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Caras y Caretas

           

El país de la libertad

Como un oasis en el desierto, la primavera camporista transcurrió entre las dictaduras de Onganía y Lanusse y la de Videla. Eso potenció un desarrollo del arte en la Argentina.

El año 1973 tuvo una inusual libertad, una primavera que fue la explosión creativa de poder respirar luego de un período dictatorial de ocho largos años. El peronismo, proscripto durante diecisiete, había ganado las elecciones. El respiro duraría pocos años, difíciles por cierto, pero caló muy hondo dejando una huella que todo el horror de los años subsiguientes no lograría borrar. El 31 de marzo de 1973 tuvo lugar en la cancha de Argentinos Juniors un suceso impensado años atrás: el Festival del Triunfo Peronista. Se anunciaba una grilla que reunía a los conjuntos de rock más importantes de la época: Aquelarre, Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll, Pappo’s Blues, Sui Generis, Pescado Rabioso, León Gieco y muchos más, que no llegaron a tocar porque, luego del discurso de Héctor Cámpora y una breve presentación de La Banda del Oeste, un diluvio dio por terminada la jornada.
El festival era gratuito y su flyer invitaba al “joven argentino”. El rock venía ganando público en los últimos años y cada vez convocaba multitudes mayores. Una de las notas de la época, que anunciaba el evento, contaba: “Cabe recordar que durante el acto de cierre de campaña efectuado por el Frejuli el pasado 8 de marzo en la cancha de Independiente, uno de los cartelones que más llamó la atención fue uno que avisaba: ‘El rock con Perón’”. Pero la identificación de las bandas con el peronismo no era total, había matices; matices que la democracia permite y necesita. Charly García diría sobre el festival: “Yo no quería ir a tocar allí, pero como fueron todos los grupos de rock también fui, aunque no me gustaba la onda”. Y para ilustrar un poco la confusión del momento, Billy Bond cuenta en una entrevista un episodio previo a salir a tocar: “Antes de subir al escenario, un tipo me dijo que gritara ‘Viva Evita’ cuando fuera al palco. Bueno, está bien. Al minuto llegó otro que me dice que ni se me ocurra hablar de Evita, que mencionara a Isabelita. Y otro me pide que nombre a Cámpora. ¡Ese día me confundieron tanto que terminé yéndome a Brasil al poco tiempo!”. Varias de las bandas antes mencionados editaron discos en el 73, con canciones que al día de hoy se volvieron clásicos de nuestra música: León Gieco debutaba con un disco homónimo que contenía canciones como “Hombres de hierro” y “En el país de la libertad”; Sui Generis lanzaba Confesiones de invierno, su segundo EP, con temas como “Rasguña las piedras”, “Confesiones de invierno” y “Aprendizaje”, por mencionar algunas de las canciones más populares. Pescado Rabioso editó Pescado 2, un disco muy querido y recordado por el público que cerró la existencia de la banda. Ese año, Luis Alberto Spinetta edita por su cuenta Artaud, uno de los discos más recordados al día de hoy. También editó su primer trabajo solista David Lebón, un disco homónimo; Color Humano lanzó Color Humano 2, y lo propio hizo Pappo’s Blues, con el Volumen 4. Muchos de estos vinilos fueron grabados en el estudio Phonalex, que alojó no solo a todos los exponentes de una escena musical que venía derribando los muros de control del gobierno de facto, sino también a la industria cinematográfica argentina, que venía creciendo muchísimo el último tiempo. En febrero de ese año se estrenó el documental Rock hasta que se ponga el sol, que mostraba la primera etapa fundacional del rock argentino y contenía fragmentos del vivo de bandas como Vox Dei, Sui Generis, Billy Bond y Pappo, entre otras, en el festival B.A. Rock que organizaba Daniel Ripoll, director de la revista Pelo.

EL SÉPTIMO ARTE

Alrededor de cuarenta películas se estrenaron ese año. Una industria que había sufrido muchísimo los embates de la dictadura con la censura a flor de piel mostraba algunos signos de recuperación. En mayo se estrenó Los siete locos, un film que dirigió Leopoldo Torre Nilsson con guion de Beatriz Guido y Mirta Arlt, hija de Roberto, en el que unieron en un mismo relato tanto la novela homónima como Los lanzallamas. Protagonizaron la película Alfredo Alcón, Norma Aleandro, Héctor Alterio, Thelma Biral y Sergio Renán. Leonardo Favio estrenó Juan Moreira, una de sus películas más recordadas y aclamadas por el público y la crítica, tanto que al año siguiente ganó un Cóndor de Plata a Mejor Película. El recorrido de Favio alrededor de la figura del gaucho rebelde acentuó aún más la huella del director en relación con la elección de personajes complejos, y si bien la historia estaba situada en el 1800, retrataba cierta conmoción que atravesaba el país. La película fue estrenada el 24 de mayo en el cine Atlas de la calle Lavalle, un día antes de que asumiera Cámpora, que así y todo se hizo presente en el estreno. Luis Puenzo, que años después dirigiría La historia oficial, estrenó Luces en mis zapatos, un film destinado a las infancias, en el que actuaron Pipo Pescador y Norman Briski. La película salió a escena el 19 de julio, momento en el cuál Cámpora le daba el traspaso del poder a Juan Domingo Perón. En septiembre se estrenó otra película para chicos, Las aventuras de Hijitus, que se trataba de una compilación de episodios a color, y fue recibida con un gran entusiasmo. Ese mismo mes de septiembre se estrenó la versión cinematográfica de Operación Masacre, libro escrito por Rodolfo Walsh. La dirigió Jorge Cedrón, que tuvo que hacerlo de manera clandestina, pero con un elenco llamativo: Víctor Laplace, Norma Aleandro y Ana María Picchio, entre otros. La convulsión y explosión artística y creativa de 1973 resuena entre un mar de oscuridades, censura y persecución. Indudablemente, este momento estuvo influido por las ataduras de los años que le antecedieron, y a la luz –o a las sombras– de lo que vino luego, destacó como una esperanza de lo que la libertad creativa podía ser capaz.

Escrito por
Marina Amabile
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