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Caras y Caretas

           

La estrella de Diego

El mejor futbolista de todos los tiempos nació hace 60 años. Entonces, algo le dijo a su madre que ese niño sería especial y la suerte no se equivocó: Maradona fue una promesa, fue una revelación y fue un ídolo. Hoy, sin duda, lo reconocemos como el más grande.

Diego Maradona se puso la camisa blanca y el pantalón de corderoy turquesa, a pesar del día de calor. Era el único que tenía. La madre lo acompañó hasta la puerta de la casa ubicada en Azamor 523. “Voy a rezar por vos, hijito”, le susurró Doña Tota mientras le besaba el cachete. Se había encargado de contarle a toda Villa Fiorito que esa tarde de miércoles su hijo debutaba en Primera. Don Diego había pedido salir antes de la fábrica trituradora de huesos para llegar a tiempo a la cancha de Argentinos Juniors. En soledad, Maradona tomó primero el tren de Fiorito a Puente Alsina. De ahí el colectivo 44. Y después el 135. Cuando bajó en La Paternal, observó una marea de hinchas de Talleres, que el 20 de octubre de 1976 enfrentaba a Argentinos por el torneo Nacional. El equipo cordobés era la sensación de la época. Diego –Pelusa– pasó silbando bajito y se reunió con sus compañeros en Jonte y Boyacá. Comieron bife con puré. De postre, la charla técnica de Juan Carlos Montes. Doña Tota había tenido un presagio camino al hospital Eva Perón de Lanús para parir a su bebé el 30 de octubre de 1960, hace sesenta años: se había encontrado un prendedor en forma de estrella tirado en la puerta. En la cancha, Maradona renació como una estrella del fútbol.

Diez días antes de su cumpleaños 16, Diego jugó por primera vez un partido oficial. Sin embargo, había estado muy cerca de debutar a los 14 años, el 14 de agosto de 1975, a raíz de una huelga de futbolistas en pleno torneo Metropolitano. Francisco Campana, el entrenador de Argentinos, puso el ojo en el chico que hacía jueguitos en los entretiempos. Argentinos jugaba ante River en la cancha de Vélez. “No, todavía no”, lo frenó Francis Cornejo, el descubridor que lo había ido a buscar a Fiorito, y Maradona terminó del otro lado de la cancha, como alcanzapelotas. También estuvo cerca el 12 de septiembre de 1976, en la primera fecha de ese torneo Nacional. Pero había sido expulsado en las inferiores, en la final del torneo de Séptima División ante Vélez. Cuando terminó el partido, se acercó a un juez de línea. “Usted es un fenómeno –le dijo Diego en tono burlón–, tendría que dirigir partidos internacionales.” Le dieron cinco fechas de suspensión. El talento que todos esperaban, entonces, apareció cerca de las cuatro y media de la tarde del 20 de octubre de 1976, en el entretiempo de Argentinos-Talleres en La Paternal.

–Nene, ¿se anima? –le preguntó el entrenador Montes.

–Sí –respondió Diego, elevando la sonrisa a la melena de rulos.

–Vaya, juegue como usted sabe. Y si puede, tire un caño.

***

Con el Nº 16 en la espalda, Maradona entró por Rubén Aníbal Giacobetti. Talleres ya le ganaba 1-0 a Argentinos por la octava fecha del Nacional, con gol de Luis “Hacha” Ludueña. “Llevaba poco tiempo entrenándose con nosotros. En las prácticas veíamos algo distinto, estuviera con los titulares o los suplentes. Dejaba rivales en el camino como palos de bowling. Se veía venir lo que iba a ser”, recuerda hoy Giacobetti, desde Giacobetti Propiedades, su inmobiliaria de Villa Urquiza desde hace 36 años. “Había que amagar a marcarlo y retroceder. Era imposible. Pasabas de largo, era una vergüenza. Cuando se le ocurría, te daba vuelta.” En una de las primeras que tocó, recibió la pelota de espaldas a Juan Domingo Patricio Cabrera, le amagó y le tiró la pelota entre las piernas. Le había cumplido a Montes. Escuchó bajar el “ooooole”. Cabrera murió en 2007. Pero antes dejó asentado el orgullo por ser el futbolista en recibir el primer caño de Maradona. “Si me lo ha­cía Rug­ge­ri –solía decir en las entrevistas–, hu­bie­se si­do dis­tin­to, pe­ro me lo hi­zo Die­go.” En el segundo partido, ante Newell’s, Maradona volvió a tirar un caño, esta vez al Tolo Américo Gallego. Aunque cada día más personas dicen haber estado en la cancha de Argentinos en el debut de Diego, las crónicas consignan que se recaudaron 1.273.100 pesos (unos 9.000 dólares) y que hubo alrededor de 7.500 espectadores. “Una sola vez, en toda mi carrera, yo tuve la sensación de tocar el cielo con las manos. Fue el día de mi debut”, dijo años después Maradona, incluso mucho más tarde de haber sido campeón en el Mundial de México 86.

Quien sí acudió al estadio que hoy lleva el nombre “Diego Armando Maradona” fue el periodista Ernesto Cherquis Bialo, uno de los seis enviados de la revista El Gráfico, al tanto días antes de que ese día brillaría por primera vez la estrella. “Aquel Diego de emociones virginales comenzaba a ser el padre de sus padres, de sus hermanos, de sus sobrinos. El jefe de la orgullosa familia –recuerda Cherquis Bialo–. Sería también el líder de sus compañeros y el paradigma de sus colegas: una celebridad mundial.” Durante aquellos años de dictadura, la bota militar sobre Argentinos era Carlos Guillermo Suárez Mason, acusado de 635 delitos de lesa humanidad, jefe del Primer Cuerpo de Ejército, el organismo que estuvo a cargo de la mayor cantidad de centros clandestinos de detención. El represor, que intercedió en la venta de Maradona a Boca y luego a Barcelona, llegó a imponer a su hijo como suplente en dos partidos oficiales durante el Metropolitano 78. Suárez Mason fue expulsado como socio honorario de Argentinos en 1999. Y murió en la cárcel de Devoto en 2005. Maradona mantiene la condición de socio honorario. Y a los 60 años simboliza causas populares en el mundo y conserva su conciencia de clase, ya que también hoy come guisos que lo remontan a su infancia.

***
Porque, de alguna manera, Diego siempre está volviendo a Villa Fiorito. Como volvió el 20 de octubre de 1976, con la camiseta 16 del debut como profesional guardada en un bolsito, un regalo para Doña Tota. Como regresó la madre con él del hospital de Lanús hace sesenta años. “Diego –recordó una vez Doña Tota, que tuvo ocho hijos– fue el que menos trabajo me dio. Bailé toda la noche del 29. Entré con todos los dolores naturales del parto y a las siete y cinco de la mañana del 30 de octubre de 1960 nació el Pelusa. Los médicos se miraban con los enfermeros y comentaban: ‘Este sí que es macho, es puro músculo. La felicitamos, señora de Maradona’. Durante la noche habían nacido once mujeres. Mi hijo rompió la racha y qué casualidad, fue un día domingo. A los diez meses ya caminaba y le gustaba la pelota.”

Escrito por
Roberto Parrottino
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