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Caras y Caretas

           

Agua bendita

View of the Hidden Lake in Summer season

La disputa por el agua tiene nombres y apellidos, siempre extranjeros, y se localiza con fuerza en los países de América del Sur, que poseen una riqueza valiosísima.

Parece una discusión bizarra, pero no lo es. Se trata de un debate serio y muy peligroso. La disputa de si el agua –sin la que no hay vida posible– debe ser considerada un bien común de libre acceso o un negocio redituable viene creciendo aceleradamente desde la embestida neoliberal-privatizadora de la década de 1990 en Sudamérica.

En el pasaje del siglo XX al XXI, esa pulseada tuvo su primera explosión. Hasta entonces, los gobiernos sumisos al Consenso de Washington venían privatizando uno a uno los llamados “servicios universales”: acceso al agua potable, gas, electricidad, etcétera. Argumentaban una supuesta ineptitud de la gestión pública y una virtual eficiencia del sector privado. El saqueo a los pueblos fue tan duro que, a comienzos del siglo XXI, cada nación, a su manera, reaccionó.

Bolivia es un caso paradigmático. La chispa que provocó la insurrección popular de enero a abril de 2000, conocida como la Guerra del Agua, fue justamente la privatización del abastecimiento del agua potable impulsada por el Banco Mundial y gestionada por la multinacional Bechtel. Esa empresa suele tener en su directorio a secretarios de Estado y de Defensa estadounidenses, y es bien conocida por las ganancias exorbitantes que obtuvo al participar como contratista del Pentágono en la guerra en Irak. Un año después, estalló la Argentina con las manifestaciones de diciembre de 2001.

Paulatinamente, los sudamericanos, hartos del saqueo y del incumplimiento de las compañías extranjeras, fueron inclinándose por gobiernos progresistas que defendieran sus derechos. La banca extranjera y las transnacionales tuvieron entonces un freno momentáneo. Sin embargo, en esta segunda década del siglo, la codicia por los recursos naturales –agua, maderas, metales, litio, tierras raras, petróleo y gas–, tan abundantes en nuestra región, está desatada.

El agua se ha convertido en un negocio, en una herramienta de los países centrales para la dominación y en un objeto de disputa en la guerra que libran las potencias por la hegemonía global. La jefa del Comando Sur de Estados Unidos, Laura Richardson, lo dejó claro. Preocupada por la presencia rusa y china, la generala dijo textualmente: “¿Por qué es importante América del Sur? Por sus ricos recursos naturales. Las tierras raras. El 60 por ciento del litio mundial se encuentra entre Bolivia, Chile y la Argentina. Tenemos [¡¿Tenemos?!] las reservas de petróleo más grandes: crudo ligero en la Guyana. Venezuela tiene petróleo, cobre, oro. Tenemos el pulmón del mundo en el Amazonas y el 31 por ciento de agua dulce está en esta región. Quiero decir, esto es fuera de lo común”.

Si se incluyen EE.UU. y Canadá, todo el continente americano posee el 55,6 por ciento de los recursos hídricos renovables del planeta. De los 85 acuíferos existentes, 40 están en Sudamérica y el más importante se encuentra en el Cono Sur: el Acuífero Guaraní, una colosal reserva de agua dulce que el imperio vigila como a uno de los tesoros más preciados.

El acuífero tiene una superficie subterránea mayor que los territorios de Francia, España y Portugal juntos, 1.196.755 kilómetros cuadrados: 840.246 en Brasil, 225.424 en la Argentina, 72.540 en Paraguay y 58.545 kilómetros cuadrados en Uruguay, país que en estos momentos está pasando por una severa crisis hídrica. El volumen aproximado del acuífero es de 40.000 kilómetros cúbicos. Cada kilómetro cúbico equivale a un billón de litros de agua bebible, no contaminada. ¡Una fortuna! La profundidad todavía no está explorada en su totalidad, pero se calcula que en su punto máximo alcanzaría alrededor de los 1.800 metros. Hay quienes especulan con que el acuífero podría estar conectado con los lagos patagónicos. Y esto nos lleva a la Antártida, continente que, según prospectivas científicas, tendría entre el 60 y el 90 por ciento del agua dulce del planeta.

Esto explica las palabras de la generala Richardson y el interés, expresado en varios documentos militares estadounidenses, por la Triple Frontera, punto estratégico no solo por el agua sino por ser la puerta de acceso a la Amazonia y sus enormes riquezas en recursos naturales.

LOS NUEVOS DEPREDADORES

¿Cómo es posible que los uruguayos tengan que beber agua salada o usar el 30 por ciento de su salario para comprar agua embotellada? Es un país con condiciones naturales óptimas: clima cálido y húmedo, surcado de ríos y arroyos, con precipitaciones homogéneas a lo largo del año.

La causa que alega el gobierno de Luis Lacalle Pou –la escasez de lluvias– es apenas una mínima parte del problema. La razón principal la gritaron claramente los manifestantes que protestaron el mes pasado en Montevideo: “¡No es sequía, es saqueo!”. El verdadero culpable es el modelo neoliberal, porque permite el uso incontrolado (y casi gratis) del agua por parte del agronegocio y de las empresas pasteras como la finlandesa UPM (ex Botnia) y, por otro lado, porque aplica la política de achicamiento del Estado, desfinanciando empresas como OSE (Obras Sanitarias del Estado) al punto de dejarla sin fondos para reparar o renovar las cañerías agrietadas, por donde se pierde una importante cantidad de agua.

La privatización no es parte de la solución sino del problema. Si en el pasado la pesadilla se llamaba Bechtel, ahora se llama Mekorot Israel National Water Co., empresa que, desde 2022, lleva firmados convenios con siete provincias argentinas para el diseño de un plan maestro de gestión del agua. Mekorot es una empresa estatal de Israel, acusada de implementar un régimen de ahogo contra el pueblo palestino restringiéndole el acceso al agua y, simultáneamente, de apoyar a los colonos israelíes que ocupan ilegalmente territorios palestinos, suministrándoles agua.

Además de la violación de los derechos humanos, es necesario investigar los vínculos de Mekorot (como Bechtel) con las fuerzas militares en todas sus ramas. Si la naturaleza se ha convertido en un botín codiciado, los países con enormes reservas de recursos naturales serán, con certeza, blancos geopolíticos, en un mundo en plena reestructuración. ¡Cuidado! No solo se juegan los negocios y la depredación de nuestros bienes. No despertemos cuando sea demasiado tarde.

Escrito por
Telma Luzzani
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