La pandemia por coronavirus llegó para recrudecer todas las desigualdades que atraviesan a la sociedad en distintos niveles. Una de ellas es el acceso a internet: al imponerse la cuarentena, muchas actividades tuvieron que adaptarse a la virtualidad. Mientras que los debates giraban en torno de si la modalidad remota digital serviría para trabajar o estudiar, la cuestión básica quedó relegada: ¿cómo se vive por fuera del universo virtual en un mundo donde impera la hiperconexión?
El concepto para abordar la problemática es “brecha digital”. Consiste en la desigualdad entre las personas que tienen acceso a internet y las que no lo tienen. Puede manifestarse de distintas maneras, y según explica el especialista en medios, telecomunicaciones y tecnologías de la información (TIC) Martín Becerra, en la actualidad ya se habla de brechas, en plural, porque el acceso a internet está atravesado por distintas cuestiones, como el territorio, la cantidad de dispositivos móviles, los abonos de las empresas de telecomunicaciones, entre otras.
DESIGUALDAD DIGITAL
Para Becerra, que es investigador principal del Conicet, no tener conectividad en la actualidad implica “tener obstáculos graves para conseguir o mantener trabajo, para acceder a la atención de salud, acceder al sistema educativo, mantenerse informado”, entre muchas otras complicaciones. La realidad es que hoy internet forma parte del funcionamiento de la estructura social, y quienes no tienen acceso afrontan un verdadero problema.
En la misma línea, Mariela Baladron, licenciada en Ciencias de la Comunicación y magíster en Industrias Culturales, considera que, aun más durante la pandemia, “la falta de conectividad implica la falta de acceso a posibilidades y al ejercicio de muchos derechos”.
La brecha digital existe y es un problema real que afecta a un gran número de personas desde que se inventó internet. En 2019, Becerra exponía en la jornada “Argentina conectada”, organizada por la Fundación Telefónica Movistar, que la manera de abordar la problemática fue variando con los años. Hacia finales del siglo XX, se hablaba únicamente en términos de acceso: quienes tenían y quienes no, lo que el especialista considera una “mirada apartheid” de la cuestión. Esto mutó con el tiempo, y ya entrado el siglo XXI, con una mayor expansión de internet a nivel global, la brecha digital comenzó a plantearse según el tipo de acceso que se tiene.
A diferencia del siglo pasado, hoy son muchos los hogares que cuentan con acceso a internet. Según el informe de 2020 del Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom), en el primer trimestre de 2014, el 49,6 por ciento de los hogares contaba con acceso a internet fijo. En 2019, ese porcentaje creció a 62,8 por ciento.
Ahora bien, tal como explica Becerra, en la actualidad la cuestión ya no gira tanto en torno a si las personas tienen acceso o no, que sigue siendo un tema central, sino más bien a “qué tipo de acceso tienen las personas que tienen acceso”. ¿Es la misma conexión la que tiene un habitante de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a la que tiene una persona que vive en una zona rural al nordeste del país? La respuesta quizá sea obvia, pero los datos hablan mejor.
Según el informe de la Cámara Argentina de Internet, en el segundo semestre de 2019, “mientras la ciudad de Buenos Aires tiene más conexiones que hogares, aún hay trece provincias con niveles de penetración por debajo del 50 por ciento, y ocho de ellas por debajo del 40 por ciento”.
LA EDUCACIÓN
La brecha digital existe y es un problema, porque, tal como quedó demostrado en la ciudad de Buenos Aires, alrededor de cinco mil estudiantes quedaron por fuera del sistema educativo, al no poder asistir a las clases virtuales por falta de dispositivos o falta de internet desde que se impuso la cuarentena en marzo de este año.
“Acordamos con el ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta, la posibilidad de abrir algunas escuelas para que quienes hayan tenido algún problema de conectividad en sus casas puedan acceder a una computadora y a internet”, anunció el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, a comienzos de agosto.
Ante la exclusión de los alumnos, la respuesta del Gobierno porteño fue habilitar las clases presenciales, una medida controvertida en medio de la pandemia, que sigue en discusión hasta hoy, ya que obliga tanto al personal docente, como no docente y al estudiantado a exponerse a posibles contagios de coronavirus.
Para la especialista Baladron, “el problema de la conectividad en la ciudad de Buenos Aires depende de qué barrios se trate, si es un problema de acceso a infraestructura, de oferta de servicios o de asequibilidad”. En una ciudad donde el acceso a internet alcanza el 111,7 por ciento de cada cien hogares, es decir que hay casas que cuentan hasta con dos redes, hay muchos barrios en donde las y los vecinos tienen que buscar otras alternativas ante las escasas respuestas del gobierno por la falta de conectividad, cantidad de dispositivos para conectarse o acceso a servicios de telecomunicaciones.
El ejemplo que trae Baladron es el de la villa 20, donde funciona una red comunitaria impulsada por la organización Proyecto Comunidad. “Combinan lo que es algunos puntos wifi inalámbricos abiertos y una red cableada domiciliaria”, explica la licenciada en Ciencias de la Comunicación.
Por otro lado, en la Legislatura porteña, María Bielli, diputada en la ciudad de Buenos Aires por el Frente de Todos, presentó a principios de año un proyecto para garantizar el acceso inalámbrico de internet en los barrios donde no hay. En una nota con Página/12, Bielli remarcó: “A muchos servicios básicos insatisfechos que tienen los barrios, se suma la falta de conectividad necesaria que hoy es un puente para acceder a otros derechos. El Gobierno de la ciudad tiene que garantizar la conectividad”.
INTERNET ES UN DERECHO
En estas semanas, un plenario de las comisiones de Comunicaciones e Informática y de Educación de la Cámara de Diputados se reunió para dar dictamen a un proyecto de ley para un Plan Nacional de Conectividad, que apunta a priorizar la educación y lo primordial: establecer el acceso a internet como derecho humano y servicio universal.
Para Martín Becerra, internet tiene que ser considerado un derecho “para sostener condiciones de vida dignas y para ejercer los derechos humanos y cívicos”. Baladron coincide y agrega que incluso los organismos internacionales de derechos humanos “han reconocido que el acceso a internet es un derecho fundamental para la libertad de expresión y como plataforma para el ejercicio de otros derechos”.
Ahora bien, la investigadora propone ir un paso más allá y también pensar de qué manera se está abordando el acceso a internet. “Hay que considerar en qué condiciones uno está conectado. Porque si bien aquellas personas que no acceden ven vulnerados muchos de sus derechos, también cabe preguntarse de qué manera se conectan y para qué, porque si bien es una potencialidad para el ejercicio de varios derechos, también otra realidad es que tal como está funcionando también se vulneran derechos”, explica.