del proyecto solidario Un Día de Estos, recuerda cuándo comenzó a escucharlo: “Mi viejo tenía en el auto los casetes y me daba mucha paz cuando sonaban sus zambas y chacareras. Era muy chico, mucho antes de comenzar a estudiar música y de conocer esas divisiones que nos impone la vida, como el rock, el folklore, etcétera”.
Jusid reconoce en Atahualpa la piedra fundamental del folklore argentino. “Están Gardel, Yupanqui, Piazzolla y después el resto”, asegura. Además, por fuera de la obra, admira y remarca el compromiso político y social que tuvo el artista a lo largo de su vida. “Estuvo prohibido por comunista y por cantar cosas hermosamente fuertes que al gobierno de turno no le gustaban”, recuerda.
Las marcas, huellas y legados dejados por Atahualpa Yupanqui son directamente proporcionales a la cantidad y a la diversidad de sus obras. Para Ceresani, la sabiduría y experiencia del poeta marcaron su camino musical y la de gran parte de los artistas populares de la Argentina. Para Peteco, por su parte, es necesario separar en dos grupos la herencia que dejó: por un lado, el legado directo, conformado por sus obras escritas, musicalizadas y grabadas, y, por otro, el indirecto, constituido por su ideología y moral. “Las canciones son para todos. En lo personal, me quedo con esa parte abstracta del artista”, remata el santiagueño.
Teresa Parodi sueña con que la obra de Yupanqui no desaparezca nunca de la formación de los nuevos músicos argentinos: “En las universidades nacionales en las que hoy se puede estudiar música popular, cosa que me parece maravillosa, siempre debería estar en los programas la obra de Atahualpa. Él trascendió en todos los sentidos, creó un estilo extraordinario. Fue absolutamente completo y con un compromiso entregado al pueblo. Por eso es tan importante que siga vigente”.
PARA QUE NUNCA SE APAGUE
El pedido de no dejar en el olvido la obra de Atahualpa no es solo de Teresa Parodi. Son muchos los artistas populares, no solo del folklore, que intentan mantener vivas las piezas del poeta argentino con distintas interpretaciones y covers grabados en estudio, ejecutados en vivo en distintos escenarios o zapados de manera espontánea en ensayos o pequeñas guitarreadas.
Lucía Ceresani, en casi todas sus placas, cuela una interpretación del artista: “Milonga del solitario” se encuentra en el disco Raíz y estrellas; “Mi tierra, te están cambiando”, en Aires de llanura, y “Canción de los horneros” y “Yo quiero un caballo negro”, en Huellas del sur. En el disco que se encuentra produciendo ahora también aparecerá una versión de Atahualpa “grabada con mucho respeto y cariño”, aclara la bonaerense.
Por su parte, Teresa Parodi participó de la placa Yo tengo tantos hermanos, un homenaje al artista en el que participaron otros indispensables, como León Gieco, Víctor Heredia y Pedro Aznar. Además, grabó una hermosa versión de “Tú que puedes, vuélvete”, que forma parte de la placa Corazón de pájaro, y elige “La pobrecita” como el tema infaltable a la hora de zapar.
“Hay un trabajo en el que se juntan dos gigantes: Mercedes Sosa interpreta Atahualpa Yupanqui. Ese disco hay que escucharlo siempre”, remarca Ezequiel Jusid, haciendo referencia a un CD grabado por la Negra en 1991 con doce reversiones de temas como “La arribeña”, “Guitarra, dímelo tu” o “Zambita de los pobres”. A la hora de elegir el tema que más le gusta interpretar, no duda: “Tú que puedes, vuélvete”.
Peteco dio un paso más. Por un lado, le puso música a un poema de Yupanqui titulado “Violín del monte” y, por otro, compuso una pieza musical en homenaje al artista y a modo de despedida, que forma parte de la placa Memoria de amor y se titula “Atahualpa”. Como si fuera poco, y para mantener viva la llama, en el disco Aldeas, de 2008, Peteco dejó grabada una maravillosa versión de “Milonga del peón de campo”.