Como debut electoral para Latinoamérica, en este 2021, Ecuador no defraudó. Las primeras presidenciales de un año que tendrá numerosos exámenes y de los más diversos –generales, regionales, legislativas y hasta constituyentes– arrojaron un resultado que, de momento, promete un segundo capítulo de lo más interesante. Al cierre de esta edición, y con el 97,8 por ciento escrutado por el Consejo Nacional Electoral, la batalla final no se libraría en aquella nación entre los clásicos rivales de la grieta regional sino entre un exponente del socialismo del siglo XXI y un representante del sector indigenista, imbuido de un nuevo discurso ambientalista con pretensión de tercera vía.
Quizá la característica que vincula, en algún punto, a los dos pretendientes –de darse este escenario– es que tanto el economista Andrés Arauz como el dirigente indígena Yaku Pérez debutan en la arena electoralista en la batalla por la presidencia. Sólo en ese terreno porque Pérez ya había conquistado la gobernación de Azuay en 2017. Para el tercero en discordia, Guillermo Lasso, apenas 0,20 puntos por debajo de Pérez, es ya su tercer intento. Luego hay un cuarto candidato, Xavier Hervas, a quien vale seguir de cerca de cara al Ecuador que viene: obtuvo un 16 por ciento en su debut, dentro de un anómalo pelotón de quince candidatos y sólo una candidata.
EL CANDIDATO DEL CORREÍSMO
Arauz es la candidatura imposible de Rafael Correa, vetada por un referéndum popular y la Justicia de Ecuador. En 2018, su ex vicepresidente y luego jefe de Estado, Lenín Moreno, impulsó una consulta con una pregunta a la que sólo faltaba añadirle el nombre propio: “Para garantizar el principio de alternabilidad, ¿está usted de acuerdo con enmendar la Constitución de la República del Ecuador para que todas las autoridades de elección popular puedan ser reelectas por una sola vez para el mismo cargo, recuperando el mandato de la Constitución de Montecristi y dejando sin efecto la reelección indefinida aprobada mediante enmienda por la Asamblea Nacional el 3 de diciembre de 2015, según lo establecido en el Anexo 2?”.
Dos años después, en septiembre de 2020, la Corte Nacional de Justicia (CNJ) ratificó una condena por “cohecho” contra el ex presidente que incluía una inhabilitación para participar en una competencia electoral. Poco antes, el Consejo Nacional Electoral le había cerrado la puerta a una posible candidatura como vice de Arauz, en la misma boleta. De todos modos, Correa se mantuvo a su lado –desde Bruselas–, apuntalando la campaña, movilizando el voto e incentivando a la fiscalización, desde las redes sociales, hasta el último momento.
Lo curioso es que ni Arauz era uno de los principales lanceros de Correa durante su presidencia –como podría decirse del boliviano Luis Arce, tomando la posta de Evo Morales– ni tampoco se había mantenido en la arena política, durante el exilio de su jefe, como paladín del movimiento. Siempre cultivó un perfil más bien bajo, relacionado con lo académico. Y en algún punto, puede que esa haya sido, en parte, su principal fortaleza para neutralizar la ofensiva preferida del anticorreísmo con énfasis en la corrupción.
Basta recordar que muchos de los dirigentes históricos de la vieja Alianza País –luego Revolución Ciudadana, tras el divorcio con Moreno– terminaron en el exilio o en prisión. La ex ministra María de los Ángeles Duarte Pesantes hasta solicitó refugio en la embajada argentina y allí seguía, hasta la última consulta, pese a que no hay embajador desde diciembre de 2019.
Obligado por las circunstancias, Arauz representa un cambio generacional en el correísmo, con un eventual nivel de autonomía que aún se desconoce si conquista el poder. Frente a Moreno y candidatos con chances como Lasso, exponente del ala más conservadora del país –liberal en lo económico–, el progresismo latinoamericano no dudó en adoptarlo como su campeón en esta contienda. Arauz viajó a la Argentina donde fue recibido tanto por la vicepresidenta Cristina Fernández como por el jefe de Estado, Alberto Fernández, y se llevó un compromiso del Gobierno para auxiliar a Ecuador en su acceso a las vacunas contra la covid-19. En plena pandemia, el candidato lo levantó como una bandera más en los debates presidenciales.
ESCENARIOS POSIBLES
Un duelo con Lasso hubiera representado el desenlace más esperado entre los dos lados de la grieta ecuatoriana, que en aquel país tiene como eje a Correa y su década en el poder. Después de todo, el 32 por ciento que cosechó en la primera vuelta es prácticamente el mismo que recogió el espacio correísta, que llegó a ganar elecciones en primera vuelta por arriba del 50 por ciento en el pasado, en aquel referéndum de 2018.
Esto significa que, pese a todos los obstáculos, su piso electoral sigue siendo sólido, con casi un tercio de los votos. El interrogante es hasta dónde puede crecer en un escenario que jamás estuvo tan atomizado y, la pregunta más importante de todas, cómo se posicionará frente a un rival que plantea un salto de calidad en la clásica polarización en la que correístas y anticorreístas juegan a gusto. En su tuit de la victoria, Arauz todavía seguía pensando en Lasso como rival, celebrando su victoria “de 2 a 1 frente al banquero”.
A diferencia de Arauz, Pérez no es un actor desconocido de la política ecuatoriana. Entre 2013 y 2019, fue uno de los líderes de las fuerzas indígenas que se plantaron frente a Correa, primero, y luego encabezaron las manifestaciones contra Moreno, en 2019. Como actor político, el indigenismo ha buscado ganar su autonomía a través de una tercera vía y Pérez le dio un discurso a Pachakutik en esta última campaña, planteando un gobierno que busca reorganizar la economía y la sociedad “mediante la construcción de un pacto eco-social”, basado en el cooperativismo y con respeto por la naturaleza. Bien podría trazarse un paralelismo con lo que Morales representó para Bolivia en 2005 como dirigente aymará, sin obviar que en él prevaleció, sobre todo, su ascendencia sindical.
De haber un ballotage Arauz-Pérez, Lasso ya comprometió su apoyo al indigenista. En 2017, había sucedido a la inversa, planteándolo en torno a una disyuntiva “banquero-dictador”, lo que genera cierta duda sobre su voluntad real de superar las polarizaciones más allá de las palabras. Pero aun pasando a segunda vuelta, Lasso no puede sentirse cómodo con su elección, tomando como punto de partida que, hace sólo cuatro años, había obtenido diez puntos más en la primera vuelta, y en 2013 habían sido cuatro más.
Parte de ese voto con fuerte anclaje en Guayaquil viró esta vez hacia Hervas, que puede representar lo que Lasso fue al empresario Álvaro Noboa durante la última década: un cambio de rostro en el conservadurismo financista del país que llega para acaparar ese espacio. Hombre del agro, con 48 años Hervas encantó a un sector importante con su traje de outsider y la ya conocida promesa de administrar el Estado con la eficiencia de sus empresas.
Ecuador es sólo el inicio de un año bisagra que puede definir el futuro de los contrapesos en la región o, quizá, abrir la puerta a una tercera opción que todavía deberá probarse en el poder respecto de su voluntad real de dejar atrás las grietas en Latinoamérica.