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Caras y Caretas

           

“FUE EL CUADRO MÁS LÚCIDO DE SU TIEMPO”

El historiador y licenciado en Comunicación César “Tato” Díaz repasa las múltiples aristas del legado de Belgrano. Lo define como un intelectual, subraya su estatura política, destaca su vocación por llevar sus ideas al campo de la acción y revela la influencia de su labor como periodista.

César “Tato” Díaz rescata al Manuel Belgrano periodista y lo caracteriza como “un cuadro político integral”. Cuenta que escribía de una forma muy sencilla porque era un comunicador y buscaba “que todo el mundo lo entendiera”. Pero, a la vez, lo describe como un intelectual al que “le gustaba la acción, dejar el pensamiento y subirse a un caballo”. Rescata que es él quien había pensado de mejor modo la revolución y lo ubica como “un cuadro orgánico”.

El titular de la cátedra de Historia de la carrera de Periodismo de la Universidad de La Plata, licenciado y profesor de Historia posdoctorado en Comunicación, recorre la formación política del prócer en Europa y describe cómo organizó una protoagencia de noticias en territorio americano. La actividad política y periodística de Belgrano forma parte de su tesis doctoral, “Comunicación y Revolución. 1759-1810”, y ubica al revolucionario como uno de los personajes centrales de la esfera pública rioplatense.

–¿El Belgrano periodista quedó escondido detrás del Belgrano prócer?

–Como buen historiador, arranqué desde el principio y salí a buscar cómo eran las cosas en los inicios en nuestro territorio. En esa búsqueda me encuentro con que el aspecto comunicacional le dio sentido a lo que sabíamos de la Revolución de Mayo. Belgrano es un cuadro integral, como diríamos en la actualidad. Hay tres personas que en el siglo XVIII van a estudiar a Europa: el deán Gregorio Funes, Manuel José de Lavardén y Manuel Belgrano, quien no sólo va a estudiar, sino que también forma parte de la corte. De hecho, está en Europa cuando se produce la Revolución Francesa, en Madrid, más precisamente, y le llega la influencia que está empezando a tener el periodismo más político de la revolución. En 1794 termina sus estudios y se recibe de licenciado, no es abogado ni doctor. Le escribe a la madre y le dice que están gastando mucha plata, y que se vuelve porque no necesita ser doctor. “Eso nos va a costar tiempo y dinero”, asegura. Él tenía un permiso especial para leer todos los libros prohibidos, podía leer a Rousseau, a Montesquieu. Los enciclopedistas estaban rompiendo con el ancien régime, eran autores que no se podían leer. Si se leían, era clandestinamente. Pero Belgrano tenía un permiso especial del Papa, él no tenía límites, podía leer todo, manejaba cinco idiomas: inglés, francés, italiano, latín y castellano. Y escribía en forma muy sencilla porque era un comunicador, quería que todo el mundo lo entendiera. Con todo este caudal de idiomas y de acceso a bibliografía, se viene para acá. En 1794, Diego de Gardoqui le advierte que, si se va, no hay vuelta atrás, y le pide que sea su corresponsal. En 1795 se crea el consulado y Belgrano es ungido secretario vitalicio del consulado un año antes de que sea creada esa institución. Tenía una banca impresionante. Cuando viene acá se encuentra con un territorio vastísimo y Gardoqui le dice que tiene que ser corresponsal de un periódico que se llama Correo de España y sus Indias. Este periódico funcionaba con corresponsales, desde acá se enviaban informes a Madrid. Allí se leían y se veía si se podían publicar o no, ver si pasaban la censura, y así volvían para aquí, y entonces se distribuían en América. El corresponsal del Virreinato del Río de la Plata es Manuel Belgrano. Esto lo lleva a ser periodista, y al tipo le gustaba esta cuestión. Viene acá y ejerce el periodismo porque es el corresponsal. Belgrano piensa en un sistema de corresponsalías. Tenía desde el consulado distintos corresponsales, uno en la Banda Oriental, otro en Rosario, otro en Salta, otro en Mendoza, otro en Corrientes, otro en Paraguay. Es una protoagencia de noticias, aunque todavía no existía el concepto de noticia. Crea esa vasta red de corresponsales, le da forma periodística y eleva los artículos a Madrid, desde donde los devolvían casi sin correcciones. En 1794 ya estaba ejerciendo plenamente el periodismo. Belgrano se ensambla en esta sociedad y es el referente más alto de la esfera pública rioplatense. No hablamos de esfera pública criolla porque acá había franceses, españoles, ingleses, portugueses y criollos. Llegaba un libro de Voltaire y se copiaba de puño y letra entero, y se pasaba. Esta esfera pública rioplatense sirve de usina de pensamiento y circulación de ideas.

–¿Belgrano es un hombre de letras, de acción o de la política?

