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Caras y Caretas

           

“El streaming llegó para quedarse”

Sueño profundo era ya una realidad cuando la pandemia la dejó a la deriva. Pero la creatividad y el empuje le permitieron a su autora, la actriz y dramaturga Daniela Lozano, reinventarse y seguir adelante. La obra puede verse por streaming y pronto saldrá de gira a España.

Daniela Lozano es licenciada en Letras, actriz, dramaturga, guionista, productora cultural y protagonista del unipersonal “Sueño profundo”, estrenado en el Teatro El Arenal en 2019. En esta entrevista, conversamos acerca de la potencialidad del trabajo en equipo, las obras literarias que la acompañaron en su búsqueda de respuestas cuando todo era un interrogante, la resignificación de algunos conceptos a partir de la marea feminista, y parte del camino que recorrió con su obra Sueño profundo hasta recibir la invitación al Festival Internacional de Teatro de Palma de Mallorca, en España. Porque lo que se ama siempre encuentra otros horizontes posibles.

–¿Cómo fue el proceso de adaptación de Sueño profundo al formato streaming que te permitió continuar con la obra en el contexto de pandemia?

–Decidimos hacer la obra por streaming a raíz de que ganamos el Concurso Nacional de Actividades Performáticas en Entornos Virtuales del Instituto Nacional del Teatro. La primera versión la hicimos en casa porque era el momento de pandemia en el que estaba todo cerradísimo. Quedó como una mezcla entre televisión y teatro; una cosa medio de telenovela que no me gustaba. Fue muy rara esa primera experiencia. Después, contacté a un compañero mío del Nacional Buenos Aires, Gabriel Pomeraniec, e hicimos una segunda puesta en Chimera, un espacio cultural independiente. Ahí yo vengo por la calle, después subo a una moto, después entro en el espacio y ahí me encuentro con el músico (Franco Jorge, quien aparece en escena junto a Daniela). Se logró con la imagen otra cosa pero hubo que probarlo hasta que nos agradó y nos dejó conformes. Desde la dramaturgia hubo que ajustar cosas y sobre todo también un tema de los tiempos. El tiempo de la escena filmada es distinto al del teatro, donde la gente está ahí. Gabriel Pomeraniec tuvo mucha idea y se pudo hacer un trabajo en equipo que estuvo muy bueno junto con Franco, quien desarrolló un repertorio musical en piano exclusivamente para la obra por streaming.

–¿Por qué la decisión de dividir la obra en capítulos?

–El capítulo I lo hicimos once veces, dos veces el año pasado y nueve veces este año. Cuando vimos cómo quedaba todo el formato que cruzaba lo audiovisual, algo nos hizo pensar en la serie, sobre todo el tema de la temporalidad. De ahí el interés en hacer un capítulo II, que podrá verse separadamente. En el segundo capítulo, la protagonista tiene más que ver con un personaje de Murakami de 1Q84. Es una chica que mata hombres para poder liberar a las mujeres de la violencia de género. Hay nuevamente una mezcla de textos; algunos están inspirados en Murakami, otros en Platón y otros son míos. El capítulo II cambia en términos de imágenes porque sucede en otra locación, un espacio al aire libre.

–En el capítulo I, el/la espectador/a está inmerso/a en una atmósfera onírica fragmentada y veloz en donde toma contacto con distintos discursos a través de tu voz y que remiten a textos de Lispector, Ocampo, etc. Hay una única voz masculina, que es la de Cortázar en Rayuela. ¿Cómo encontraste el hilo conductor que funciona como engranaje de esos distintos discursos? ¿Hay algo de esa idea de que “cuando hablamos en realidad estamos siendo habladas/os por otros/as que nos anteceden” (como los/as autores/as que leímos)?

