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Caras y Caretas

           

El gran misterio del genio de Troilo

El libro “Siempre estoy llegando” de Javier Cohen y Fernando Vicente reconstruye y analiza la vida y obra de uno los creadores más determinantes de la música popular argentina. Bandoneonista, compositor y director de orquesta, Pichuco desarrolló como nadie un estilo elegante, sensible y popular.

Ese muchacho, Troilo.

Sobre el final de su “preludio lírico”, Javier Cohen (se) pregunta: “¿Qué es saber música?”. Y pese a ser docente, la respuesta evita los ámbitos escolásticos. “Pichuco representa un saber que difícilmente pueda adquirirse en cursadas anuales, con ejercicios técnicos y elementos didácticos”, escribe. Cohen –también músico– es autor junto con el especialista en tango Fernando Vicente de Siempre estoy llegando. El legado de Aníbal Troilo (Libros del Zorzal), y la dinámica de la pregunta y la respuesta desliza un saber intuitivo que supone un misterio: el gran misterio del genio de Troilo. El trabajo recorre la trayectoria discográfica del enorme bandoneonista, compositor y director de orquesta, y recoge testimonios de un sustancial y nutrido elenco de artistas que crecieron y brillaron a su lado, como Raúl Garello, Ernesto Baffa, José Colángelo, Atilio Stampone y cantores que pasaron por la orquesta como Raúl Berón, Edmundo Rivero, Roberto Goyeneche, Roberto Rufino, Tito Reyes y Nelly Vázquez, entre otros. Y busca desentrañar el misterio.

El libro es un abordaje profundo, hecho de detalle y análisis, sobre cuatro etapas de la vida músical de Troilo. Cohen y Vicente la definen de la siguiente manera: La alegría rítmica: 1938-1943 (Los años de Odeón y RCA Víctor),  La articulación distintiva: 1943-1947 (RCA Víctor), La reflexión armónica: 1948-1959 (RCA Víctor, TK y Odeón), La tristeza melódica: 1961-1971 (RCA Víctor). La cabalgata por aquellos años de oro –y también por cierto repliegue del género, a partir del fin de la década del 50– es apasionante. Con una prosa que abunda en aspectos técnicos pero que no expulsa a los iniciados, Siempre estoy llegando redescubre y contextualiza el talento compositivo de Pichuco, su sobrio estilo interpretativo y su extraordinaria condición de ser tan querido por sus pares como por la gente. Indaga la interacción con los arregladores, esos músicos fundamentales que tratan de entender qué quiere exactamente el director, grandes como Argentino Galván, Astor Piazzolla, Emilio Balcarce, Julián Plaza…

Algunos detalles biográficos ayudan a explicarlo. Nació en el Abasto, en la huella de Carlos Gardel. El dato tiene múltiples significados: Aníbal Carmelo Troilo estaría destinado a hacer cantar al pueblo combinando, como el Zorzal, tradición y modernidad. Troilo proyectó orquestalmente las posibilidades interpretativas de Gardel que Medellín truncó. Vivió y cambió una época inmejorable, en la que el tango era una locomotora que necesitaba carbón: canciones para el silbido y para el baile. Aquellos años de cabarets con palcos, las milongas populares, los carnavales. Troilo talló fuerte y toda la sabiduría musical que se despliega, paso a paso, en el libro, no deja de tener un trasfondo enigmático.

Siempre estoy llegando apunta a ese enigma, lo desarticula, lo interpela, lo explica. Es Troilo, pero son las duplas compositivas. Y los cantores. Y un palpitar que era pura poesía. De hecho, el título del libro es un extracto del famoso poema “Nocturno de mi barrio”: “Alguien dijo una vez que yo me fui de mi barrio… ¿Cuándo? ¿Pero cuándo? Si siempre estoy llegando…” Esa frase, maravillosa, con un gerundio que sugiere eternidad, está en sintonía con el “esto lo toqué mañana” del cuento El perseguidor de Julio Cortázar que aludía a Charlie Parker. “Siempre estoy llegando” refiere a una vigencia que va más allá de la difusión o de las encrucijadas periódicas que enfrenta el tango.

Con data rigurosa de cada una de las grabaciones y una prosa elegante (para destacar: hay mucha bibliografía de tango, pero no siempre bien escrita), Siempre estoy llegando ofrece como bonus la última entrevista. Realizada en marzo de 1975, por antes del estreno del espectáculo Simplemente Pichuco, Troilo habla de Tito Reyes, de Edmundo Rivero, del jazz, de los Berón, de River Plate, de la vanguardias. Aun crepuscular, el personaje –pura bohemia, sencillez y sabiduría– se despliega en la entrevista por sus pasiones, sus convicciones, y subraya lo que tantas veces dijo sobre él el Polaco Goyeneche: “El Gordo fue único. Cuando nació rompió el molde. No hay otro, no puede haber otro”.

Es tan verdadera la sentencia de Goyeneche, que parecería que más que un creador Troilo fue, finalmente, él, la perfecta creación de una época. No hubo, ni habrá un músico tan sensible, fino, sobrio y popular. Por eso nunca se fue: siempre está llegando.

Escrito por
Mariano Del Mazo
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