• Buscar

Caras y Caretas

           

PARA TODOS LOS GUSTOS

Astor Piazzolla grabó toda la música que compuso. Por eso su discografía es de las más vastas de la Argentina. Su carrera tiene tres grandes momentos que se ven reflejados en sus cintas.

La discografía de Astor Piazzolla está entre las más extensas del tango. Con alrededor de 900 grabaciones, se codea con las de Canaro, Firpo, D’Arienzo, Pugliese, Gardel y Fresedo. Es el fruto de una sistematicidad casi perfecta: Piazzolla grababa todo lo que componía. Por eso, afortunadamente, su repertorio está hoy a la vista. Además es fácil acceder a ese tremendo volumen de fonogramas a través de plataformas como Spotify, Tidal o YouTube. La disponibilidad en CD, en cambio, es variable y caprichosa, aunque con la ventaja, casi siempre, de contar con la información necesaria. ¿Cómo saber, si no, de qué manera identificar ese “Adiós Nonino” que estamos buscando entre los aproximadamente veintisiete que registró entre 1961 y 1990?

Ante la verdadera maraña de ediciones originales, reediciones con el nombre cambiado y compilaciones irracionales, casi la única manera de orientarnos es contar con un catálogo discográfico. Por suerte, el editor, estudioso y escritor japonés Mitsumasa Saito ha elaborado un catálogo completo que está publicado.

En cuanto a la obra académica, las composiciones para bandoneón y orquesta fueron grabadas por él mismo, aunque hay muchas otras versiones. Su música para guitarra, guitarra y flauta, flauta sola, violoncelo y piano, así como obras para gran orquesta o conjuntos de cámara, ha sido registrada por los mejores intérpretes internacionales y están ampliamente disponibles. Son trabajos muy interesantes, en los que el tango se mezcla con maestría en la música clásica contemporánea, siempre en un entorno neoclásico.

MOMENTOS

Podemos dividir la discografía popular de Piazzolla en tres etapas: 1945-1952, 1955-1977 y 1979-1990. Con una aclaración: Piazzolla alcanzó cumbres sublimes, pero fuera de ellas no hay una sola obra que no merezca ser escuchada. En todas dice algo importante y muchas veces entrañable.

En la primera, Astor estaba en la corriente principal del tango. Dirige una orquesta típica para Francisco Fiorentino y luego su propia orquesta típica, todo esto registrado para Odeon. Poco después, en el sello independiente TK, cuatro fonogramas más con su orquesta y ocho dirigiendo

la de María de la Fuente. En estos discos, lo más interesante son los temas instrumentales (22) y “Fugitiva” por De la Fuente. Además hay una protodiscografía piazzolliana en todas las grabaciones de Troilo en las que participó (1941-1943) y especialmente en aquellas en las que escribió los arreglos. Los fanáticos saben cómo acceder a ellas.

La segunda etapa abarca los antecedentes de la revolución piazzolliana, el Nuevo Tango propiamente dicho, y la experiencia en Italia. Comienza grabando en París dieciséis tangos antológicos; luego en Buenos Aires un LP y un EP con el revolucionario Octeto Buenos Aires y dos LP con orquesta de cuerdas, bandoneón y solistas de tango. Esto comprende 58 temas en dos años, que se pueden considerar como un todo coherente y como la culminación de lo que Piazzolla podía hacer con el tango tradicional, a la vez que representan una cumbre para el género. Aunque fuera un fracaso económico.

Ante las dificultades, como siempre, Astor dio un salto hacia adelante. En 1958 se radicó en Nueva York. Allí diseñó el jazz-tango del cual más adelante renegó; yo invito a que escuchen los solos de bandoneón del LP que grabó allí, Take Me Dancing, con un quinteto que se completaba con vibráfono, piano, bajo y guitarra eléctrica. Seguramente encontrarán algo excitante.

Regresó a Buenos Aires en 1960 ya con todos los ingredientes como para comenzar a diseñar el Nuevo Tango. Es una década magnífica para Piazzolla. Grabó para RCA, CBS, Philips y Trova más de una veintena de LP y varios sencillos, con diversos cantantes, casi siempre con su quinteto. Es imposible detenerse en cada uno, pero indudablemente hay piezas insoslayables: el larga duración con poemas de Borges y la voz de Edmundo Rivero (Philips); Adiós Nonino (Trova); Tango para una ciudad (CBS). La operita María de Buenos Aires (Trova, 1968) es uno de los puntos más altos de toda la discografía de Piazzolla. Luego de la operita, la conjunción con Horacio Ferrer y Amelita Baltar se continuó con la serie de las baladas, incluyendo la célebre “Balada para un loco”, cuyas mejores versiones son las de la propia Amelita y la del Polaco Goyeneche. La revolución del Nuevo Tango fue porteña y culminó con los dos espléndidos discos del noneto (RCA, 1971/2). Luego, Buenos Aires se agotó momentáneamente para Piazzolla.

Contratado por Aldo Pagani, se radica en Roma en 1974 y comienza a grabar allí con músicos de estudio italianos. Eso implicó que tuviera que multiplicar su participación para mantener el espíritu tanguero. El primer LP fue Libertango, que representó un giro estilístico importante. Un conjunto grande con cuerdas, flauta, órgano, bajo eléctrico y nutrida percusión fue el marco para intensos y largos solos de bandoneón y para los frecuentes overdubbings, en los que sobregrababa hasta cuatro veces el bandoneón. En estos años, entre una docena de discos, se destaca su colaboración con Gerry Mulligan (1974), la Suite Troileana (1975) y el grabado en vivo en el Olimpia de París con un octeto integrado por músicos argentinos, muchos de ellos provenientes del rock (1977).

La tercera etapa comienza en 1978, cuando regresa a su clásico quinteto acústico, con una formación que básicamente conservó por los siguientes diez años. Con base en Europa, las intensas giras le dejaron poco tiempo para componer, por lo que recurrió a mucho de su repertorio de los 60. El primer LP, Biyuya, fue registrado en estudio en 1979, pero muchos fueron grabados en vivo. Entre las nuevas composiciones se cuentan un puñado de obras maestras: algunas para su reunión con Gary Burton y las tres Camorra, entre otras. El repertorio de canciones y baladas fue estupendamente retomado con Milva. Entre los registros en vivo, el grabado en el Central Park (1987) es especialmente recomendable, por la calidad de la grabación y la calidez del público.

Escrito por
Omar García Brunelli
Ver todos los artículos
Escrito por Omar García Brunelli

A %d blogueros les gusta esto: