En el marco del Ópera Festival de Buenos Aires, la última obra de Giacomo Puccini, Turandot, se presenta en el Teatro Avenida. Con dirección musical a cargo del maestro Helge Dorsch, la trama está ambientada en la antigua China, en Pekín, y narra la historia de la enigmática princesa Turandot, encarnada por la soprano Graciela de Gyldenfeldt. Caras y Caretas conversó con Emilio Urdapilleta, director de escena de esta gran producción.
–¿Cómo surgió la posibilidad de dirigir esta ópera?
–En principio me convoca la Ópera Festival Buenos Aires para dirigir tres producciones. Las tres producciones de este año eran Hansel y Gretel, Cavalleria rusticana y Turandot. Así, comenzamos el año haciendo la primera producción de Hansel y Gretel, que realmente me encantó dirigir, luego continuamos con Cavalleria rusticana, y acá estamos, transitando los últimos momentos de esta gran producción que es Turandot, la última ópera que Puccini compuso y que no terminó, murió antes. Además de la puesta en escena, hice el diseño y las realizaciones de escenografía de las tres óperas. Era la primera vez que hacía todo este trabajo, más allá del diseño de iluminación, que generalmente sí lo hago. Turandot es una ópera muy grande, muy importante, muy interesante desde el punto de vista simbólico, y eso fue muy atractivo .
–¿Cuál fue el punto de partida para narrar la historia?
–Para contar esta historia me basé en las diferentes formas de amar. Así, tenemos un amor paternal fraternal entre Liu y Timur o Timur y Calaf, su hijo perdido, que encuentra un amor totalmente puro e incondicional, que lo tenemos en Liu hacia Calaf, un amor ciego que tiene Calaf hacia la imagen de Turandot, que es el motor por el cual se desarrolla la obra, y por último el temor a amar, el temor a entregar su alma a otra persona por miedo, por temor a ser herida, en el personaje de Turandot. En el plano estrictamente escénico de puesta en escena, me pareció muy interesante trabajar lo simbólico y lo necesario. Quizá sea una característica de mi trabajo, pero siempre me gusta basarme en los elementos estrictamente necesarios y que no distraigan a la narración de la fábula. Elementos como el gong, imprescindible para mí en la primera escena, ya que si ese gong no suena no hay historia, y luego el palacio, con algunos elementos que denoten esa grandilocuencia. Obviamente, si bien tuvimos la libertad para trabajar, no contamos con la producción de un Teatro Colón. Y fue muy importante el tratamiento de la energía de los personajes, la energía del coro, que a mi entender tiene la estructura con la impronta de un coro griego, un coro que comenta, un coro que aporta determinados detalles a la historia, un coro que no es realista. Tratar de lograr dentro de esa masa coral la individualidad sin generar individuos fue muy interesante, trabajar con el coro especialmente la energía en cada momento de la obra.

–¿Cómo fue la experiencia en el Teatro Avenida?
–El Teatro Avenida tiene para mí un valor afectivo muy especial y haber podido cerrar el año dirigiendo escénicamente la última obra de Puccini, Turandot, una ópera emblemática con un elenco maravilloso, con una producción que me facilitó todo para poder llevarla a cabo, me llena de felicidad, no solamente por las otras dos producciones, sino por cerrar con una ópera difícil. Muy interesante desde los registros de actuación, la ópera trabaja el simbolismo, trabaja el realismo en algún personaje, trabaja la comedia del arte en los personajes de Ping, Pang, Pong, trabaja el estilo o el registro de un héroe de cuento como Calaf. Fue un desafío poder amalgamar esos diferentes registros de actuación en una gran obra. La respuesta del público hasta ahora ha sido maravillosa, la buena voluntad y profesionalismo del personal del Teatro Avenida, al cual conozco desde hace muchos años, la solvencia de los solistas desde el punto de vista vocal y desde el punto de vista actoral, un coro dispuesto a dar todo por la escena. Ese trabajo, que en algún punto parecía tan difícil, resultó ser no fácil pero sí placentero en el transcurso de los ensayos y por suerte dando frutos a una producción que en este contexto de país, en este contexto de mundo, es muy importante. Quiero mencionar también al coro de niños, que con su ternura nos acompañan en esta puesta. Lo más importante para mí en una puesta en escena es lograr la síntesis y la energía exacta para cada escena, y en eso estoy totalmente feliz y orgulloso de haberlo logrado. Desde el primer ensayo trabajamos con un objetivo muy claro que fuimos cumpliendo casi sin darnos cuenta.

Turandot se presenta en el Teatro Avenida el 26 de octubre a las 20.