El lunes 15 de octubre de 1951 en la calle Florida 750, salón de actos de la editorial Peuser, fue presentado La razón de mi vida, el primer y único libro publicado en vida bajo el nombre de Eva Perón. El presidente de la Nación Juan Domingo Perón presidió la ceremonia y, a continuación, el poeta Horacio Rega Molina rindió un elogioso tributo a Evita, quien se hallaba tan enferma que no pudo asistir. El director de Peuser, Agustín Pestalardo, anunció que la primera edición, disponible al público a partir del día siguiente -en la previa al acto del último y triste 17 de octubre con Evita presente y en el que terminaría sollozando en brazos de su marido frente a una multitud reunida en la 9 de julio- era de 300 mil ejemplares, una cifra inusualmente alta en tiempos en que la tirada de los best-seller rondaban los diez mil.
Fue el prolegómeno que anunciaba un fenómeno editorial y político sin precedentes. En efecto, la realidad superó las mejores expectativas: a las pocas horas del martes se vendieron alrededor de cincuenta mil ejemplares. Pasados pocos días las ventas habían superado los quinientos mil libros y hacia mayo de 1952 se alcanzaba el inédito número del millón de ejemplares vendidos. Una bomba lanzada por sectores antiperonistas contra el escaparate de Peuser, lejos de disminuir, aceleró la escalada. Luego del fallecimiento de Eva Perón, se multiplicaron las ediciones de lujo y las más modestas para los sectores populares a la par que se traducía a varios idiomas y era impuesto como lectura obligatoria en las escuelas. Glosado, loado y elevado por la propaganda peronista fue elevado a la categoría de testamento político de su inspiradora.
¿Cuáles fueron algunas de las claves de este récord editorial y de la perdurabilidad de este escrito mítico, alabado y repudiado por partes iguales? Hay varias excepcionalidades en La razón de mi vida. Uno de ellos es que, tal como advirtió el sacerdote jesuita Hernán Benítez, confesor de Eva Perón, se trata de un caso único de un libro leído por “millones de mujeres argentinas, menos una, la que aparece firmándolo”.
Porque en efecto ya es una verdad histórica comprobada que el texto no fue escrito por Evita sino encargado a un periodista español que ella habría conocido durante su viaje por Europa o bien posteriormente de manera premeditada por el autor europeo que buscaba escribir sobre un referente ideal femenino de lucha política. Manuel Penella de Silva es un personaje bastante misterioso del que poco se sabe. Era un escritor cristiano y franquista, autor de biografías por encargo, que incluyen personajes tan diversos como Van Gogh, Hitler y Eleanor Roosevelt.
Posiblemente la propuesta de un libro surgiera de Penella y a tal fin una Evita entusiasmada le pidió que adaptara relatos de su vida y de su oratoria política. También, tal como testimonian algunas fotografías de la época, durante los años 1947 y 1948 solía acompañar a Evita en algunas de esas intensas jornadas en la cuales desplegaba su descomunal obra de ayuda social en la Fundación o el despacho de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Así dio a luz la primera versión de un texto único y tan pasional como la protagonista del mismo. Porque acá radica otra de las excepcionalidades de La razón de mi vida ya señalada por Horacio González: sin ser escrito por Evita, el libro es de Evita o es Evita.
Tal como especifica González “sea quien sea el que haya escrito la primera versión de La razón de mi vida es evidente que observó con mucha atención la discursividad de Eva Perón, apretada, vertiginosa y radial…”. Y captó tanto su oratoria encendida, la radicalidad de su prédica, la expresión de su amor desmedido por Perón, los descamisados y las mujeres como su odio visceral a la oligarquía. Pero sin olvidar el pasado de actriz de radioteatro y cine del cual había abrevado el discurso político de Evita.
