Se cumplen 40 años de la guerra de Malvinas y Caras y Caretas no podía estar ausente en esta fecha tan importante para el ejercicio de la memoria. Distintos personajes de la política argentina han reclamado desde los albores de la historia nuestra soberanía sobre aquel pedazo usurpado de nuestro territorio.
Rosas intentó canjear las islas por la cancelación del empréstito contraído por Rivadavia con la casa Baring en 1824, nuestra primera deuda externa. La misión le fue encomendada al embajador argentino en Londres, Manuel Moreno, el hermano de Mariano. La idea era impracticable porque si Inglaterra se sentaba siquiera a negociar, estaba reconociendo la soberanía argentina sobre el archipiélago, cosa que no estaba ni está dispuesta a aceptar.
José Hernández, el autor del Martín Fierro, escribía en su periódico El Río de la Plata, en 1869: “La República Argentina mantuvo siempre sobre las islas su indisputable derecho de soberanía. Penetrados nuestros primeros gobiernos de la necesidad de afirmar la posesión de ese derecho por la explotación industrial de aquellas islas, hicieron con ese fin algunos esfuerzos meritorios”.
El célebre Paul Groussac recordaba en 1910: “La República Argentina no pretende que Inglaterra le dé la causa por ganada; pide que su litigio sea juzgado por jueces, rehusándose a tener por tales a los oficiales y funcionarios ingleses que le han impuesto la ley brutal del más fuerte”.
El primer diputado socialista de América, y gran estudioso del tema Malvinas, Alfredo Palacios, dijo en el Parlamento nacional: “El derecho de nuestra Argentina a la soberanía de las Malvinas es innegable. A pesar de ello, una de las naciones más poderosas del mundo, abusando de la fuerza, las mantiene en su poder. Es imperioso que el pueblo conozca su derecho(…) El fracaso del usurpador está en nuestro reclamo constante. Ya contestó Groussac.
No hay que dejar decir que los esfuerzos fueron nulos porque el detentador conserve la posesión ilegítima sin obstáculos. La resistencia obstinada al hecho cumplido, que persiste siempre, no es estéril. He proporcionado en primer término un modelo y una lección para la enseñanza de la cátedra y el libro y he incorporado al derecho de gentes actual esta idea esencial: que la cuestión de las Malvinas es una cuestión pendiente… ¡Que los jóvenes mantengan encendido su idealismo y no entre en sus corazones ni la claudicación ni la cobardía”.
Durante el primer gobierno peronista se produjo una agresión inglesa a una base argentina en la Antártida; las fuerzas argentinas repelieron el ataque. Así se refería Perón al episodio: “Inglaterra envió una fragata y destruyó uno de nuestros refugios. La guarnición nuestra era más bien pequeña, pero amenazando con las ametralladoras dieron a los ingleses cinco minutos para que abandonaran aquella tierra. Los ingleses se marcharon pero dejaron su bandera izada en el refugio que habían destruido y un cabo nuestro la arrancó y se la arrojó al bote que empleaban los ingleses para huir. Vino a verme el embajador británico y tuve con él una pequeña conversación más bien amistosa, en el curso de la cual me preguntó: ‘¿Cómo van a arreglar ustedes ese asunto de la Antártida?’. Le contesté: ‘¿Qué derecho tienen ustedes a la Antártida?’, y me replicó: ‘La Antártida es una prolongación de las islas Malvinas’. Y fue entonces cuando yo le dije: ‘Sí. Eso me recuerda a un tipo que me robó un perro y al día siguiente vino a buscar el collar’”.
Este número especial de Caras y Caretas está dedicado a Malvinas rescatando la historia de nuestras mujeres en el conflicto bélico, enfermeras de los cuerpos de sanidad de las tres armas que brindaron, como podrá verse en estas páginas, mucho más que asistencia médica y sanitaria. Vaya entonces nuestro homenaje a las heroínas de Malvinas, tan olvidadas como imprescindibles.