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Caras y Caretas

           

La revolución del hidrógeno verde

Esta fuente de energía es considerada el combustible del futuro y la Argentina tiene con qué ilusionarse. Factores climáticos propicios y tecnología aplicada son un imán para atraer inversiones.

En los últimos años, la Argentina ha comenzado a caminar a paso veloz la transición energética hacia las energías limpias o renovables, con un desarrollo importante en energía eólica y solar o fotovoltaica, en paralelo con el crecimiento de la minería del litio como insumo clave para las iniciativas de electromovilidad (transporte, circulación urbana) y la industria informática.

Pero si hay algo que sacudió el tablero recientemente, en parte por la sorpresa y también por el panorama que abre a futuro, es la tecnología del hidrógeno verde, considerada hoy tal vez la fuente de energía menos contaminante del planeta. Y la Argentina está en el radar de los inversores, locales e internacionales, por varios motivos.

El pasado 1 de noviembre, apenas iniciada la COP26, la Conferencia de Naciones Unidas para el Cambio Climático que se desarrolló por dos semanas en Glasgow (Reino Unido), la compañía australiana Fortescue anunció una inversión de 8.400 millones de dólares en un proyecto de hidrógeno verde en el país.

Fue el propio presidente Alberto Fernández quien recibió la noticia durante su paso por la cumbre ambiental mundial, de boca del titular de la empresa, Andrew Forrest, que se valió de un gestor de lujo para avanzar en el proyecto, el ex puma Agustín Pichot, cabeza de Fortescue para América latina.

Además de plantar bandera en un sector en crecimiento, donde la investigación y la innovación son factores clave, el anuncio supondrá la mayor inversión en la Argentina en los últimos veinte años, y además representa el desembarco en el país de jugadores worldclass en esta industria.

El proyecto estará emplazado en la localidad de Sierra Grande, provincia de Río Negro. Se trata de un área estratégica que ya tiene un puerto de aguas profundas y cuenta en su haber con uno de los mejores vientos del planeta.

Según los especialistas, la Patagonia argentina en general, y mucho más la franja costera, es un enclave propicio para el desarrollo de la energía eólica, por tener vientos fuertes y a la vez continuos, un factor crucial para atraer inversiones en el sector.

El presidente Alberto Fernández saluda al presidente de la empresa australiana Fortescue, Andrew Forrest, luego del anuncio de inversión en nuestro país para producir y exportar hidrógeno verde. Foto NA

EL PRIMER PASO

“Estamos listos para invertir en la Argentina, somos una empresa de energía de punta que contrata gente y capacitamos gente, y eso queremos hacer en su país. Estamos acá para que la Argentina sea líder mundial en energía renovable y para que sea exportadora”, señaló Andrew Forrest, en un encendido mensaje en Glasgow ante las autoridades del gobierno argentino.

Según el anticipo dado por la empresa, en una primera etapa se invertirán unos 3.000 millones de dólares, facilitando la generación de 4.200 puestos de trabajo, que luego podrían ampliarse hasta llegar a unos 15.000 empleos directos, y de 40.000 a 50.000 indirectos.

Se prevé que la planta tenga una capacidad de producción de hidrógeno verde estimada en 2,2 millones de toneladas anuales para 2030. De esta manera, cubriría una producción energética equivalente a casi el 10 por ciento de la energía eléctrica requerida en Alemania en un año.

La planta comenzará con 600 MW (megawatt de potencia) utilizando energía eólica, para llevar esa potencia a 2 GW (gigawatt) y finalmente a 15 GW, señaló Pichot en conferencia de prensa. Hay que aclarar que esta es una magnitud de energía eléctrica que hoy no logran alcanzar ni siquiera todos los proyectos de energías renovables juntos que hay en la Argentina.

“La idea era crear algo en el país que fuera revolucionario en el mundo. Un amigo australiano me pidió que tome esta revolución en Latinoamérica y lo hice con todo el corazón. Tenemos un país súper complejo, pero estoy convencido de que podemos hacer las cosas bien. En la Argentina hay muchísimas cosas que son difíciles, pero hay unos vientos increíbles y gente de primera”, señaló Pichot.

Y dio un dato adicional, que hará inflar el pecho a muchos, como cuando siendo capitán de Los Pumas arengaba al seleccionado argentino a ir siempre por más. Es que el proyecto en la Patagonia fue elegido luego de visitar y analizar más de 150 proyectos en 70 países.

“Habiendo trabajado este último año, podemos decir que la Argentina está entre los cinco proyectos más importantes de la compañía”, afirmó sin dudar Agustín Pichot.

A su turno, Matías Kulfas, ministro de Desarrollo Productivo de la Nación, dejó en claro que la compañía no pidió ningún trato preferencial, pese a lo cual el funcionario prometió revisar el DNU 234 para grandes inversiones (Régimen de Fomento de Inversión para las Exportaciones), publicado en el Boletín Oficial el pasado 7 de abril.

“El hidrógeno verde está creciendo a nivel internacional y esto pone a la Argentina en la vanguardia, va a estar entre los principales países del mundo que va a estar produciendo este combustible. Es un proyecto 100 por ciento de exportación para ayudar al mundo a resolver el problema del cambio climático.”

QUÉ ES EL HIDRÓGENO VERDE

Los estudios sobre la generación de energía a base de hidrógeno llevan décadas en todo el mundo –en la Argentina casi treinta años– pero como suele ocurrir muchas veces entre la investigación básica y su aplicación en la industria, la oportunidad aún no estaba madura. Ahora el panorama puede cambiar.

La producción de energía del hidrógeno no es más económica que la energía fósil, pero el auge de las energías renovables (eólica, fotovoltaica, hidráulica, mareomotriz) ofrece una gran oportunidad para su avance, ante el desafío de reducir drásticamente las emisiones de CO2 para combatir los efectos del cambio climático.

El hidrógeno es un elemento químico, el más liviano que se conoce, y se encuentra en la naturaleza, en especial en el agua, posibilitando la generación de energía con cero emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y liberando sólo vapor de agua.

La separación del hidrógeno de la molécula de agua se realiza a través del proceso de electrólisis, es decir, la aplicación de electricidad, que obviamente puede provenir de diferentes fuentes. El hidrógeno se almacena y se usa como combustible “limpio”.

Pero la clave del hidrógeno verde es que utiliza energías renovables para la electrólisis, para hacer el switch de hidrógeno generado por combustión de origen fósil a producción ambientalmente sustentable.

Así, mientras el primero se llama hidrógeno convencional o azul, el derivado de energías renovables se denomina hidrógeno verde. Ambos se obtienen por electrólisis pero en el azul la fase inicial de la energía eléctrica utilizada para la electrólisis genera emisiones de CO2, mientras que la otra no, sólo vapor de agua.

Además de la generación eléctrica, del proceso se deriva amoníaco (NH3), que se usa en la industria de fertilizantes. En países como China, Japón, Australia y Corea están avanzando también con el uso del hidrógeno en trenes, el transporte público y de cargas, y se estima que para 2040 el 25 por ciento de la flota naval del mundo funcionará con hidrógeno.

La Argentina ya picó en punta, pero no está sola en esta carrera. En América latina también Chile, Colombia, Brasil, Bolivia, México y Paraguay están dando grandes pasos en la tecnología del hidrógeno. Y la pulseada por las inversiones recién comienza.

Escrito por
Carlos Boyadjian
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