Entre otros, Juan José Sebreli, Marisa Navarro, Félix Luna y Horacio González advierten que posteriormente la redacción original tuvo severas alteraciones, provenientes principalmente de la pluma de Raúl Mendé, ministro de Asuntos Técnicos durante el segundo gobierno de Perón. Es también a Mendé y sus secuaces a quienes se les suele adjudicar las posiciones más conservadoras del texto tales como las que propugnan la sujeción amorosa de la mujer al varón o las que ridiculizan a las feministas caracterizándola como mujeres solteronas, hombrunas, odiadores seriales de varones e irremediablemente feas. Por supuesto que hay leer este fragmento tan cuestionado en un contexto de época. Los insultos tenían un destinatario preciso: Victoria Ocampo y su corte. Lo que no suele ponerse de manifiesto es que esos párrafos conviven con aquellos que proponen la independencia económica de la mujer a través de una asignación mensual que antecede más de medio siglo al decreto presidencial 1602/9 de Cristina Kirchner: “Pienso que habría que empezar por señalar para cada mujer que se casa una asignación mensual desde el día de su matrimonio. Un sueldo que pague a lasmadres toda la nación y que provenga del ingreso de todos los que trabajan en el país, incluidaslas mujeres Luego podrán añadirse a ese sueldo básico los aumentos por cada hijo…”
Aún repasada, corregida y aumentada por agentes ministeriales alcahuetes que no habrían ahorrado epítetos alabadores a Perón -o quizás por eso-, la desmesura y el fanatismo de Evita impregnan sus páginas. Si el libro no es de Evita, merecería serlo.

Santa Evita
A rasgos generales, La razón de mi vida se presenta como un largo monólogo sobre “la misión” que Evita se había impuesto a partir de un sentimiento originario de indignación frente a la injusticia social. Desde muy temprana edad, la entonces Eva María Ibarguren -que nunca se llamó a si misma como tal- había reconocido la inequidad de un mundo de pocos ricos que explotaban a muchos pobres. Y ese sentimiento parece ser el faro que guía su vida y que estructura el libro en tres partes: “la causa de mi misión, los obreros y mi misión y las mujeres y mi misión”.
Sin ser estrictamente autobiográfico, el texto ilumina momentos de la vida de Evita, y a través de un lenguaje sencillo contiene no poco de lema político y ciertas letanías que remiten a textos sagrados como el Corán o el Evangelio cristiano. Así expresa: “El amor es darse, y ´darse´ es dar la vida propia. Mientras no se da la propia vida cualquier cosa que uno dé es justicia. cuando se empieza a dar la propia vida entonces recién se está dando una obra de amor”.
En esa lógica, respetando la estructura de las vidas populares de los santos se construye la hagiografía de “esa mujer”. La narración sobrevuela elípticamente su pasado de pecadora y encuentra su camino redentor a partir del encuentro con Perón (“el día maravilloso”) y el glorioso 17 de octubre en que los obreros le devuelven a su amado a la vez que dan lugar al nacimiento de la “Nueva Argentina” y la posterior conversión a una religión a la que contribuirá a crear: la justicialista.
Leído en ese sentido hay otro libro singular que podría ser el capítulo faltante pero imposible de La razón de mi vida. Eva Perón. La verdadera historia contada por el médico que preservó su cuerpo termina de consumar el proceso de beatificación e inmortalidad de Eva Perón a partir del relato del tortuoso peregrinaje de su cadáver secuestrado y vejado contado por el taxidermista Pedro Ara que parece enamorado de su obra.
La apelación al folletín
Pero La razón de mi vida es mucho más que un evangelio peronista. Es una narración que, inscripta en la tradición del Bildungsroman, puede leerse como una novela de educación de “cómo se llega a ser lo que se es”. A su vez, si logró captar a los sectores humildes y trabajadores a los que estaba dirigido es porque apeló a la estética -ya presente desde el dibujo de portada que ilustraba la edición original-, y a los lenguajes de la cultura popular de la época: la radionovela, el tango, el melodrama y el folletín.
Porque La razón de mi vida narra la historia de una mujer plebeya y humillada que se rebela indignada contra la injusticia. Una mujer a quien la voluntad, el destino y el amor de un hombre convierten en una especie de reina poderosa y heroína y que, en la cúspide del poder no solo hace justicia consigo misma -venganza dirían sus opositores- sino con todas y todos a quiénes considera comparten con ella un destino de humillados. Es un tópico tan caro que alimentó desde los argumentos de las ficciones de la alta y baja cultura del siglo XIX, pasando por los radioteatros consumidos por los sectores populares, los melodramas cinematográficos y hasta las telenovelas de fin del siglo XX.
Tal como lo expresa el texto: “Sí, claro que es melodrama: todo en la vida de los humildes es melodrama… Melodrama cursi, barato y ridículo para los hombres mediocres y egoístas. Porque los pobres no inventan el dolor, ¡ellos lo aguantan!».
