En lo que va del año el Banco Central de la República Argentina compró más de 5.200 millones de dólares, a partir de una balanza comercial superavitaria, fluida liquidación de divisas por parte de los exportadores del sector agrícola, sin descartar los fuertes controles que se aplican a la compra de dólares por parte de empresas y particulares.
Es una buena noticia en un contexto económico complejo y en el que rige, con la vigencia de siempre, la restricción externa o, dicho en criollo, la falta de dólares para importar insumos, bienes de capital, partes y piezas necesarias para apalancar la producción industrial.
En este contexto, la pandemia de coronavirus se muestra por estos días con toda su virulencia en materia sanitaria, aunque en el plano productivo la economía da algunas señales positivas, que en algún punto se relacionan con la acumulación de reservas mencionada al comienzo.
Los precios de las materias primas agropecuarias se vienen recuperando desde el último trimestre de 2020, pero con más fuerza en abril y mayo, y explican en gran medida el ingreso neto de divisas.
La soja se acercó en los mercados internacionales a los 620 dólares la tonelada, su mayor valor en nueve años, y otros cultivos relevantes para el país como el maíz y el trigo también vienen recuperándose y ofrecen a productores y exportadores los mejores precios desde 2014.
Este comportamiento de las commodities agrícolas, en cierta forma, se explica como subproducto de la pandemia que tiene a maltraer al mundo entero.
El combo incluye la sostenida demanda de granos por parte de China, también carne vacuna y cerdo; la debilidad del dólar por el billonario paquete de asistencia de Estados Unidos por la pandemia de covid (1,9 billones de dólares), cuya contracara es el fortalecimiento de los precios de las materias primas, y una oferta acotada de cereales y oleaginosas en algunos países clave, debido a factores climáticos.
CUESTIÓN DE PRECIO
Todo esto se tradujo en precios récord en varios años. El caso emblemático para el país es la soja, que tras tocar los 620 dólares por tonelada en la segunda semana de mayo retrocedió algunos pasos por toma de ganancias de fondos de inversión que especulan con la oleaginosa.
Al cierre de esta edición, el grano de soja cotizaba en el mercado de Chicago a 588 dólares la tonelada, 95 por ciento más que hace 14 meses, mientras que la harina de soja llegaba a 458, 140 dólares más que en mayo de 2020, y el aceite de soja, sin duda el producto premium de este complejo exportador, tocaba los 1.542,5 dólares la tonelada, 127 por ciento más que lo que marcaban las pizarras hace doce meses.
En el caso del maíz, llegó a 261 dólares la tonelada, un incremento de 116 por ciento interanual, mientras que el trigo avanzaba hasta los 260 dólares la tonelada, una suba de 52 por ciento respecto del valor alcanzado en octubre pasado.
Más allá de los valores, que por supuesto siempre pueden variar hacia arriba o hacia abajo, lo cierto es que la economía argentina tiene hoy un inesperado viento de cola, que le permite atravesar con un poco más de holgura las necesidades de caja (dólares) en momentos en que debe asistir a empresas e individuos vulnerables ante la situación de pandemia.
Pero el país también debe mostrar una relativa capacidad de pago a los acreedores de la deuda externa, entre ellos el Fondo Monetario Internacional, al que se le adeuda 44.000 millones dólares, y los países que integran el Club de París, a los que hay que abonar –o reprogramar– la última cuota de 2.400 millones de dólares el mes próximo.

DINERO FRESCO
Un reciente informe del Instituto de Estudios Económicos sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral), de la Fundación Mediterránea, sostiene que “con el nuevo escalón de precios agrícolas, en relación a 2020 las exportaciones aumentan 9.600 millones de dólares y 2.800 millones más la recaudación”, por vía de los derechos de exportación.
Es el resultado de exportaciones de granos que llegarían a los 35.600 millones de dólares, un 36 por ciento más que en el ciclo previo, y retenciones que llegarán a 8.600 millones, un bálsamo para las exhaustas arcas del Estado.
Juan Manuel Garzón, economista jefe del Ieral y autor del informe, destaca que hay dos factores que explican la reciente “escalada ascendente” de los precios de las commodites agrícolas, en un contexto de “situación estrecha en materia de existencias globales y con una demanda que sigue muy activa”.
Así, la falta de agua y probabilidad de sequía en algunas zonas de Estados Unidos generaron un “arranque dubitativo del ciclo agrícola 2021/22” en ese país.
A esto se suma una “producción maicera de Brasil (primer exportador mundial) que se viene recortando a medida que avanza el ciclo del cultivo”.
El resultado es una suba de los precios en los mercados internacionales, siguiendo una regla de oro en la economía de mercado, precio por cantidad, donde cada una de estas variables sube o baja en función de la otra.
Los buenos precios son un claro incentivo para la producción, pero allí hay que distinguir entre la campaña gruesa (soja, maíz, sorgo) que está en curso y aún falta para la cosecha, y la campaña fina (trigo, cebada) correspondiente a 2021/22.
En lo que se refiere a soja y maíz, las cartas ya están echadas. La falta de lluvias que tuvo lugar en el verano en amplias regiones del país dará como resultado una menor cosecha en ambos cultivos.
Según estimaciones de la Bolsa de Comercio de Rosario, la cosecha de soja llegará a 45 millones de toneladas, frente a las 50,7 del ciclo 2019/20. En cuanto al maíz, la merma es menor, previendo 50 millones de toneladas, versus 51,5 de la campaña previa.
Mejores noticias trae el trigo. Los productores ya están comenzando a hacer sus previsiones y la intención de siembra (las labores comienzan en junio) supera en 200.000 hectáreas el área sembrada en la campaña anterior, un 3 por ciento más.
Un informe de la Bolsa de Comercio rosarina destaca que tomando volúmenes de exportación conservadores (12 millones de toneladas sobre una producción total estimada en 20 millones) y a los valores actuales (260 dólares por tonelada), “el cereal estaría en condiciones de generar un ingreso de divisas de 3.180 millones de dólares, un 30 por ciento más de lo que se estima se obtendrá en la campaña 2020/21 y el mayor valor exportado en los registros”, apuntó la entidad.
Hay otros dos factores que generan entusiasmo en despachos oficiales. Por un lado, las buenas perspectivas de la nueva campaña están movilizando la venta de maquinaria agrícola.
Según datos de la División Maquinaria Agrícola de la Asociación de Concesionarios de Automotores de la República (Acara), en el primer cuatrimestre el año se patentaron 199 cosechadoras y 1.436 tractores, un indicador del dinamismo que hoy tiene la actividad.
Por otro, el desempeño de la industria en general, aunque todavía a distintas velocidades. Los últimos datos de utilización de la capacidad instalada de la industria relevada por el Indec determinaron que las doce ramas de actividad llegaron en promedio a 64,5 por ciento de su capacidad, el nivel más elevado en dos años.
Todas las industrias registraron una mejora en relación con el mes anterior, salvo la refinación de petróleo, y cinco sectores se ubican hoy en niveles de producción superiores al 70 por ciento de su potencial.