–En 1795 ya está haciendo periodismo cuando crea la red de corresponsales. Ya está pensando en toda América, de sur a norte, pero no dirige ningún periódico. Sale el Telégrafo Mercantil en 1802, aparece el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio de Vieytes en 1807 y recién en marzo de 1810 lanzan el Correo de Comercio, que sí dirige Belgrano. Pero finalmente se da cuenta de que no puede estar en todos lados, se define como un tipo de acción y deja que otros hagan el periódico. Le dice a Francisco Cabello y Mesa que le da todo lo que necesita, pero luego se empieza a alejar y le quita el apoyo. En ese entonces, había licencia para un solo periódico en la región, como sucedía en España. Esta licencia que tenía Cabello y Mesa para el Telégrafo Mercantil, para que fuera el único periódico que circulara en la región, es desatendida para que Juan Hipólito Vieytes, mano derecha de Belgrano, saque el Semanario de Industria, Comercio y Agricultura. Él mismo lo dice: “Tengo el apoyo del consulado”. Lo puede sacar cuando todavía estaba circulando el Telégrafo Mercantil. Me pregunté por qué circulaban dos periódicos cuando había licencia para uno solo: es que Belgrano era un tipo político.

–¿Cuál es el vínculo de esta actividad periodística de Belgrano con la Revolución de Mayo?

–Belgrano escribe en el semanario de Vieytes ocasionalmente hasta que vienen las Invasiones Inglesas y ahí cesa el semanario, se corta. Después Liniers le pide que siga, continúa un tiempo más pero muy poco, y en 1807 deja de salir. En 1810 aparece el semanario de Belgrano, y en su edición del 19 de mayo expresa en un artículo con su firma: “Quiero la unión de todos mis paisanos”, refiriéndose a los americanos. Los dos principales asesores de Cisneros eran Castelli y Belgrano. En ese momento, muchos de sus colegas pretendieron abrir un periódico del virreinato para que dijera: “Muera el rey”. Pero no se pudo porque existía la censura previa como institución. Aunque, según pude comprobar, no funcionaba siempre en forma exhaustiva. Muchas veces era puenteada, esquivada o no se la tenía tan en cuenta. La palabra del rey era palabra santa, pero ya a comienzos de la modernidad, la censura a veces funcionaba y a veces no. Belgrano era secretario vitalicio del Consulado, que era una corporación absolutista monárquica. Era un hombre que estaba pensando en toda la región, con una cabeza muy abierta, y sabía que de la mano de España íbamos mal, había que empezar a formar cuadros aquí.

–¿Qué hizo Belgrano con la censura monárquica?

–El 11 de agosto de 1810 escribe acerca de la libertad de prensa. Es el primer artículo conceptual que aparece en el Río de la Plata en un periódico. Mariano Moreno escribió un parrafito el 21 de junio que tomó y copió de un periódico español. En cambio, el de Belgrano es un artículo conceptual elaborado e interesante. Belgrano también escribió sobre la abolición de la esclavitud: en ese entonces había unos 14 esclavos por familia, y él decía que eso no servía para nada, que había que dejarlos trabajar en el campo. Ahí se ve la pluma de Belgrano, que se centra en la importancia del hombre y va en contra de esa institución que es hostil a la modernidad.

–¿Se lo puede calificar como un intelectual o como un hombre de acción?

–Es un intelectual, es una palabra inherente a la modernidad. Belgrano es un intelectual hecho y derecho. Hizo distintos tipos de periodismo, un periodismo intelectual ampliado. En su periódico escriben intelectuales e intentan llegar a la mayor cantidad de gente posible porque saben de lo que hablan. Quieren ilustrar, hay debates públicos, eso es un sesgo de la modernidad, no son textos que quedan entre ellos. En donde mayor discusión había era en las tertulias. Belgrano recorría por día no menos de tres tertulias a partir de las cuatro o cinco de la tarde. Todas tenían nombre de mujer y su participación ha sido invisibilizada por la historia.

–¿Quiénes leían esos textos?

–Dicen que sólo leían los varones de las clases acomodadas; yo problematizo eso y veo que leen las mujeres, las esclavas, los esclavos, los indios, porque los pasquines que se fijaban en las paredes eran leídos en voz alta, al igual que los periódicos. Se leía en la calle, en la iglesia, en los cafés, en la universidad, en las tertulias, en las reuniones masónicas. El mensaje periodístico estaba en todos lados. Esto lo sabía Belgrano y por eso escribía. Las prácticas de lectura eran en voz alta. Este concepto teórico da vuelta absolutamente el tema de la comunicación. A eso hay que agregar las hojas en blanco que venían en la Gazeta de Buenos Ayres, era un insumo formidable porque no había kioscos para comprar resmas, todas las publicaciones traían hojas en blanco cosidas. Belgrano es, sin duda, el cuadro integral más lúcido de su tiempo. Lo que aprendió en Europa no lo trasladó mecánicamente, sino que aportó experiencias y las transmitía. Como secretario vitalicio del Consulado, todos los años llamaba y leía en voz alta la Memoria para todos los pobladores.

–¿Cómo es que deja el escritorio y la pluma y se decide a pelear?

–Porque es un cuadro integral, no es un cuadro detrás de un escritorio, no se olvida de que para hacer política hay que salir a la calle. Ese Belgrano, que es un Arturo Jauretche, quiere la acción. Son intelectuales a los que les gusta la acción, dejar el pensamiento y subirse a un caballo, irse al Paraguay a llevar la revolución, siendo él quien había pensado de mejor modo la revolución. Es un cuadro orgánico. Cuando llega al Alto Perú, lo primero que hace es crear un periódico, el Semanario del Ejército Expedicionario, para que los soldados, a la vez que aprendían a leer y escribir, se informaran. Siempre detrás del periodismo está el pensamiento. Es fascinante porque no sólo conduce la cuestión política, sino que también está pensando en comunicarla.

Escrito por
Gimena Fuertes
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