“Escribir para los niños significa reconstruir, recoger piezas dispersas de un gran rompecabezas. Reconstruir o reinventar una
tradición rota o fragmentada. Reconstruir datos de la propia infancia. Reconstruir la infancia de los niños actuales, amenazados en su inocencia por toda una sociedad insensible. La poesía es en definitiva reconstrucción y reconciliación, es el elemento más importante que tenemos para no hacer de nuestros niños ni robots ni muñecos conformistas, sino para ayudarlos a ser lo que deben ser: auténticos seres humanos”, sostenía María Elena Walsh en el cierre de su discurso en las Jornadas Pedagógicas de la Organización Mundial de Enseñanza Preescolar, allá por 1964.
En esos años, de la mano de los espectáculos teatrales Canciones para mirar (1962) y Doña Disparate y Bambuco (1963), comenzó para ella el camino de la notoriedad y la consagración. Sin embargo, una trayectoria deslumbrante y un reconocimiento a su medida le esperaban aún a la autora de la novela Dailan Kifki, de los Cuentopos de Gulubú y de lo que resultó su último libro, Fantasmas en el parque (2008), entre otras publicaciones que la transformaron en referente. Tres colegas contemporáneos recuerdan su primer acercamiento a la obra de Walsh, recomiendan producciones menos masivas e identifican las influencias recibidas.
La docente, musicoterapeuta y escritora Magdalena Fleitas reconstruye su primer vínculo con la música de María Elena Walsh de muy pequeña, en el living de su casa, donde sonaba con frecuencia “Canción de títeres”. Sin embargo, encuentra en el tema “La pájara Pinta” una clave para su formación: fue esa canción la que le promovió un profundo sentimiento por la protección y el respeto hacia la vida y el cuidado del medio ambiente.
“Una de las cosas que más me gusta de María Elena es su libertad para jugar con el disparate y con la diversión. Es esa huella de humor que tienen muchas de sus creaciones que a mí me inspira. Porque parte de la infancia es pasarla bien, y los que estamos cerca debemos ofrecer un mundo lleno de juegos y alegrías que a su vez cuente historias. El disparate, los limericks y el juego que tienen sus poemas son característicos”, reflexiona la compositora de las canciones del clásico Minimalitos que se emite por Pakapaka.
Juan Bautista Carreras es actor, director y creador de un espectáculo y de una banda de clown-rock tributo a la artista popular nacida en Ramos Mejía. Su primer acercamiento lo remite a la lectura nocturna de su madre, con cuentos y canciones de María Elena para lograr dormirse. La leía tanto que recuerda lo gastados que se encontraban sus libros. Ya de adulto puntualiza un segundo acercamiento, en 2002, cuando participó como actor del espectáculo Canciones para mirar.
“En 2004 escribí y dirigí obras teatrales para la niñez con las creaciones de María Elena pero con actores reconocidos como figuras centrales. Como mi sueño era tener una banda de rock, junto a mi compañera Vanesa Aguirre fusionamos ambas ideas y encaramos el proyecto, primero con formato de show (Rock and Walsh) y luego como banda (Los Rockan). Nuestra bandera es escuchar a la niñez, y María Elena es un gran vehículo para eso. Ella inspira, invita a pensar, a repensar, a crear y a no tenerle miedo al disparate”, relata Juan Bautista.
Por su parte, Ruth Hillar, cantante, flautista, productora y compositora de Canticuénticos reconoce distintos momentos de vínculos con la artista: el primero, cuando tenía apenas un año y medio y comenzó a cantar las canciones en un idioma que solo incluía las vocales y tres consonantes; el segundo, en los primeros años de la escuela primaria, cuando reproducía todos los diálogos de memoria de los discos de los Cuentopos frente a su familia; el tercero, al ser madre y compartir la obra con sus hijas.
Ruth piensa a Walsh como una madre musical y poética: “Marcó un camino que ramificó en muchos proyectos alternativos que esquivaron el estereotipo de considerar la música infantil como un pasatiempo. Trazó varias líneas que siempre alimentaron mi trabajo; por ejemplo, considerar al folklore nacional como un material valiosísimo a la hora de componer para nenas y nenes, no tenerles miedo a las temáticas aparentemente difíciles ni subestimar al público infantil, no ajustarse a lo política o pedagógicamente correcto, asumir la responsabilidad de cantarles a quienes se están formando como personas y siempre, siempre, pensar que lo que buscamos con cada nueva canción es ofrecer un poquito de arte”.
MÁS ALLÁ DE LOS CHICOS
La extensa obra de María Elena Walsh abarca mucho más que las reconocidas canciones y los best seller literarios destinados al público infantil. La poesía clásica, el periodismo gráfico, el folclore español, la música norteña y varios libretos para teleteatro son otras de las producciones de la artista argentina que, aunque con menor popularidad, merecen un lugar destacado en la cultura popular nacional.
Juan Bautista Carreras recomienda una canción poco conocida de María Elena Walsh (junto a Chico Novarro) titulada “Orquesta de señoritas”, compuesta en 1976, donde se describe el lugar que ocupaba la mujer en el escenario cuando era incluida en un grupo musical: “Es una canción repleta de imágenes, una melodía que transporta a otro tiempo y una letra cargada de ideología. Se encuentra tanto la versión original en su voz como una también increíble que hizo Joan Manuel Serrat. Ambas hay que escucharlas
con un pañuelo cerca”.
Magdalena Fleitas pone el foco en el desconocimiento mayoritario de no incluir a Walsh como una referente del folklore: “Gran parte de su repertorio está inspirado en ritmos folklóricos. Tiene chacareras, gatos, vidalas, milongas. Siempre habló desde el folklore. Su obra expresa la identidad cultural argentina y latinoamericana, y eso no se dice mucho”. Además, la musicoterapeuta invita a escuchar las piezas de María Elena grabadas junto a Leda Valladares con un repertorio andino de canto con caja, y las interpretadas junto a Maricastaña representando al antiguo folclore español. “Fue una gran transmisora de cultura”, cierra.
Por su parte, la líder de Canticuénticos selecciona tres recomendaciones: escuchar las versiones originales de las canciones para conmovernos e interpelarnos con su expresividad y el color de su voz; la lectura de los Cuentopos publicados a mediados de la década de los sesenta, y, por último, descubrir el poema que escribió en 1976 en homenaje a Eva Perón. “Es de una belleza y
lucidez increíbles”, sostiene Hillar.
No hay duda de que la obra de María Elena Walsh logró lo que aquella joven de 33 años deseaba y se proponía en el discurso de las Jornadas Pedagógicas: recogió piezas dispersas de nuestra cultura, reconstruyó tradiciones, reinventó infancias y aportó desde el arte para que los chicos y chicas se formen como auténticos seres humanos.