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Caras y Caretas

           

Un flaco inclasificable

Ilustración: Hugo Horita
Ilustración: Hugo Horita

Entre el rock y el jazz. Entre lo progresivo y lo experimental. Entre lo simbólico, lo lírico y lo terrenal. Distintos artistas reviven momentos compartidos y analizan las huellas que dejó Spinetta en la cultura nacional.

“¿Dónde está el lugar al que todos llaman cielo? Si nadie viene hasta aquí a cebarme unos amargos, como en mi viejo umbral. ¿Por qué habré venido hasta aquí, si no puedo más de soledad? Ya no puedo más de soledad”, escribió el Flaco en lo que sería el primer tema del tercer y último disco de Invisible, lanzado en la primavera de 1976. “El anillo del Capitán Beto” es la canción; El jardín de los presentes, la placa, considerada una de las mejores de la historia del rock nacional. En este caso, como en gran parte de su obra, la masividad fue de la mano con la multiplicidad de lecturas, análisis y especulaciones que se hicieron sobre los significados y los destinatarios de cada pieza. Lo inetiquetable –si el término existiera– formó parte de la construcción y la riqueza de la producción del Flaco.

Una multiplicidad de géneros y lenguajes explorados por Spinetta dan lugar al más amplio de los recorridos. Nadie mejor que los propios artistas para resignificar su obra, remarcar la influencia que dejó como huella y recordar algún instante anecdótico. Ariel Prat, Raúl Ruffino, Amanda Pujó y Jorge “Portugués” Da Silva lo perpetúan.

“El Flaco me llegó como un llamado de luz en el aturdimiento de la adolescencia en dictadura. Yo venía de otro palo, pero su locura con guiños atorrantes me ganó la esquina. Un par de amigos rockeros trajeron primero un disco de Almendra y después el asombro de ver bajo un brazo aquel Artaud”, recuerda Ariel Prat, cantante, murguero y compositor de música rioplatense. Asegura, también, que Spinetta fue la puerta de entrada para el consumo de una variada literatura que desconocía hasta el momento.

Del gran repertorio del poeta del rock, hay dos temas que Prat siente más cercanos: “Los libros de la buena memoria” (de Invisible) y “Ella también” (de la etapa solista). El primero lo acompaña en la previa de cada show, ya que con ese tema realiza la prueba de sonido; el segundo lo reversionó e incluyó en la placa Herencia negrada, publicada en 2018. “El Flaco es una guía sin tiempo. Un nido desde donde los músicos se preparan para volar”, resume Prat.

Raúl Ruffino, compositor, guitarrista y cantante de Los Tipitos, banda con casi 28 años de historia y más de una docena de discos en la calle, reconoce su tardío pero profundo acercamiento al Flaco. “Nací en Resistencia. En el interior del país, Spinetta no era de lo más popular. A los 19 años me vine a Buenos Aires y conocí a mi amigo Federico Bugallo (actual bajista de Los Tipitos), que me empezó a hablar mucho de Luis Alberto. Primero me comentó del disco Kamikaze, me gustó mucho. Ahí decidí comprar Privé. Lo gasté al disco, quedé fascinado”, recuerda Raúl.

Para el fundador de Los Tipitos es muy difícil definir o describir a Spinetta. Elige hacer un paralelismo con un pintor que va maleando la obra, cambiando y adaptando a su paso. “Dejó huella en la cultura con sus canciones eternas, pero sobre todo dejó un legado para los nuevos artistas, con una manera de pensar sin bordes para hacer canciones. Libres de armonías, de letras y de imaginación. Dejó un faro no para que vayamos por el camino, sino para que utilicemos todo el campo musical y creemos libremente, pensando cosas nuevas, como lo hizo él”, reflexiona Ruffino, quien compartió escenario con el Flaco, participó del primer homenaje al cumplirse un año del fallecimiento y grabó “Una sola cosa” y “Ropa violeta” en un álbum homenaje al rock nacional.

Amanda Pujó, ahora solista y ex miembro de Oxymora, también reconoce su admiración íntegra hacia Spinetta. Recuerda que a los 13 años llegó a sus manos un disco de Pescado Rabioso, justo cuando ella comenzaba a construir sus identificaciones. Desde allí, su vinculación musical con el Flaco fue inseparable, hasta acompañarla en el presente, ya no desde el consumo pasivo de la obra, sino en el proceso activo de composición: “El Flaco nos ha influenciado a todes. Después uno va encontrando vetas sutiles. Pero hay marcas claras: el uso de acordes menores y finales abiertos. La lírica no tanto de contar una historia sino de utilizar las palabras desde lo metafórico, desde lo abstracto. Yo me encuentro mucho en cada composición con él”.

