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Caras y Caretas

           

El Cervantes cumple un siglo

El 5 de septiembre de 1921 se inauguró el edificio del Teatro Nacional Cervantes, impulsado por la actriz española María Guerrero. Una síntesis de los hitos en la historia del único teatro nacional del país invita a reflexionar sobre el papel clave que desde siempre tuvo en el desarrollo de las artes escénicas argentinas.

La historia del Teatro Nacional Cervantes puede pensarse casi como la historia de la Argentina. Está plagada de tensiones políticas, sociales y culturales, de etapas de crisis y de momentos donde hubo que asumir riesgos para reconfigurarse. A lo largo de cien años, el Cervantes nos conectó con la dramaturgia nacional, nos acercó a grandes obras y nos hizo testigos de su importancia como espacio consagratorio para muchos/as artistas. Es, sin duda, un emblema de nuestra identidad teatral y parte del patrimonio cultural argentino.

Ubicado sobre la calle Libertad, en intersección con la avenida Córdoba, el Cervantes es un teatro de producción en el que funcionan talleres de escenografía, vestuario (en 2020, junto a sastrería, se confeccionaron protectores de nariz y boca para colaborar en la prevención del contagio del covid-19), herrería, pintura escénica, electricidad. También funcionan laboratorios audiovisuales, de asistencia de dirección y de producción. Tiene tres salas. La principal es la Sala María Guerrero, con capacidad para 860 espectadores/as, un disco giratorio central a nivel del escenario y un escenario levadizo (en ella se presentaron compañías de distintos lugares del mundo). Las otras dos salas son la Orestes Caviglia con capacidad para 150 personas, y la Luisa Vehil, con capacidad para 120.

Aunque la historia de este teatro empezó como un sueño, le siguieron “mañanas” complicadas. Pero, pese a todos los acontecimientos que le tocó atravesar, el Cervantes sigue de pie.

María Guerrero (nacida en Madrid en 1867) soñaba con construir su propio teatro en Buenos Aires, ciudad en la que actuó por primera vez en 1897 encabezando la compañía que dirigía su esposo, Fernando Díaz de Mendoza. María inicia su proyecto en 1918 y les encarga la obra a los arquitectos Fernando Aranda y Emilio Repetto. La estructura original del teatro reproduce la fachada de la Universidad de Alcalá de Henares, la ciudad natal de Cervantes. El teatro se inauguró el 5 de septiembre de 1921 con la comedia La dama boba, de Lope de Vega. Hoy, la Compañía Argentina de Teatro Clásico, dirigida por Santiago Doria, representará algunas de sus escenas en homenaje a María (en un evento para invitados/as).

Fotos: Gentileza Teatro Nacional Cervantes

SE CAE Y SE LEVANTA

Pese a haber sido un teatro de prestigio, el Cervantes acumuló deudas millonarias imposibles de saldar que lo llevaron al remate en una subasta pública. En septiembre de 1926, pasó de la privatización a la estatización en manos del Gobierno nacional. Se convirtió así en el teatro de todos/as los/as argentinos/as. Su destino quedó definido en 1933 cuando se dispuso por ley la creación del Teatro Nacional de la Comedia y se eligió como sede al Teatro Cervantes. Dos años después, Antonio Cunill Cabanellas puso en marcha al primer teatro nacional. Por supuesto, este teatro no estuvo exento del peso de la dictadura. Por ejemplo, en 1955, la autodenominada Revolución Libertadora suspendió por decreto la Comisión Nacional de Cultura y el teatro permaneció sin actividades hasta agosto de 1956. En 1961, se incendió y si bien la pérdida no fue total –gracias a la intervención de Víctor Róo, un técnico– los daños fueron muy grandes. Resurgir de las cenizas a este Ave Fénix de estilo europeo le tomó siete años hasta el momento de su reapertura. Los trabajos incluyeron, además, la construcción de un edificio sobre la avenida Córdoba en un solo block de 17 pisos.

