En el marco actual de las rebeliones populares contra los respectivos “paquetazos” fondomonetaristas y sus derivados en varios países (Chile, Colombia, Haití, Ecuador), el proceso revolucionario venezolano mediático. Esto no quiere decir que la batería de sanciones aplicadas por la administración Trump hayan cesado, sino que el país se fue acostumbrando a capear un temporal tras otro. El presidente Nicolás Maduro a través de la unidad cimentada entre las organizaciones populares y Fuerzas Armadas, siente que ha logrado un período de cierta y saludable estabilidad.
Hay razones para eso, por un lado, haber infligido una derrota a los intentos golpistas del 23 de febrero y del 30 de abril últimos. La primera, se trató del intento de invasión desde Colombia con la excusa de la “ayuda humanitaria”, episodio altamente mediático pergeñado por la oposición interna, con el autoproclamado Juan Guaidó a la cabeza y el apoyo de Estados Unidos y el gobierno colombiano. Sin embargo todo se redujo a situaciones en donde la presunta “ayuda” fue incendiada por los mismos que la transportaban, después de haber sido rechazados por la Guardia Nacional Bolivariana y las milicias chavistas. En la segunda, un grupo de militares desertores tomaron parte de una autopista cercana a la base militar de La Carlota, en Caracas, luego de fracasar en la intención de hacerse con el cuartel, y hasta allí se habían trasladado Guaidó y el dirigente Leopoldo López, que horas antes había sido liberado por los golpistas. La firme resistencia de los soldados de la base y el nulo apoyo de otros militares hizo que la asonada fuera derrotada en pocas horas, mientras miles de chavistas se concentraban también frente al palacio presidencial para apoyar a su gobierno.
A partir de estos dos triunfos, la devaluada imagen de Guaidó, al que popularmente se lo denomina Juanito Alimaña, se fue deteriorando. A esto se le sumó el descubrimiento de múltiples actos de corrupción realizados por estos sectores de la oposición. Llegaron a quedarse con miles de dólares de las múltiples partidas que Washington enviaba para profundizar las maniobras golpistas. Tanto fue así, que hasta el propio Elliot Abrahms (designado por Trump para hostigar a Venezuela) se quejó amargamente: “Este muchacho Guaidó no sólo no cumple con lo que nos promete sino que engorda su bolsillo personal con nuestras ayudas”.
LA OTRA OPOSICIÓN
Por otra parte, en el terreno político, el gobierno de Maduro logró establecer un acuerdo de seis puntos con la oposición tradicional y moderada, por lo cual se propuso avanzar hacia la estabilización del único poder que restaba por hacerlo: la Asamblea Nacional (AN). En 2020 habrá elecciones en la AN, si como prevén los principales analistas políticos el chavismo lograra una victoria, Guaidó perdería el bastión que lo sustenta en su cargo imaginario. De hecho, ya los diputados chavistas se incorporaron a ese ámbito y debaten de igual a igual con sus adversarios de la derecha. En lo que hace a la economía, a pesar de la gravedad que implica el bloqueo, la situación ha ido mejorando. A principios de año, era agobiante la hiperinflación y la escasez de todo tipo de artículos, fundamentalmente alimenticios. Pero ahora la inflación descendió y se mejoró la falta de insumos. Uno de los flancos débiles, y no menos grave, es la falta de medicamentos producto del bloqueo de los laboratorios farmacéuticos estadounidenses y europeos, pero, con la ayuda de Rusia y China, la situación tiende a normalizarse. Los rusos también están colaborando en custodiar con sus barcos de guerra el traslado del petróleo venezolano hacia otros países, como es el caso de Cuba.
En lo que hace a las líneas aéreas, varias de ellas (la última fue Avianca) se han bajado de prestar servicios hacia Caracas lo que dificulta el clima de normalidad que Maduro quiere mostrar. Sin embargo, el gobierno ha reactivado en ese rubro los vuelos de la empresa estatal Conviasa.
Con la oposición interna neutralizada, el principal enemigo va a seguir viniendo desde el exterior, especialmente por la decisión de Donald Trump de intentar apropiarse de las millonarias riquezas naturales venezolanas. Pensando estrategias para enfrentar esta problemática, Maduro, Diosdado Cabello y el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, siguen preparándose para fatalidades más graves y, por eso, incrementaron el número de milicianos armados a dos millones, a la vez que se intensificaron los entrenamientos militares en conjunto con las Fuerzas Armadas Bolivarianas.
Lo ocurrido en Bolivia sirvió también para insistir en que “hay que estar preparados para las peores contingencias”, como suele decir Diosdado Cabello, quien sigue siendo el mejor interlocutor con los movimientos sociales y los colectivos barriales, y se anima a expresar lo que muchos por lo bajo también piensan: “El imperialismo en su prepotencia puede llegar a invadirnos, podrá entrar a este país pero no va a poder salir, y Venezuela será su tumba”. No se trata de frases de ocasión sino el firme convencimiento de que un proceso revolucionario de la calidad que tiene el venezolano (sólo comparable con Cuba) llevará a que tarde o temprano Estados Unidos intente dar un zarpazo definitivo. “No nos sucederá lo de Bolivia”, arenga Cabello. También puso en marcha por estos días la Universidad Internacional de la Comunicación, una herramienta de estricta necesidad para combatir al otro gran enemigo: el terrorismo mediático.
Maduro ya entregó a los más humildes tres millones de viviendas en busca de seguir con los preceptos de justicia social de la Revolución. Tampoco descuida los logros en educación y salud públicas. Son medidas que buscan paliar la situación impuesta por el bloqueo. Paradójicamente, en estos tiempos de agitación continental, el gobierno de Maduro pareció encontrar un pequeño respiro.