La versión masculina de La razón de mi vida
No suele reconocerse que La razón de mi vida inaugura un género cuyos ecos resuenan hasta nuestros días: el de la autobiografía peronista. Porque si bien poco conocida y difundida, Perón también escribirá una suerte de versión masculina de La razón de mi vida. Se trata de su escrito más personal: Del poder al exilio: cómo y quiénes me derrocaron, pergeñado en la ciudad panameña de Colón, frente al Atlántico, hacia 1956.
Si en La razón… Evita afirmaba que el “día maravilloso” que conoció a Perón empezó su verdadera vida, en Del poder al exilio…, Perón narraba: “Eva entró en mi vida como el destino… Fue un trágico terremoto que se abatió sobre la provincia de San Juan, en la Cordillera, y destruyó por entero la ciudad, quien me hizo encontrar a mi mujer”. Como en la tradición de las mejores obras clásicas, la historia de amor cuya génesis tiene como trasfondo el drama sanjuanino parece anticipar la tragedia final.
Pero es en la descripción de agonía y la muerte de Evita, cuando la prosa de Perón toma ribetes de inédito lirismo y hasta belleza literaria. Mientras su esposa respira dificultosamente en el fantasmagórico Palacio Unzué (que luego sería demolido), como en un montaje cinematográfico, el General contempla el cielo: “Entretanto, llegaba el crepúsculo. Por la ventana entraban las primeras sombras. Un viento despiadado sacudía los árboles. El cielo tenía el color de un sudario y estaba cargado de lluvia”. Así, sin ser Perón exactamente un romántico, su escritura asume algunos rasgos de ambientación del romanticismo y cierto aire de triste ensueño que le hace trazar una analogía entre el sufrimiento de su corazón, el clima y el estado desatado de la naturaleza.
En el mismo libro, Perón escribe: “De nosotrosdos, Evita es la más feliz. Si bien está muerta y sin paz, está por lo menos en su tierra. Yo estoy lejos y obligadoa vivir solamente de esperanzas, de ansias y de recuerdos. De ella solo tengo una fotografía, su libretacívica y la última carta que me escribió el 4 de junio de 1952. Las pocas palabrasque escribió de su propio puño son casi ilegibles. La caligrafíaes irregular, incierta y fatigosa.Se asemeja a su respiración, tal como la sentí aquellamañana anterior a la de su muerte.”
Actualidad y vigencia de La razón de mi vida
“Del poder al exilio: cómo y quiénes me derrocaron” pasó en su momento casi sin pena ni gloria y hoy es un libro apenas citado, casi olvidado. Pero funciona como el otro antecedente de la autobiografía peronista que se erigirá heredera del éxito comercial y político de La razón de mi vida.
En efecto, Sinceramente, escrito por Cristina Kirchner y lanzado en abril de 2019 por Sudamericana revolucionó con sus ventas el mercado editorial y devino plataforma del lanzamiento de la exitosa candidatura presidencial del Frente de Todos. De La razón de mi vida retoma la estrategia literaria de apelar a anécdotas cotidianas, aspectos íntimos e impresiones de la vida conyugal conjugándola con efusiones políticas (“El amor es tener ganas de estar con el otro. Para escucharlo, para hablar, para lo que sea. A mí me encantaba estar con él y a él conmigo. Siempre me decía: ‘De lo único que nunca me aburrí fue de vos”). De Del poder al exilio… Cristina recupera cierto aire deslumbrado en el que se mezclan eficazmente las acusaciones por persecución política, el racconto de las obras de su gobierno y la nostalgia por el amor perdido. Estrategias y fórmulas que forman parte de la tradiciónautobiográfica del peronismo clásico cuya genealogía se remonta al libro más conocido de Eva Perón.
Finalmente, sin dudas, nadie como Evita en La razón de mi vida presagió el sentimiento de muchxs tras el 26 de julio de 1952: “Quiero hacer hasta el último día de mi vida la gran tarea de abrir horizontes y caminos a mis descamisados, a mis mujeres, a mis obreros… Tal vez algún día cuando yo me haya ido definitivamente, alguien dirá de mí lo que muchos hijos suelen decir, en el pueblo, de sus madres, cuando se van definitivamente: ¡Ahora recién nos dábamos cuenta que nos amaba tanto”.