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Caras y Caretas

           

La desaparición de Marita Verón

El caso desnudó la mafia de la trata y el heroísmo de una madre que, buscando a su hija, encontró a cientos de mujeres esclavizadas con fines de explotación sexual.

“Han sido veinte años de mucho dolor y tristeza, tanto para Mica, la hija de Marita, como para mí. Tanta lucha y tantos caminos andados, tantas mujeres rescatadas, y no pude lograr rescatarla a ella.” La voz de Susana Trimarco, serena, siempre firme, habla del abismo que partió en dos su vida a La Gaceta de Tucumán. El paso del tiempo, sin embargo, no ha hecho más que afianzar la decisión de Susana: “La voy a seguir buscando hasta el último respiro de mi vida”. Trimarco integra esa legión de madres que, en la Argentina y en todo el mundo, se agigantan ante la pérdida de sus hijos y se enfrentan a los poderosos desde la sencillez inquebrantable de quien no se somete a esa tragedia.

El secuestro y desaparición de Marita Verón, y la búsqueda desesperada –pero tan osada e inteligente– de Susana Trimarco encendieron todos los reflectores sobre la trata de personas con fines de explotación sexual, y también sobre la trama de complicidades económicas, políticas, judiciales que ampara “la esclavitud del siglo XXI”.

Mientras recorría prostíbulos, Trimarco se fue convirtiendo en un emblema internacional de la lucha contra los traficantes de mujeres. En perseguidora implacable de los nexos entre el poder y los proxenetas. Y, también, desde la Fundación María de los Ángeles, en una pionera en advertir los cuidados que necesita una mujer recuperada de la trata y sus hijos. Lo fue aprendiendo sobre la marcha, mientras liberaba a cientos de chicas esclavizadas en piringundines, whiskerías y todo tipo de antros desperdigados por el país.

Con un tesón irreductible, Trimarco desnudó sobre la mesa de una Justicia –más ciega que nunca– una industria ilegal en la que la mercancía son niñas y mujeres sometidas a la esclavitud sexual, apropiadas por mafias nacionales e internacionales implicadas también en el narcotráfico o el lavado de dinero, y que solo pueden operar porque están amparadas, son socias o han inficionado muchos vericuetos del Estado. Y pudo demostrar que, al frente de esas redes, muchas veces, hay empresarios prósperos y amigos del poder, como supieron ser los hermanos Rubén “La Chancha” y Ángel “El Mono” Ale en Tucumán.

Susana también es la inspiradora de la Ley 26.364, que condena la trata de personas y corrige un grave déficit de la anterior, que exigía que las mujeres prostituidas mayores de edad demostraran –sí, demostraran– que ellas no habían dado su consentimiento para ser privadas de su libertad y sus documentos, violadas al ritmo de “un pase” cada media hora, golpeadas y drogadas para domesticarlas y, a la vez, para que fuesen capaces de soportar esa salvaje “productividad”.

Esta semana, en Tucumán va a haber numerosos actos en honor a Marita Verón. Y el gobierno de la provincia se comprometió a instalar una comisaría especializada en trata en la sede de la Fundación María de los Ángeles, la ONG que creó Trimarco.

Carlos Garmendia, el abogado de la Fundación, dijo que están siguiendo una pista que investiga la posibilidad de que Marita haya sido llevada a España. A partir del caso Verón, dice “la trata quedó visibilizada y hubo un cambio muy importante en Tucumán, donde ya no existen los prostíbulos clásicos, tuvimos varias condenas por este delito, y se creó la División Trata de Personas en la Policía de Tucumán”.

Al infierno en un auto rojo

El día del secuestro, Susana Trimarco era una mujer joven y activa: tenía 48 años. Marita, 23. Sol, 2.
¿Cómo fue el 3 de abril de 2002? Un día como todos los días de una familia, sin grandes sobresaltos. Susana Trimarco tenía dos hijos, Marita y Horacio, que vive en Río Gallegos. Aunque era y es una mujer exigente, los había mimado y consentido. La nietita renovaba con creces la alegría de que hubiera niños correteando por la casa.

Marita tenía cita con el ginecólogo, la madre se quedaría sola con la nietecita, Sol Micaela. Susana saboreaba de antemano la felicidad de ese rato de complicidad y juegos.

Pero cuando Marita salió de la casa la subieron a un auto rojo, dijo tiempo después algún testigo. Y ya nada sería como entonces.

En los primeros trámites, Susana se encontró con excusas insólitas en la policía: que no había tinta para tomar la denuncia, por ejemplo. Y el invariable interrogatorio hostil sobre las costumbres, la moralidad y la estabilidad emocional de su hija, una experiencia que atraviesa toda madre que denuncia una desaparición.

Días después, unos policías informaron que habían encontrado a Marita a unos kilómetros de la capital tucumana, golpeada, mareada, sucia. Probablemente se había escapado de algo o de alguien, conjeturaron. Curiosamente, los policías, en vez de retenerla o devolverla a su hogar, la subieron a un colectivo de línea hacia la capital. Algunos testimonios recabados en los estrados judiciales años después dijeron que la chica fue primero enviada para que se sirvieran de ella en una fiesta sexual y después vendida por mil dólares a un proxeneta.

