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Caras y Caretas

           

REGRESO A CORONEL VALLEJOS

Director de cine.

De pibe escuché hablar de Manuel Puig en General Villegas. No sé si la gente lo leía, pero se hablaba de él y de sus libros. “Quienes habitamos este pueblo somos personas decentes”, decían algunos vecinos. “Nuestros asuntos no hay por qué andar ventilándolos”, proferían otros, mientras tronaban con una advertencia profética al novelista: “Mejor que no vuelva por el pueblo”.

En mi casa, en alguna sobremesa familiar, cuando ya no había muchos temas de conversación, saltaba el asunto de Puig, y mientras una tía solterona le bajaba la caña de lo lindo, otro tío lo defendía. Yo era muy chico y no había leído ningún libro todavía, pero era un espectador curioso de aquella trifulca que se encendía alrededor del escritor de La traición de Rita Hayworth.

Cuando fui a la secundaria hubo una docente que nos convenció de leerlo, y como casi nadie tenía esos libros en su casa, nos mandó a buscarlos a la Biblioteca Municipal. Siempre le voy a estar agradecido a Tita, nuestra profesora de Literatura, por su insistencia y porque nos abrió un mundo nuevo: las gramáticas de los escritores latinoamericanos.

En la biblioteca del pueblo nos atendió una joven bibliotecaria muy bella, cálida y misteriosa, que se desplazaba en silla de ruedas, llamada Patricia Bargero. Lo que se sabía de ella era que un accidente la había dejado cuadripléjica y que en el baúl del automóvil que volcó traía su vestido blanco para casarse, pero la boda se había suspendido. De voz suave y mirada penetrante, por esos días Patricia comenzaba a leer las novelas de Manuel Puig, que aún seguían siendo tabú en el lugar.

A mitad de los 90 me fui a estudiar a la Universidad Nacional de La Plata. Con los años comencé a realizar documentales y siempre anduve rumiando un guion imaginario sobre la historia de Puig y su tierra natal. Tenía la idea de retratar qué había pasado con sus dos primeros libros que se situaban en General Villegas (llamado por Puig, sagazmente, Coronel Vallejos) y quería saber por qué los nativos del pueblo se habían ofendido tanto al leer sus páginas. Pero nunca encontraba la forma de encarar el film, dar con una narrativa que fuese atractiva.

Pero tiempo después, en una Pascua que fui de visita al pueblo, me reencontré con Patricia Bargero. Se había jubilado, su belleza se había mezclado con sabiduría, sin embargo, su calidez y misterio estaban intactos. Ahora era una erudita del escritor de Boquitas pintadas. Daba charlas en las escuelas del lugar utilizando las novelas de Manuel, cuando entre los jóvenes se daban hechos de violencia de género o, simplemente, para erradicar prácticas machirulas. Patricia también organizaba eventos puigianos y hasta se compró la casa donde el escritor había transcurrido su infancia y la refaccionó para vivir allí. Su existencia se configuró con las lecturas sistemáticas de toda la obra de Manuel, y los amigos, en la intimidad, le decían “la viuda de Puig”. En ese encuentro, luego de un par de pavas de mate y mucha charla sobre tiempos pasados, descubrí que comenzaba realmente la película Regreso a Coronel Vallejos. Patricia me mostró unos escritos que serían la base de nuestro primer guion que creamos junto al productor Gustavo Alonso y que fue engordando en los días de grabación para reconfigurarse finalmente en el montaje.

Para toda la filmación tuvimos la mejor locación posible: General Villegas, que aportó esa escenografía apacible de la Pampa húmeda, el imaginario (pero tan real) Coronel Vallejos. De esta forma pudimos contar la historia de Manuel Puig, uno de los mejores escritores de habla hispana, que fue ninguneado en su tierra, por chusma y también por raro (léase “también por puto”). Narrado amorosamente por una mujer tullida transformada en heroína. Envuelta siempre en un halo de misterio, con una fortaleza y pasión inquebrantables, como una estrella de Hollywood de las que Manuel adoraba.

El documental está disponible en Cine.ar y OctubreTV.

Escrito por
Carlos Castro
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