El economista Alfredo Zaiat, autor de Economía a contramano y Macrisis. Otro fracaso del neoliberalismo en la Argentina, entre otros libros, reflexiona sobre las políticas vinculadas a la deuda externa de cada una de las gestiones de gobierno.
–Cuando hablamos de los inicios de la deuda argentina, mayormente nos remontamos al último golpe cívico-militar, ¿pero lo podemos situar antes, en las primeras décadas del siglo XIX?
–Sí, a mí me gusta hablar de tres ciclos concretos de endeudamiento argentino: el primero, que nace con el crédito de la Baring Brothers, en 1824, con Bernardino Rivadavia, que se terminó de pagar 120 años después; el segundo, iniciado durante la dictadura de 1976 y que explota con la convertibilidad y posterior default, y el tercero, claramente durante el macrismo.
–¿Y luego del golpe a Perón, en 1955, no se encuentra otro momento de referencia?
–Ocurre que ese período, en realidad desde 1940 a 1976, no fue de endeudamiento elevado; pero sí es cierto que con la autodenominada Revolución Libertadora la Argentina se incorpora al Fondo, algo que el gobierno de Perón había resistido. Allí comienza un ciclo de nuestro país con este organismo que ya lleva unos 18 acuerdos.
–Luego sí viene el aceleradísimo incremento con el golpe del 76. ¿Qué ocurre con los montos y composiciones de la deuda?
–El gobierno de facto había comenzado con un endeudamiento de 5 mil millones y finaliza con una deuda cercana a los 47 mil millones de dólares. Fue el período de mayor endeudamiento y mayor velocidad, hasta la aparición de Mauricio Macri. Esa deuda se convirtió en una pesadísima carga y condicionamiento a la democracia naciente de Raúl Alfonsín. Fue el instrumento que permitió un cambio de régimen de acumulación de capital en la Argentina, que estaba basado en un modelo industrial, con sustitución de importaciones y con inclusión social. La deuda en la dictadura sirvió para financiar un cambio de régimen, pasando a un esquema de valorización y especulación financiera donde esta renta fue la hegemónica y dominante sobre la actividad productiva.
–¿Cómo estaba compuesta?
–En ese momento, los bancos eran los acreedores porque prestaban en forma directa. Citibank, Deutsche Bank, Unión de Bancos Suizos, JP Morgan y BankBoston, entre otros. Luego se armaban comités de bancos acreedores que negociaban con el país deudor.
–¿Qué ocurre con la recuperación de la democracia, en esos casi seis años de Alfonsín?
–También se incrementa la deuda, pero no al mismo nivel que durante la dictadura. En el golpe se multiplicó casi por diez; durante el alfonsinismo y el menemismo, aproximadamente por tres. Ocurre que en los noventa hubo un importante financiamiento del sistema de convertibilidad con las privatizaciones y con colocación de deuda en el mercado local en dólares. La deuda ya no se dirigía a los bancos acreedores. Después de la crisis de 1982, los bancos acreedores estaban al borde de la quiebra, entonces aparecen el Plan Baker y el Plan Brady para restructurar esa deuda y sacar a los bancos del peligro de quiebra. Luego comienzan a intervenir los fondos de inversión y deja de haber una cara visible de los acreedores, como antes en la Argentina lo era el Citibank.
–En esta especie de línea histórica, ¿cómo describís el período de desendeudamiento a partir de 2003?
–Desde ese año ocurren tres cosas: una etapa de restructuración de deuda con quita de capital, una de cancelación de deuda con el FMI y, luego, un período de lo que se llama desendeudamiento, cancelación en términos netos. Esto es por dos motivos, el primero, para tener mayor grado de autonomía, solvencia y dejar de estar condicionado; el segundo, porque los gobiernos de Cristina estuvieron casi obligados ya que no tenían acceso al mercado voluntario de crédito externo. En estos años, la deuda pasa de un 160 por ciento con relación al PIB a cerca de 50.
–Y luego llega lo que denominás el “tercer gran endeudamiento del país”, durante el gobierno de Macri, esencialmente entre 2016 y 2017.
–En esos años, el nivel de deuda total estaba muy bajo en moneda extranjera, había un desendeudamiento muy marcado. Pero a partir de mediados de diciembre de 2015, con el pago a los fondos buitre, a los que se les pagó más de lo que pedían, comenzó un proceso vertiginoso de endeudamiento que fue a nivel de magnitud casi idéntico al de la dictadura, pero en un período más breve, o sea, muchísimo más rápido. Un nivel alocado nunca antes visto en la Argentina. Fue básicamente en dos años, entre diciembre de 2015 y enero de 2018, donde ocurrió la última colocación de deuda. Después de eso, el mercado de capitales internacional le cerró el grifo al gobierno de Macri. En el medio tenés el bono a cien años, la muestra más grosera de lo que fue el período de endeudamiento macrista, con un Ministerio de la Deuda que dirigía Luis Caputo, que estaba de los dos lados del mostrador. Los mesadineristas pasaron a manejar las finanzas públicas, haciendo negocios oscuros. Ese bono fue un escándalo a nivel de tasa de interés, de quiénes participaron y de cómo se definió la colocación.
–Eduardo Basualdo grafica muy bien la relación entre la deuda externa y la fuga de capitales, tanto en el período de la dictadura como durante el macrismo. ¿Qué lectura hacés de la relación entre ambas mediciones?
–La deuda sirvió para un cambio de régimen económico y para financiar la dolarización posterior a la fuga de capitales. Hay una correlación clara entre el pago de intereses y la formación de activos externos, tanto durante la dictadura como durante el gobierno de Macri; son curvas casi idénticas. La deuda sirvió para eso, para consolidar un régimen de acumulación de capital y para permitir la fuga de capitales y la dolarización de los excedentes. Esto, además, provoca que se agudice el carácter bimonetario de la economía argentina.
–¿Cuál es la foto que ves hoy, mayo de 2023, en relación con estas mediciones?
–La formación de activos externos actual está muy limitada y restringida por el estricto control de cambios. En cuanto al nivel de endeudamiento, hay más en moneda nacional que en moneda extranjera. Sigue habiendo un incremento de la deuda, pero al ser en pesos es manejable. No es tan relevante en relación al PIB; si lo ves en términos nominales sí parece mucho, pero en términos relativos no. De todas maneras, no deja de ser un problema, no tanto por los montos, sino por la concentración de los vencimientos en un período muy estrecho, fundamentalmente en este año.