Susana comprendió rápidamente que la desaparición de su hija escondía algo raro, una telaraña. A medida que le mandaban pistas falsas, la seguían y la amenazaban, empezó a intuir que se enfrentaba a un universo atroz de magnitudes impensadas. Sin duda: según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la trata es el tercer negocio ilegal más redituable del mundo, luego del tráfico de drogas y el de armas, con ingresos estimados en 32 millones de dólares.

Comprendió, fue comprendiendo, que lo que le había pasado a su hija era algo colectivo. Que era una más. Que habría que ir por ella y por tantas otras.

“Me quisieron atropellar en la calle, me mandaron psicólogos truchos, para husmear, hasta me ofrecieron detectives que querían sacarme plata”, cuenta Susana, que para financiar la búsqueda tuvo que vender la casa de su hija.

Qué destino el de las Madres que buscan a sus hijos desaparecidos. Durante la dictadura, Nora Cortiñas entró al centro clandestino de detención Mansión Seré, de Castelar, fingiéndose interesada en comprar el predio. Mientras los guardias le ordenaban frenéticamente que se fuera, Norita hablaba a los gritos con la ilusión de que los prisioneros la escucharan –y la escucharon–, y que uno de ellos fuera su hijo.

Susana Trimarco también se “disfrazó”, pero de prostituta. “Me vestí como ellas, me metí en las whiskerías, hablé con las travestis en la ruta, necesitaba datos. Voy a hacer cualquier cosa para encontrar a mi hija”, dijo en una entrevista en 2005.

A medida que la lucha de Susana se hacía conocida, también se hizo conocida en los prostíbulos. “Desde que me puse al frente de la búsqueda de Marita Verón, primero en Tucumán, pero enseguida en todo el país, acompañé operativos judiciales y me metí en ese mundo horrible, donde las chicas me reconocen y se me acercan para contarme que están esclavizadas, encerradas, golpeadas. Les digo que se decidan y salgan en ese preciso instante. Muchas me dieron pistas para seguir el rastro de Marita.”

A veces, Susana llegaba con la policía a un prostíbulo vacío. Vaciado. Eran las veces en que el alerta llegaba antes que ella. Y comprobaba, una vez más, que entre los que la acompañaban había socios de sus enemigos. En uno, una chica le dijo que Marita había estado hasta la semana anterior, que la habían hecho rodar por tres prostíbulos de La Rioja. En otro, que la habían llevado a Brasil. En otro, que la habían hecho tener un hijo.

Todas sus investigaciones señalaban que Marita había sido capturada por una red de trata de personas que operaba en La Rioja con fines de explotación sexual. Y que esa red estaba vinculada con el “clan Ale”. Los Ale, los hermanos Rubén “La Chancha” Ale y Ángel “Mono” Ale, eran los jefes de un grupo económico y también de una asociación delictiva temible y temida. Rubén era presidente del Club Atlético San Martín y ambos hermanos dueños de una remisería que, se comprobaría después, era la encargada de distribuir las chicas capturadas en los prostíbulos del NOA.

En 2007, Susana creó la Fundación María de los Ángeles para recibir a muchas de las chicas recuperadas y a sus hijos. En 2008, a las amenazas se sumó el incendio intencional del cuarto de Marita en la casa de los Trimarco. Ese año, Susana inauguró el primer refugio del país para sobrevivientes de trata, proyecto que se replicó en Buenos Aires y Córdoba. Y la telenovela Vidas robadas ficcionalizó el secuestro de Marita, conmovió a los televidentes rompiendo récords de audiencia y sentó el debate sobre la trata en la mesa de todas las familias argentinas.

Difícil que el chancho chifle

La sensibilidad de la población antecedió en mucho la de la Justicia: Susana tuvo que esperar diez años, hasta 2012, para que el juez de Instrucción Víctor Manuel Pérez elevara a juicio la causa por el secuestro de Marita. Había trece acusados y los Ale no estaban entre ellos. Pero sí algunos de sus socios, parientes y empleados: los dos hermanos María Jesús y Víctor Rivero –ex esposa y ex cuñado de la Chancha–; la dueña de prostíbulos riojanos Irma Lidia Medina, los hermanos José y Gonzalo Gómez, Daniela Natalia Milhein, Andrés González, Carlos Alberto Luna, Domingo Pascual Andrada, María Azucena Márquez; Humberto Derobertis, Mariana Bustos y Cynthia Gaitán.

Según la hipótesis aportada por el fiscal Carlos Sale, Marita Verón fue secuestrada en la esquina de Santiago del Estero y Thames, en la ciudad de Tucumán, la mañana del 3 de abril de 2002. El autor material del secuestro habría sido Víctor Ángel Rivero, por orden de su hermana María Jesús, autora intelectual. El destino de Marita, una vez secuestrada, según el fiscal, fueron los prostíbulos riojanos Candy, Candilejas y Desafío, propiedad de Medina y sus hijos, Gonzalo y José “Chenga” Gómez.

