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Caras y Caretas

           

¿ARGENTINA?, ¡MARADONA!

Su grado de conocimiento sólo puede ser comparado con la figura del Papa. La existencia de nuestro país se resume en su nombre. Así de monumental fue el llanto por su partida en todo el planeta.

Desde una vecina en Villa Fiorito hasta un pibe en Kazajistán. Desde un tifosi napolitano hasta un fanático en el desierto mexicano. Nadie pudo dormir ese día. Diego Armando Maradona tenía diagnosticada desde hacía varios años una miocardiopatía dilatada, enfermedad que produce el agrandamiento del corazón. El Diego se fue y dejó un país partido en pedacitos, un planeta nublado, sumido en el insomnio de la incredulidad.

Alrededor de la geografía mundial, los clubes de fútbol tuvieron que improvisar homenajes sobre la marcha. Algunos austeros y originales, otros con presupuesto pero más fríos, nadie quiso quedarse sin su último adiós al Diez. Las redacciones de los diarios y revistas cambiaron sus ediciones a último momento, entre lágrimas y sudor, en la búsqueda de conseguir el mejor título.

A Maradona lo encontraron sin vida el miércoles 25 de noviembre a las 11.30 de la mañana en su casa del barrio San Andrés en Villanueva, partido de Tigre. Y para el más grande de todos los tiempos, el llanto más grande de todos los tiempos. Una comunión global unida por una lágrima. El día más triste del año se empezó a hacer espeso al mediodía, mientras la noticia se instalaba en las redes sociales. Desde la cuenta oficial de Twitter Latinoamérica reportaron un tráfico inusitado en ese horario: en poco tiempo fueron publicados más de tres millones de tuits relacionados con la muerte del Diez, a lo largo del planeta.

Pasaron las horas y los homenajes empezaron a echar flores sobre el terreno fatídico de fin de noviembre. Nápoles, después de la Argentina, fue el lugar donde más calor humano recibió. La despedida al último héroe transcurrió durante varios días entre antorchas, bengalas, velas y santuarios en las calles y el estadio, que ya fue rebautizado con su nombre.

Allí, Diego fue el prócer del pueblo, un líder populista. Fue de los pocos que prometieron y cumplieron. El populismo, decía el sociólogo Edward Shils, es una “ideología de resentimiento contra un orden social impuesto por alguna clase dirigente de antigua data, de la que supone que posee el monopolio del poder”. A fines de la década del ochenta, Maradona enfrentó a la tiranía dominante del norte italiano para darles alegrías a los desposeídos del sur: ganó dos scudettos, una Copa UEFA, una Copa de Italia y una Supercopa italiana.

A su vez, los otros clubes europeos por los que pasó Pelusa pergeñaron sus homenajes. El Barcelona realizó un minuto de silencio con la camiseta 10 en el centro del campo y mostró unas imágenes en la pantalla de un Camp Nou vacío. Maradona pasó por la ciudad catalana entre 1982 y 1984, años en los que recibió una de las lesiones más duras de su carrera. Andoni Goikoetxea, ex jugador del Athletic de Bilbao y el responsable de la patada que le rompió el tobillo y lo dejó afuera de las canchas durante tres meses, también dedicó unas palabras de despedida: “Fue como un rayo en un cielo despejado. Nos ha dejado el mejor jugador del mundo”, comentó el español, víctima de una gran cantidad de insultos en las redes sociales. El Sevilla fue otro de los equipos por los que pasó en el viejo continente. El club andaluz hizo sonar la voz de Gardel en los parlantes, en la previa de un partido contra el Huesca, y vistió a sus jugadores con el dorsal número diez.

URBI ET ORBI

Las tapas de muchos diarios del mundo fueron parte del desfile. Sólo un acontecimiento como su partida podía hacer resurgir las ventas de las ediciones en papel, sólo la épica maradoniana pudo engrosar, por unos días, sus caudales de venta. Héroes y villanos se unieron, desde Italia hasta Inglaterra, y los titulares no escatimaron elogios. La Repubblica de Roma escribió: “El fútbol se fue al paraíso”, The Sun y Metro de Inglaterra coincidieron en ilustrar la picardía de su verdugo: “En las manos de Dios”, firmaron. Por su parte, el francés L’Équipe parafraseó a Friedrich Nietzsche con un “Dios ha muerto”, mientras que el esloveno Ekipa SN sentenció: “El emperador no muere”. En el norte de México, donde Diego dirigió entre 2018 y 2019, el diario Once cambió su nombre a Diez por un día.

El luto penetró en todos los rincones, viajó a todos los continentes. En Pekín, junto a la embajada argentina, se improvisó un altar con camisetas, cartas y velas. “El espíritu de lucha de Maradona es eterno”, soltó un chino con la campera de la Selección argentina. En Calcuta llenaron de flores una estatua de Diego con la Copa del Mundo del 86. El monumento de diez metros había sido inaugurado a fines de 2017, cuando Maradona visitó la India para jugar un partido a beneficio.

En África, NTV Kenya, el canal de televisión keniata más importante, le dedicó horas de su noticiero para despedirlo. Por su parte, la Unión Africana se expresó en su honor: “Durante su vida compartió la alegría de su increíble talento, inspirando a toda una generación de jóvenes de África y de todo el mundo a creer en sus sueños”, afirmó Moussa Faki Mahamat, presidente de la Comisión de la UA, en su cuenta de Twitter.

Al Diego lo lloraron a la vera del Riachuelo en Fiorito y al costado del río Ishim en Nursultán. Ali Turganbekov, un niño kasajo que nació sin piernas y lo conoció en su época como director técnico del Fujairah FC, dejó unas lindas palabras en su cuenta de Instagram. Debajo de una foto abrazado al Diez escribió: “Soñé con verlo y abrazarlo, me dijeron que no podía jugar conmigo, pero Maradona tenía un gran corazón, bondadoso como campeón. ¡Descansa en paz, mi querido amigo Diego Maradona!”.

Escrito por
Juan Piterman
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