Uno de los puntos en los que se puede evaluar con números inapelables la gestión del ex presidente Néstor Kirchner, y su cumplimiento de los mandatos peronistas de independencia económica y soberanía, ya que vienen de la mano, es en el manejo de la deuda externa, esa espada de Damocles que desde mediados de la década de 1970 se posa sobre los países latinoamericanos.
El manejo de la deuda externa que impulsó Kirchner, centrado en una apuesta al desendeudamiento, es un proceso de liberación nacional. Si este término suena excesivo, se puede hacer una descripción más minuciosa: ampliación de los márgenes de soberanía de la Argentina en medio de la globalización.
“La deuda era de 157 mil millones de dólares, superaba el PBI calculado en dólares. Eran cinco años de exportaciones, lo que es muchísimo. Lo recomendable es que sea un año y medio”, dice Noemí Brenta, investigadora del Conicet y especialista en el tema de la deuda, a Caras y Caretas. Entre sus libros publicados están Historia de la deuda externa argentina. De Martínez de Hoz a Macri e Historia de las relaciones entre Argentina y el FMI.
“El otro punto importante es que estaba en default –agrega la investigadora–. Lo había declarado Adolfo Rodríguez Saá, en 2001. Eduardo Duhalde había llegado a un acuerdo con los organismos internacionales, pero la deuda en manos de acreedores privados estaba en default.”
–¿Ese fue el momento más grave del país en relación con la deuda?
–Durante la dictadura quizá haya sido igual de grave en términos cuantitativos, pero todavía quedaban varias empresas estatales. Había activos públicos. A fines de 2001 la deuda nos encontró con 20 por ciento de desempleo y una enorme porción de la población en la pobreza y la indigencia. Y estábamos peor en cuanto a que no teníamos activos públicos para responder.
–¿Cómo era el acuerdo que había firmado Duhalde y que heredó Néstor?
–Duhalde había firmado un stand by temporal con el FMI. Cuando asumió Néstor, en mayo de 2003, renegoció el acuerdo con algunas condiciones más favorables, pero no demasiadas. También fue transitorio. El Fondo presionaba mucho por el lado de las tarifas de los servicios públicos y con la renegociación de la deuda en manos de los acreedores privados. En Dubái, ese mismo año, la Argentina presentó una propuesta de renegociación con una quita del 70 por ciento y el Fondo la rechazó y volvía a las andadas con el tema de la privatización de los grandes bancos, como el Provincia y el Nación.
–Hubo un punto clave, no tan recordado, en 2004.
–Exacto. En septiembre, Kirchner suspendió el acuerdo con el Fondo. Es un punto clave. Lo hizo para poder impulsar una política económica acorde con su plan de gobierno. Fue una decisión unilateral. No es imprescindible tener un acuerdo con el FMI. El stand by anterior era sin fondos frescos. Era una renovación. Es parecido al actual. Los vencimientos calzaban con los nuevos préstamos. Y había que pagar los intereses de las reservas.
–¿Cuál era el objetivo de suspender el acuerdo?
–El gobierno argentino se lo anunció al Fondo. Es algo que está contemplado en la normativa del FMI. Entonces dejamos de recibir nuevos préstamos para pagar y empezamos a hacerlo con reservas. El objetivo era encarar la renegociación con los acreedores privados sin la condicionalidad del FMI. Se encaró una negociación de deuda –Roberto Lavagna era el ministro de
Economía–, que tuvo una quita promedio del 65 por ciento. Y más allá del volumen de la quita, fue una de las primeras veces en la historia que la propuesta que se impuso fue la de los deudores. Hubo otras deudas en las que los acreedores, por cuestiones estratégicas, propusieron quitas grandes, por ejemplo con Alemania después de la Segunda Guerra Mundial. Pero en este caso la propuesta que se impuso la hizo el deudor.
–El ejemplo de Alemania muestra el sentido político del endeudamiento.
–Por supuesto. Los países poderosos pagan mínimamente sus deudas o no las pagan directamente. Las deudas las pagan los países a los que los acreedores quieren fundir o mantener dominados.
–Una vez que el gobierno de Kirchner hizo la propuesta, hubo una aceptación importante, cercana al 70 por ciento de los acreedores. ¿El contexto internacional ayudó a ese nivel de aceptación?
–En 2005 había un contexto de alza de las tasas de interés de la Reserva Federal. Había problemas con los préstamos hipotecarios. Se anticipaba la crisis de 2008. La deuda estaba instrumentada en bonos. Antes de que pasara mucho tiempo, los acreedores prefirieron recibir algo. Al mismo tiempo, era el momento del rechazo al ALCA. En varios países de la región había una posición muy crítica a las políticas neoliberales. Además, los precios de las materias primas estaban en alza. Habían subido el petróleo y los alimentos, por la abundancia de capitales que se habían ido a los commodities. Esto terminó permitiendo que los países de la región fortalecieran sus reservas, lo que habilitó una negociación desde posiciones más fuertes. Y también había una posición fiscal sólida.
–El gobierno de Estados Unidos, entonces liderado por George W. Bush, había abandonado la política de los planes de rescate para países en default que había aplicado Bill Clinton. ¿Esto ayudó con la renegociación, aunque parezca contradictorio?
–También ayudó. El Fondo, a partir de las crisis de la segunda mitad de los 90 y primera mitad de los 2000, entró en un descrédito, incluso en los sectores de derecha de Estados Unidos. Entonces se volvió importante poner un límite a los rescates, un límite a los acreedores que se metían en cualquier aventura porque total luego venía el plan de rescate para salvarlos.
–A fines de 2006, cuando faltaba un año para que terminara su mandato, Kirchner decidió, en coordinación con Lula da Silva, que gobernaba Brasil, cancelar la deuda con el FMI.
–También lo hicieron Corea y Turquía. Fue importante porque desató las manos de los condicionamientos del Fondo. Un país deudor, incluso si no está bajo un acuerdo, está obligado a consultar distintas medidas y enviar informes periódicos. Cancelando el total de la deuda, el país se quitaba de encima las misiones del FMI.
–¿Cuál era el volumen de la deuda cuando terminó el gobierno de Néstor, comparado con el comienzo?
–Antes dijimos que cuando empezó el mandato eran cinco años de exportaciones; al finalizar había bajado a un equivalente de dos años de exportaciones, la pública más la privada. Si miramos exclusivamente el sector público, era un año y dos meses. Se había reducido a menos de la mitad su peso sobre la economía nacional.