Nuevamente aparece lo más difícil y, tal vez, lo más rico de Spinetta: la imposibilidad de encasillarlo. “Se caracteriza por lo inclasificable. Ha logrado bajar a lo terrenal y lo popular lenguajes sumamente complejos; la armonía más jazzera y la poesía. Logró convertir en cotidiano algo que era mucho más elitista. Hizo más amables a la oreja lenguajes que han pertenecido a sectores de la música más complejos. Es indescifrable. Lo interesante de Spinetta es que no se lo puede definir”, analiza Amanda.

Por último, el histórico y reconocido sonidista Jorge “Portugués” Da Silva, responsable de grabar a los referentes más importantes de la música nacional, como Alberto Castillo, León Gieco, Mercedes Sosa, Charly García, llegando a Spinetta, recuerda que, a inicios de los setenta, cuando se encontraba trabajando con Pappo’s Blues y Arco Iris, comenzó a escuchar hablar del Flaco. “Ya lo primero que hizo lo vi distinto, me impactó. Lo vi poético, auténtico”, recuerda el Portugués.

Como si nada, Da Silva acelera una década y rememora uno de los tantos momentos que vivió junto a Spinetta. Fue en la grabación del disco La, la, la, acompañado por Fito Páez: “Yo venía grabando a Fito desde hacía mucho tiempo; pero esta placa era con los dos juntos. Me parecía que lo más correcto era que yo grabara la parte de Fito y que la parte de Spinetta la hiciera quien venía trabajando con él; pero el Flaco me paró en seco y me dijo: ‘No, no, no, vos vas a grabar todo’. Yo me quería morir (risas). Ahí conocí la persona espectacular que era”. Para el Portugués, a sus 87 años, Spinetta sigue presente y no siente que físicamente se haya ido. Como a todos, le cuesta describirlo, pero elige ser conciso: “Fue genial como músico y más genial como persona”.

ENCUENTROS Y ANÉCDOTAS

Pasar horas con el Flaco no era sólo acercarse al poeta del rock, sino también sentir la pasión y el disfrute por la música y el trabajo. Todos quienes lo conocieron remarcan su humor como herramienta, la constante creación de personajes arriba y abajo del escenario y sus frases intencionalmente incompletas o con finales abruptos.

Cuenta el cantante de Los Tipitos que el día que tenía que conocer a Spinetta, no fue. El Flaco los había convocado para grabar, junto a otros artistas, el tema “8 de octubre” (en homenaje a los alumnos del Colegio Ecos), y como eran muchos músicos, ellos decidieron tocar copas para diferenciarse del resto. Tanta fue la mala suerte que Ruffino se cortó la muñeca, lo trasladaron en ambulancia y no pudo ir a la grabación a conocerlo. El final de la historia dice que luego de un tiempo, en el estadio Malvinas Argentinas, Spinetta vio de lejos al guitarrista y cantante de Los Tipitos, se escapó de una muchedumbre de periodistas que lo entrevistaban y lo abrazó al grito de: “Raúl, te quiero. Querete”.

Ariel Prat relata un momento en Zaragoza, en 2002, junto al Flaco. Describe que luego de un show en un bar, se encargó de dejarle en claro –más de una vez– la admiración que hacia él tenía. El Flaco lo tomó con humildad y un rato más tarde le dijo: “Negro, por favor, acercate”. Prat, exagerada e ingenuamente ilusionado, creyó que Spinetta le revelaría el secreto musical de su vida, la llave del mandala, pero lejos de eso: “¿Es cierto que acá el salchichón es lo mismo que el salame?”, le preguntó compungido.

Al Portugués Da Silva se le vienen muchas anécdotas, pero prefiere recordar un momento en la grabación de La, la, la, en 1986. “En el fondo de los Estudios ION estaba Spinetta grabando unas voces raras. Viene Fito y me dice: ‘Che, el Flaco me tiene cansado, vamos a hacerle algo’. No tuvimos mejor idea que agarrar dos matafuegos, entrar a la sala y vaciárselos mientras seguía cantando. Al personaje de Luis le gustó tanto que todo ese bochinche y esas risas las dejó grabadas y las utilizó para el cierre de un tema”, inmortaliza el Portugués, y vuelve a reírse.

Escrito por
Damián Fresolone
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