–Sí. En febrero de 2019 empecé a querer armar una obra a partir de escrituras de distintas autoras. Una obra que tuviera que ver con diferentes escritoras, de distintas generaciones, de distintos países y también ver qué planteaban ellas acerca del amor, acerca del deseo, qué planteaban acerca de la creación artística. Y así fue como fui encontrando estos distintos textos de Banana Yoshimoto, que es de Japón y es más contemporánea, Silvina Ocampo, Anaïs Nin, Clarice Lispector. Son todas distintas pero podían ser, en realidad, la misma voz. Eso me llamaba la atención y me parecía interesante y un poco tenía que ver con esto que termina desencadenando en algún punto la ola verde, ¿no? Que todas somos la misma voz. Ese fue mi modo de ponerlo en escena: recopilar estas distintas voces para mostrar que en realidad podían ser una. Fue un recorrido muy interesante. Partí de algo muy personal y singular pero que tiene que ver con algo que les pasa a un montón de mujeres. Como dice uno de los textos que componen la obra, “todos somos uno y lo de uno se repite en todos”. Y después, tengo mucha historia con Cortázar y no tenía pensado incluirlo, pero esos fragmentos de Rayuela justamente aparecían porque también ahí había algo de esa lucha, entre La Maga y Oliveira, que en ese momento cuando leíamos Rayuela, no lo veíamos desde el lugar en que lo vemos hoy. 

–¿Sueño profundo es una obra autobiográfica y en clave intimista?

–Sí. Quizá no lo busque pero salió algo que tenía mucho que ver conmigo cuando empecé a buscar el material. Todo tenía que ver con preguntas mías sobre el lugar de la mujer, sobre mi lugar. Soy mamá de dos nenas, toda la historia que voy recorriendo y las cosas que a una le han pasado y le van pasando. Yo buscaba respuestas en esas lecturas. Luego la obra tomó forma, después vino la pandemia e incluso ahora con el estreno del capítulo II… Hay tantas cosas que nos empiezan a atravesar que a veces es difícil hasta poder expresarlas, por más que una tenga todas las ganas de materializarlas. Mi profesor, Rubén Szuchmacher, siempre decía que en realidad uno para expresar ciertas cosas necesita tiempo.

Foto: Nacho García

–¿Cómo llega la invitación al Festival Internacional de Teatro de Palma de Mallorca?

–En el teatro independiente es todo redes. Es un poco llamativo como uno va llegando a donde llega pero va sucediendo. España es en realidad un destino que quiero hacer hace bastante. Soy de familia española, mi abuela es de Cádiz. Me contacté con un productor de allá que me vinculó con el dueño del Teatro Lagrada, de Madrid (la obra se iba a presentar allí pero la pandemia lo imposibilitó). Por otro lado, ese mismo señor me contactó con una persona de Palma de Mallorca que se dedica al radioteatro y que me contacta, a su vez, con este espacio, que se llama Shock, donde hacen clínicas artísticas pero además organizan este festival todos los años. Vieron nuestros materiales y les interesó. Nos invitaron a abrir el festival pero al final, por cuestiones de la pandemia, iremos para el cierre, entre noviembre-diciembre. Será, además, cuando nos volvamos a encontrar con la gente, por suerte.

–¿En Mallorca vas a presentar los capítulos I y II de la obra?

–Tenemos una idea, una apuesta de ligar el primer capítulo con el segundo. Hacer una mezcla de ambos. También surgió la idea de hacer una puesta con auriculares, que permita acercarse de otra manera al sonido, más allá de lo visual. Hubo algo que cambió mucho en la percepción. Quizá hoy el teatro puede virar más hacia una experiencia con respecto a cómo era antes.

–¿Hay algo de lugar de resistencia, nido, guarida, refugio en Sueño profundo?

–También eso, sí. Sentir que igual eso que uno ama lo sigue sosteniendo de algún modo. Agradezco haber recibido el premio del INT porque nos dio el impulso para arrancar en medio de toda esa inercia. Estábamos un poco descorazonados con este tema de la pandemia, con no irnos de viaje y a partir de esa primera experiencia, vimos algo que crecía nuevamente. Cuando el proyecto nos cerró, estábamos contentos de tenerlo, de estar trabajando en un momento en el que no era fácil trabajar, así que fue lo que nos dio y nos da mucha alegría. Este formato (el streaming) llegó para quedarse de algún modo, para convivir con lo otro. 

Escrito por
Belén Rio Parisi
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