En 1997 el Cervantes obtuvo por decreto su autarquía, y aunque depende de Presidencia de la Nación –a través del Ministerio de Cultura– goza de cierta independencia para administrar sus recursos y para planificar y definir los criterios artísticos y contenidos de las programaciones. Durante doce años, fue casi imposible apreciar la arquitectura del edificio ya que su fachada estuvo cubierta por andamios. Se quitaron, finalmente, en 2018. Era el tiempo de la gestión de Alejandro Tantanian, cuando el Cervantes pasó a ser el primer teatro accesible del país gracias al trabajo de su área (inédita hasta entonces) de Gestión de Públicos y del Ministerio de Cultura. Entre los recursos disponibles se destacan las visitas táctiles, interpretación en lenguaje de señas, programas de mano impresos en tinta macrotipo y braille con código QR. La identidad visual del teatro cambió, atrayendo –sumado a una jugosa programación y a las figuras protagonistas convocantes– a un público joven y diverso que empezaba a convivir con los públicos más tradicionales y habitués del teatro. En esos años, se planteó la posibilidad de modificar el nombre original del Cervantes por Teatro Nacional Argentino, fundamentado en su carácter de único teatro nacional del país. Esa idea quedó sin efecto.

Fotos: Gentileza Teatro Nacional Cervantes

UN PRESENTE CON DESAFÍOS

El momento actual encuentra a Rubén D’Audia como director general y a Sebastián Blutrach como asesor de contenidos, programación artística y producción. Teoría King Kong (basada en textos del libro de Virginie Despentes) fue la primera puesta de 2020 en la Sala María Guerrero. La impronta feminista en el ámbito cultural volvía a poner el foco en problemáticas de género (muy en línea con lo que había ocurrido en 2019 con La asamblea de las mujeres). Hasta que llegó marzo y la pandemia le dio un nuevo giro a la historia del Cervantes: a sólo tres días de decretado el ASPO, nació el canal de YouTube “Cervantes Online”, creado a modo de platea virtual. Este teatro fue el primero en ofrecer un variado repertorio de obras ya estrenadas para luego colgar otras, íntegramente desarrolladas para su estreno virtual (como las que resultaron elegidas del concurso “Nuestro Teatro”, que estimuló la producción de contenidos para que las artes escénicas siguieran funcionando en el contexto de emergencia sanitaria). Aunque de un modo que nadie hubiera imaginado y pese a las particularidades del momento, uno de los objetivos que había planteado D´Audia al asumir su gestión terminó potenciándose: la descentralización del teatro y su apertura hacia otras regiones del país, fomentando la inclusión.

A D´Audia y a su equipo les tocó el tiempo de festejos por el centenario del Cervantes en un marco complejo. Pese a ello, ofrecerán una serie de actividades durante los meses de septiembre y octubre, abiertas para todo público que se anunciarán a través del sitio del TNC y sus redes.

Con los cuidados que la situación amerita, hoy queremos compartir en los espacios que constituyen la arena social, donde la magia sucede porque hay contacto. Lo convivial –diría Jorge Dubatti– como aquel acontecimiento ontológico que ocurre en los cuerpos y a través de los cuerpos afectados en su totalidad por la presencia física. El modo por excelencia de lo teatral.

Crecimos escuchando que los deseos no se cuentan. Me tomo una licencia al respecto. Quizá sea también momento de empezar a compartir los propios deseos para que se encuentren con los de otros/as y se intensifiquen. Escribo entonces mi deseo. Pido muchos años más de Teatro Nacional Cervantes. Que siempre sea un teatro para todos/as, abierto a su comunidad y accesible, que invite a diversos públicos a querer entrar y a dejarse alcanzar por esa magia que flota por sus salas, sus pasillos, su foyer, su fachada, sus camarines y talleres; la misma magia que está en el trabajo de cada uno y de cada una de los/as que lo hicieron y hacen posible. Un teatro que nos ayude a seguir pensándonos como sociedad, con su memoria y su historia y sus posibilidades de futuro. Un teatro que nos siga revolucionando y transformando.

Escrito por
Belén Rio Parisi
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