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Caras y Caretas

           

“La mujer palestina lucha contra el patriarcado, la ocupación israelí y la mirada occidental”

El patriarcado local y el colonizador, la noción de cuerpo-territorio, las violaciones tumultuarias y las primeras colonias humanas. El velo, la falta de libertad sexual y la negación de derechos a las minorías como argumentos organizadores y justificativos para la matanza indiscriminada. La mirada de Occidente y la retórica salvacionista del norte global. Karina Bidaseca, doctora en Ciencias Sociales, investigadora principal del Conicet y coordinadora del Programa Sur-Sur de Clacso, analiza el conflicto palestino-israelí con perspectiva de género.

–Desde tu mirada, ¿cómo creés que es conveniente iniciar un análisis de este conflicto?

–Primero, es importante destacar lo que ocurre específicamente, porque muchas veces se intenta confundir. El territorio de Palestina tiene una historia que está ligada íntimamente al colonialismo inglés, y al retiro de esa colonización se originó todo lo que ocurrió desde 1947 hasta el día de hoy. Estamos ante un colonialismo de tipo clásico: hay una ocupación del territorio que cada vez se expande más por parte de Israel y arrincona a los palestinos. En ese escenario, como en todo escenario de situación de guerra, las poblaciones más vulnerabilizadas son las mujeres y los niños y niñas.

–¿Cuál es el lugar de la lucha de la mujer palestina? En alguna publicación mencionás que tiene tres frentes.

–Sí. La mujer palestina enfrenta y lucha contra un triple sometimiento simultáneo. El primero, el patriarcado; el segundo, la ocupación israelí, y el tercero, la mirada occidental. Es un escenario totalmente desprotegido para con las mujeres, enmarcado en un intento de borramiento de un pueblo y de un objetivo general de limpieza étnica.

–¿Cómo describirías la primera de las luchas, contra el patriarcado, inserta en un contexto de guerra?

–Yo digo que la mujer palestina vive un doble patriarcado, lo llamo duplicación o reforzamiento. Enfrenta al patriarcado local y el patriarcado invasor. El primero, porque no hay sociedad que no lo tenga, y el caso del patriarcado del colonizador se pone de manifiesto en varias situaciones, llegando hasta las atroces violaciones tumultuarias. En un escenario de guerra hay una ley que se cumple siempre que se invade un territorio: se planta la bandera y se viola tumultuariamente a las mujeres. Desde 1992 se considera que toda violación tumultuaria a continuación de plantar la bandera en otro territorio constituye jurídicamente un arma de guerra; pero eso no se respeta. En realidad, no se respeta nada de toda la batería de legislación internacional, se vive en una matriz opresora.

–Algunos trabajos hablan de la violación como metáfora.

–Muchas autoras lo trabajan, por ejemplo, Rita Segato. Se sostiene que la violación de esos cuerpos no se hace con un fin en sí mismo, sino como un mensaje, como un acto comunicativo entre varones. En esta línea, algo importante a tener en cuenta es la noción de cuerpo-territorio. Esto se relaciona con que la violación al territorio es la violación al cuerpo feminizado, comprendiendo así que las primeras colonias humanas que se inseminan son estos cuerpos femeninos o feminizados. Cuando se habla de la “violación de las aldeas” se está percibiendo también la fantasía del perpetuador, una fantasía cruel, que se llega a materializar, que es violar a las mujeres de sus enemigos.

–El tercer frente de lucha de las mujeres palestinas que vos sostenés es la mirada occidental, ¿cómo la describís?

–La mirada occidental sobre la mujer palestina es victimizante. Sin embargo, estas son sumamente resistentes, reexistentes y generadoras de vida. Pero hay muy pocas voces que lo manifiestan. Hay silenciamiento, hay complicidad, hay falta de solidaridad y de compromiso con esas mujeres. Además, desde el 11 de septiembre se desató una islamofobia mundial que, entre otras cosas, concibe a las mujeres palestinas como musulmanas, lo cual no es cierto, porque ellas se identifican con diferentes religiones. Del otro lado, hay trabajos muy interesantes que dan cuenta, por ejemplo, del tema de la maternidad como un mecanismo de reproducción de habitantes para paliar la masacre de la población, u otros que reconocen el tráfico de semen en las cárceles. Todo esto habla del maternaje político, formas de concebir para que el pueblo no se extinga. Pero hay un blindaje, y el feminismo del norte global tiene responsabilidad.

–¿Te preocupan las pocas voces palestinas que se escuchan?

–Claro. Los feminismos del norte global son cómplices de este aniquilamiento. Porque hay una evidente parálisis, una sofocación de las voces de las mujeres palestinas. No las escuchamos, no nos permiten escucharlas por el cerco mediático. No pueden hablar, no solo porque tienen que sobrevivir en esta guerra perpetua, sino también porque hay un impedimento intencional de escuchar sus voces. Es uno de los escenarios más peligrosos desde la Nakba.

–A su vez, existe un discurso legitimador. Una posición cultural que da lugar y hasta argumenta o justifica la ocupación del territorio, ¿no?

–Sí, hay una serie de discursos y estrategias comunicativas utilizadas como herramientas para argumentar las prácticas belicistas. Pero todo discurso belicista está basado en una masculinidad violenta. Se utiliza mucho el tema del velo para reforzar una imagen de mujeres sin poder, que se encuentran pasivamente, y no es así. Es gran parte de la argumentación de Occidente, la fundamentación de salvar a estas mujeres de sus varones. Es una retórica salvacionista que viene a refundar un nuevo tipo de dominación, salvarlas de sus hombres implicaría que la dominación fuese ahora del patriarcado del colonizador. Otro hecho muy interesante es el discurso “gay friendly” que comenzó a tener Israel. En los últimos años incluso se han vendido paquetes de excursiones a la “tierra de las libertades sexuales”, del otro lado estarían las mujeres y varones que no pueden liberarse de la opresión sexual. Este discurso también refuerza la imagen homofóbica y bárbara. Y es un discurso que pretende convocar a los jóvenes. Toma esas representaciones porque así puede justificar que el otro pueblo tiene que ser aniquilado porque es salvaje, bárbaro, retrógrado, y no hay posibilidades de que exista en la Tierra.

–¿Existen espacios, herramientas u organizaciones específicas de acción de las mujeres palestinas?

–Hay organizaciones locales muy importantes, por ejemplo, de mujeres lesbianas palestinas. Es un grupo que tiene una visión muy interesante, que cuestiona este discurso que propone Israel sobre las libertades sexuales de uno y del otro lado del muro. Hay relatos de mujeres palestinas que cuentan que cuando se cuestionaban sus identidades sexuales, obviamente sintiéndose solas, escaseaba la literatura gay en árabe, por lo que debían consumir escritos en hebreo. Es un claro ejemplo de cómo, desde adentro, hay una lucha para modificarse; mientras, desde ya, se enfrenta al intento de aniquilamiento atroz del pueblo.

Escrito por
Damián Fresolone
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