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Caras y Caretas

           

Ghosteen / NICK CAVE

Ghosteen Ltd

Cuando en julio de 2015 su hijo Arthur (15 años) murió en un absurdo accidente, nadie podía imaginar cómo e incluso si seguiría la carrera de Nick Cave. La respuesta inicial fue el lanzamiento de Skeleton Tree (2016), un disco grabado antes y concluido después de
la tragedia, una expresión oscura y despojada, resignicada a los ojos del drama. Ghosteen fue concebido a partir de aquella muerte y multiplica por mil esa orfandad. Se trata de un álbum doble con un total de once composiciones que renuncian a los contrastes –y muchas veces a los matices– para darles lugar a textos vibrantes, hijos de la desesperación, el dolor y la búsqueda de sentido. La muerte siempre estuvo muy presente en la obra de Cave. Infringida, retratada, sugerida o deseada. Pero la muerte de un hijo congura un escenario único y abismal, en el que el cantante y compositor australiano se metió de lleno. En lo instrumental, Ghosteen es un paso más en la implosión de los históricos (y diversos) sonidos de los Bad Seeds. El mantra lento y espeso que conduce las composiciones está moldeado con cuerdas, teclados espectrales, piano y poquísimo más. La sensación es de una profunda tristeza otante, ni cielo, tierra o infierno: limbo. En ese marco, Cave desarrolla emociones vibrantes, reflexiones profundas y asociaciones libres, sostenido en melodías a veces narcóticas y en algunos coros celestiales. “La paz vendrá a tiempo y un tiempo vendrá para nosotros”, se propone en “Spinning Song”. Es el deseo de un hombre perturbado por el sinsentido, pero que lo interpela y le hace frente con un puñado de canciones áridas, desoladas, desa antes y, a su manera, vibrantes.

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Redacción
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