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Caras y Caretas

           

Qué hacer con las PASO: el debate que precalienta el año electoral

La discusión en torno de las primarias abiertas está presente en el oficialismo y en la oposición. Las razones son diversas y complejas. Este análisis ayuda a desentrañarlas.

El Frente de Todos y Juntos por el Cambio, las dos coaliciones políticas centrales de la Argentina, entraron en modo electoral. Dentro de ambos frentes comenzaron de debatirse de modo abierto las candidaturas para el año que viene. Esa tensión trajo consigo una nueva polémica sobre la metodología para dirimir las disputas y la eficacia de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO).

Las PASO fueron impulsadas en 2009 por el Frente para la Victoria, cuando Cristina Fernández transitaba su primer mandato. Ese año había habido elecciones y el oficialismo había perdido. El ex presidente Néstor Kirchner había encabezado la boleta en la provincia de Buenos Aires y había salido segundo detrás de Francisco de Narváez. La historia después pondría en su lugar a cada uno. Néstor es una figura central de Latinoamérica y De Narváez, un millonario aventurero que se metió en política como quien se compra una tabla de surf en busca de una nueva pasión. Sin embargo, las coyunturas pesan. En ese momento, De Narváez parecía tener un futuro potente.

En ese contexto nacieron las PASO. Estaban inspiradas en el sistema que hace varios años se utiliza en Santa Fe y, especialmente, en el que rige en Uruguay desde mediados de la década de 1990.

La normativa uruguaya sirve de punto de comparación porque tiene varias diferencias. En Uruguay, en las internas abiertas solo se elige el candidato a presidente y no la fórmula presidencial ni la lista de diputados. Es decir que deja más espacio para la negociación posterior entre los distintos sectores en conforman una coalición.

En el caso argentino es distinto. La coyuntura política de 2009 –para qué negarlo– influyó en su formato. Para el peronismo, establecer que se votara la lista completa implicaba una cuña para complicar la unificación de la oposición. Y para el radicalismo, a pesar de esa cuña, las primarias abiertas eran la posibilidad de emergieran candidatos menos cocinados por el mismo aparato partidario, que estaba en crisis desde la caída de Fernando de la Rúa. Es decir: ambos partidos conocían las ventajas y desventajas que tenían, como cuando se reformó la Constitución en 1994. Y, a sabiendas, el sistema electoral incorporó la herramienta.

Desde que existen las PASO, cada vez que se acerca una elección presidencial suele darse el mismo debate. Quien está en el gobierno –lo mismo ocurrió cuando Mauricio Macri era presidente– tiene la tentación de suspenderlas. Porque son un mecanismo que le sirve a la oposición para dirimir el liderazgo. El oficialismo, si al presidente le queda la posibilidad de la reelección, en principio, no debería tener primarias.

Las disyuntivas de cada parte

La singular experiencia del FdT, en la que la figura política que concentra la mayoría de la adhesión popular fue segunda en la fórmula, abrió la puerta a otras peculiaridades; por ejemplo, que el presidente vaya a una primaria para defender su candidatura a la reelección. Esto ha creado un debate distinto a los anteriores. Ahora hay sectores de la coalición oficialista, como la CGT y algunos movimientos sociales, que quieren las primarias abiertas. ¿Apuestan a armar una lista larga, desde el presidente hasta el último concejal, para competir? Parece difícil. Las primarias aparecen como un elemento más para poner en la mesa de negociación a la hora en que se armen las listas. Como quien juega al truco, se canta amenazando con presentar una lista propia para luego negociar darla de baja a cambio de espacios en la nómina principal.

Los gobernadores y los intendentes del FdT no quieren primarias abiertas. Los mandatarios provinciales a los que les dan los números han decidido suspenderlas dentro de sus territorios, como hizo Sergio Uñac en San Juan. Pero no pueden evitar la competencia en el armado de las listas a diputados y senadores nacionales de sus terruños.

El otro efecto negativo de las PASO para el oficialismo es que no solo ordenan las candidaturas sino el voto. Funcionan como una primera vuelta. Un escenario hipotético. Hay primarias: el peronismo sacará 41 por ciento, JxC 31 y la extrema derecha, 20. Ese resultado daría por ganador al FdT por pasar los 40 puntos y llevarle más de diez al segundo. Lo más probable es que frente a un escenario como ese, los votantes de la extrema derecha se vuelquen a JxC para garantizar la derrota del actual oficialismo.

En el caso de la coalición antiperonista, hay menos debate sobre este punto. Quizá sea una de las pocas cosas en las que están acuerdo dentro de la descarnada interna de JxC, que no es solo entre el PRO y la UCR. Tiene especial virulencia dentro del propio macrismo.

La ausencia de primarias abiertas sería un terremoto para la coalición opositora, que apuesta a ese mecanismo para resolver los múltiples conflictos que tiene, desde la candidatura presidencial hasta el posible sucesor de Horacio Rodríguez Larreta en la ciudad de Buenos Aires. ¿Anular las primarias aseguraría un quiebre opositor? Por supuesto que no. En su momento, la alianza entre la UCR y el Frepaso organizó una interna abierta para definir la candidatura presidencial que coronó la fórmula de De la Rúa y Carlos “Chacho” Álvarez. Esa estrategia fortaleció, en términos electorales, a la construcción, que luego ganaría las elecciones de 1999. JxC podría apelar al mismo mecanismo en esta ocasión. Y, bien aprovechado, puede funcionar como un elemento de publicidad que ponga toda la atención en JxC y la saque del peronismo. Puede ser un boomerang para el oficialismo.

Los sistemas electorales tienen siempre contradicciones. En distintas coyunturas juegan a favor y en contra de diversos competidores. No se sabe si las PASO seguirán en el largo plazo, pero en 2023 todo indica que volverán a ser utilizadas, con sus luces y sus sombras.

Escrito por
Demián Verduga
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