El último libro que publicó Sergio Federovisky se titula El nuevo hombre verde. No se trata del personaje de un cómic que se transforma luego de un accidente radioactivo, sino de la relación del ser humano con el medio ambiente. Federovisky es actualmente viceministro de Ambiente de la Nación. Su recorrido profesional fue una diagonal entre la biología (se recibió de biólogo especializado en ecología en la UBA) y el periodismo especializado.
“Para mí es una opción falsa”, dice, en esta entrevista con Caras y Caretas, al ser consultado sobre un debate medular para la humanidad: la relación entre el desarrollo y cuidado del medio ambiente.
“Es como si alguien dijera ‘la bolsa o la vida’–agrega el funcionario–. Hoy no se puede pensar un modelo de desarrollo sin mirar la situación ambiental. No es como hace setenta años atrás. No existe ni la condición subjetiva, la sociedad no lo soportaría, ni la objetiva, no hay sustrato material para tolerar modelos de desarrollo como los posteriores a la Segunda Guerra Mundial. El planeta no aguanta. Imaginar que alguien puede elegir la opción del desarrollo sin el ambiente es suicida”.
–¿Esta mirada logra imponerse en los países que más contaminan: Estados Unidos, China, Europa?
–Ahí está el dilema. Esos países son los que realmente tienen que discutir cómo desandan su camino e imaginan su permanencia en el mundo del desarrollo con otras variables ambientales. También es absurdo pensar que la Argentina podría elegir un camino de desarrollo como el que hizo Estados Unidos en la postguerra o China cuando realizó la reconversión energética a favor del carbón en la década de 1990. Hoy es inviable. Ahora bien, esos países tienen que hacerse cargo del modo en que plantearon su desarrollo y de las consecuencias que ha tenido para el planeta. El desafío es que bajen sus niveles de hiperconsumo, la forma de exploración de los recursos naturales, y no solo pedirle a los países periféricos que tengan una relación amigable con el medio ambiente. El problema no es que los países periféricos no están pudiendo tener un desarrollo amigablemente con el ambiente.
–¿Cuál sería el eje fundamental que debe modificarse para que haya una mejor relación con el ambiente?
–Más del sesenta por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero las hacen cuatro países: Estados Unidos, China, India y Rusia. Si sumamos la Unión Europea, estamos arriba del setenta y cinco por ciento. Por lo tanto, la solución pasa por la conducta que tengan estos países. La Argentina emite el 0,8 por ciento de los gases de efecto invernadero. ¿Es importante que hagamos una reconversión hacia las energías renovables? Sí, pero más por una cuestión ética que por el impacto que va a tener en la marcha del planeta. La agenda de países como la Argentina en materia de recursos naturales está más relacionada con quién se lleva el excedente, quién toma las decisiones y quién controla. Acá la discusión no es desarrollo sí o no. El tema es si la explotación de los recursos naturales se da en el marco de un esquema que contemple la variable ambiental o si es de saqueo.
–La explotación del petróleo off shore en Mar del Plata fue un debate que mostró algunas de estas tensiones.
–Me parecen lícitas las opiniones y las protestas de las ONG. Pero digo que un país que tiene una incidencia tan baja en la emisión de los gases de efecto invernadero no puede renunciar a la explotación de sus recursos vinculados a la producción de energía. El tema no es petróleo sí o no, gas sí o no, litio sí o no. De nuevo: el tema es quién conduce, quién controla y quién se apropia del excedente.
–¿Qué instrumentos tiene el Estado Nacional para incidir en todo esto, además de YPF, y que no dependa de la política de cada provincia?
–Es una discusión muy seria. La Constitución le otorga a las provincias el dominio sobre los recursos naturales. No las hace dueñas de los recursos. Por otro lado, en la Argentina existe la Ley General del Ambiente, que establece que el Estado Nacional debe ser el garante de la condición ambiental en todo el territorio. Por lo tanto, puede intervenir para garantizar los modos de explotación. El tema es cuando esas dos interpretaciones se utilizan para justificar la anomia. Ni las provincias pueden hacer todo lo que deseen, ni la Nación puede desentenderse.
–Antes dijo que la clave para los países periféricos es evitar el modelo de saqueo, ¿a qué se refiere?
–El saqueo no se preocupa de la variable ambiental. No le importa dejar un pasivo ambiental que después tenga que resolver el Estado. Su único objetivo es invertir lo menos posible para ganar lo más posible, sin ninguna consideración por el desarrollo local. No todo modo de explotación de los recursos naturales es igual. Por ejemplo: La Alumbrera (minera) fue una catástrofe en Catamarca. Cuando se puso en funcionamiento, Carlos Menem era el presidente y dijo que Catamarca ingresaba al primer mundo. Está claro, tras veinte años de explotación, que Catamarca no entró en el primer mundo y que muchas cosas empeoraron.
–El cambio climático es el problema ambiental central en el mundo. ¿Qué otra asignatura pendiente tiene la Argentina en particular?
–El problema global es el cambio climático. Tiene consecuencias dramáticas: sequías, inundaciones, incendios forestales. En el caso argentino, además de estos temas, hay un costado propio que es la adaptabilidad a ese cambio. Por otro lado tenemos un problema arrastrado del siglo XX que, a mi criterio, es el principal. No tiene excusa económica ni tecnológica: los basurales a cielo abierto y el tratamiento de los residuos urbanos. Tenemos una realidad más parecida a la del siglo XIX que la del XXI. El modo formal de tratamiento de los residuos en la mayoría de los municipios en el país es ponerlos en un pozo y prenderles fuego. Es inusitado. Esto ocurre por falta de reclamo de la población y por una irresponsabilidad de la dirigencia.
–¿Cómo habría que tratar esos residuos?
–No es un tema tan complejo, ni hay limitaciones tecnológicas. Se trata de separar bien los residuos y hacer rellenos sanitarios controlados. Tenemos un problema normativo. La ley le da competencia exclusiva a los municipios en el tratamiento de los residuos sólidos urbanos. Eso debería cambiar. Nosotros, desde que estamos en la gestión, asumimos un crédito del BID y hemos avanzado en Concordia, Villa María, Formosa, Quilmes, Moreno. Estamos cerrando el basural de Luján. Necesitamos continuidad en el tiempo con esa política. Inversión continuada durante diez años y cambiar la modalidad.