Horacio Verón fue uno de los testigos: “Mi hermana siempre fue una persona muy feliz. Mi familia siempre fue muy unida”, subrayó. Respecto de su cuñado, David Catalán, dijo que “nunca tuvieron ningún problema: lo amaba a su novio. No tenía ningún motivo para irse de su casa y abandonar a su hija”. El hermano de Marita, conmovido, contó: “Mis padres vendieron todo para afrontar su búsqueda: el departamento de mi hermana, una casa de mi madre, el auto. Había veces que no teníamos ni para tomar un café, porque todo era para echarle nafta al auto, para buscar a mi hermana. Mi papá se vino abajo, le agarró un ACV. Creo que él murió de tristeza”.

La fiscalía pidió 25 años de condena. El juicio terminó en diciembre con un fallo que dejó atónito al país, pero no a los tucumanos: la absolución de todos los imputados. El movimiento de mujeres salió a las calles a protestar.

Según la OIT, casi 21 millones de personas son víctimas del trabajo forzoso en el mundo y las dos terceras partes son utilizadas para la explotación sexual. Este delito genera una ganancia aproximada de 150 mil millones de dólares anuales. Las dos terceras partes, producto de la explotación sexual. Las horribles fronteras de Europa, que han tapizado de cadáveres africanos el Mediterráneo, se vuelven porosas para recibir a las jovencitas traficadas de los países de Europa del Este. Y el Río Grande, ese límite que ha costado de la vida de tantos inmigrantes centroamericanos, se abre como el Jordán para recibir a las esclavas del siglo XXI. El Jardín de la República no tenía por qué estar exento.

El mismo año de la absolución, Susana –que ya había recibido muchas distinciones– fue postulada al Premio Nobel de la Paz y recibió de manos de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner el premio Azucena Villaflor por su trayectoria en la defensa de los derechos humanos.

En abril de 2013, la Fundación María de los Ángeles se llenó de chicos. Trimarco agregó un jardín maternal para hijas e hijos de sobrevivientes de trata y de otras violencias de género. Para entonces, el caso Verón llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, convirtiéndose en una causa internacional.

Sensible a la repercusión, la Corte Suprema provincial revocó en forma parcial el fallo absolutorio. En la revisión, el tribunal consideró coautores del delito de retención y ocultamiento agravado para el ejercicio de la prostitución de la joven a los hermanos Gómez, que fueron condenados a 22 años de prisión, y a Milhein y González, a 18 años.

Una lástima, la sentencia no quedó firme así que tanto los secuestradores como los proxenetas volvieron a la paz de su hogar. Recién cuatro años después la Justicia ordenó que los detuvieran. Mientras tanto, los hermanos Ale seguían su vida.

Susana no se rindió. A los pocos meses, los dos Ale fueron procesados en una causa por lavado de activos impulsada por la Unidad de Investigación Financiera a partir de las denuncias realizadas por Trimarco. Para entonces, ya tenían unos noventa procesos, pero nadie se había animado a llegar a una condena. En este caso se los acusó de lavado de dinero obtenido de la venta de drogas, la trata de personas con fines sexuales, la compraventa de jugadores y entradas de fútbol, las usurpaciones de campos, el juego clandestino y las extorsiones. Tesoritos.

Aunque el juicio no investigaba la desaparición de Marita, un testigo de identidad reservada afirmó que La Chancha Ale le había dicho que él se quedó con Marita Verón y que la habían mandado al exterior. En abril de 2018, los Ale fueron condenados a diez años de prisión –la mitad de los que había solicitado la UFI– como jefes de una asociación ilícita. Sin embargo, hasta la fecha, La Chancha no ha dormido ni un solo día en una celda. Los certificados médicos y la consideración de los jueces le permitieron residir en varios hospitales, y más tarde lo excarcelaron por haber cumplido un tercio de la pena. En el caso de Ángel, estuvo dos años preso hasta que los jueces le otorgaron salidas laborales. En buen romance, el permiso para visitar las fincas que los hermanos tienen repartidas en toda la provincia.

Sumas y restas

En la Argentina, según datos del gobierno nacional, desde la sanción de la ley 26.364 de Prevención y Sanción de la Trata de Personas y Asistencia a sus Víctimas, en 2008, hasta el 30 de septiembre de 2021 se ha rescatado y/o asistido a 16.979 personas.

En el mismo período, por trata sexual fueron condenadas 518 personas, el 81,4 por ciento del total.

El año en que más sentencias hubo fue 2018, con 69 condenas. La mayoría fueron sentencias condenatorias: el 70,2 por ciento por el delito de trata de personas y el 15 por ciento por delitos conexos. Solo el 14,8 por ciento fueron absueltos. Los datos son de la Procuraduría contra la Trata (Protex).

Detrás de las estadísticas hay miles de mujeres que, como Marita Verón, esperan ser liberadas. Y madres como Susana Trimarco, que siguen buscándolas.

Retrato de Susana Trimarco: Fundación María de los Ángeles

Escrito por
Olga Viglieca
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