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Caras y Caretas

           

QUÉ DESENCUENTRO

El escritor argentino nunca recibió el máximo galardón de la Academia Sueca y esa circunstancia favoreció frustraciones colectivas y elucubraciones de diversa especie. Este texto observa algunos de los motivos que pudieron conspirar contra la anhelada premiación.

Como bien sabemos, todo premio o galardón es arbitrario y siempre responde a factores temporales o geográficos o a un sinfín de cuestiones que hacen difícil saber, muchas veces, por qué se otorgan. Pero, en el caso de Borges y el premio Nobel, sí podemos señalar algunos tópicos por los cuales le fue negado.

Está visto que la Academia Sueca tiene en cuenta valores extraliterarios para otorgar el premio. En general han intentado ir mutando la lengua de los ganadores, así pasamos del idioma inglés al español, del italiano al chino, etcétera. Lo mismo ocurre en relación a la ubicación geográfica del galardonado, ya que el premio va cambiando de un continente a otro y también se busca un equilibrio entre hombres y mujeres premiados. Y existe un factor adicional, bastante difícil de mensurar, pero que sin duda tiene también importancia a la hora de las decisiones y es el político-ideológico y sobre el cual nos vamos a referir más adelante en el caso específico de Borges.

En los primeros años –el premio comenzó a otorgarse en 1901–, la gran mayoría de los ganadores eran de origen europeo, a excepción de Rabindranath Tagore (indio), que lo obtuvo en 1913, y recién en 1930 se incorporaron al podio escritores estadounidenses. Pero la primera galardonada fuera de ese ámbito fue la chilena Gabriela Mistral, en 1945. Sin embargo, la tendencia continuó hasta mediados de la década del 60 y la pluralidad se comenzó a afianzar a partir de los años 80, pero siempre con mayoría de europeos. Hoy tenemos de Francia (14), Estados Unidos (10) y el Reino Unido (8), por lo que estos tres países concentran algo más del 30 por ciento de los elegidos.

En 1945 el escritor argentino Enrique Rodríguez Larreta estuvo muy cerca de obtener el Nobel de literatura pero finalmente la Academia Sueca se inclinó por Gabriela Mistral, en una puja que llegó hasta el día previo a la elección definitiva.

La Sociedad Argentina de Escritores es consultada año tras año y desde hace más de siete décadas –también opinan otras instituciones locales– para que sugiera su candidato, solicitando a su vez que se esgriman sus fundamentos.

A comienzos de los años 60 la SADE propuso como candidato a Jorge Luis Borges, propuesta que se iba a repetir en el tiempo. En 1961 nuestro escritor había ganado el Premio Formentor y ello le dio gran relevancia, sobre todo a nivel internacional. Resultan por demás interesantes las palabras del entonces presidente de la institución, Carlos Alberto Erro, para sostener la candidatura del autor de El Aleph. Erro no escatimó elogios a la figura de Borges denominándolo como un “obrero de la verdad y de la belleza, un creyente en la dignidad de la cultura, un apasionado de la libertad, un devoto de los valores que hacen estimable la existencia humana en la general armonía de los pueblos y de las naciones”.

Sin embargo, sus palabras, y las muchas peticiones llegadas a la Academia Sueca a lo largo de 25 años, tanto del ámbito vernáculo como internacional, no fueron suficientes para que se le otorgara a Borges ese galardón.

RAZONES EXTRALITERARIAS

Seguramente una suma ponderada de razones le negaron sistemáticamente acceder al premio, pero siempre esas razones fueron extraliterarias. Una de ellas pudo haber sido el hecho de que todavía no estaba afianzada en la Academia Sueca la idea de hacer más cosmopolita la entrega. Hasta esos años sólo un puñado de escritores fuera de Europa y Estados Unidos había accedido al premio. La otra razón es que también por ese tiempo cobró cuerpo la politización de la entrega, y sin duda Borges estaba en las antípodas de lo que era “políticamente correcto” y sus comentarios y comportamiento público jugaron un rol decisivo. Basta señalar solamente los encuentros que llevó a cabo, con elogios incluidos, con los dos paradigmas de las dictaduras más sangrientas de Latinoamérica, Videla y Pinochet.

Hay sin embargo una razón más que jugó un papel importante en esa constante negativa. La presencia en la Academia, a partir de 1968, del poeta sueco Artur Lundkvist fue sin duda un gran obstáculo para que el premio recayera en Borges. Lundkvist tenía en primer lugar una mirada del mundo con fuerte simpatía por la Unión Soviética –recibió el Premio Lenin de la Paz otorgado por el bloque comunista en 1958– y en segundo orden era el especialista en literatura hispánica –había residido ocasionalmente en la península ibérica– y tradujo obras de García Lorca y Juan Ramón Jiménez, con gran influencia en las decisiones de la Academia en relación a los premiados en nuestra lengua.

Pero veamos qué ocurría por esos años con Borges. En Suecia se publicó en 1962 una antología de poetas sudamericanos traducidos por Francisco J. Uriz y el influyente profesor Lundkvist, quien fue el autor del estudio que precede a la selección. Los poetas elegidos fueron Vicente Huidobro, César Vallejo, Alberto Hidalgo, Jorge Luis Borges y el ecuatoriano Jorge Carrera Andrade. Bajo el nombre de Kondor och kolibri (El cóndor y el colibrí), la antología reunía 21 poemas de nuestro escritor, incluyendo desde algunos de su primera época hasta los más recientes. En el estudio previo señala Lundkvist: Borges “insistió celosamente por un idioma propio de los argentinos y un alejamiento de las tradiciones hispanas literarias. Buscó impulsos de Inglaterra y Alemania antigua”. “La poesía de Borges se funda principalmente en tres tomos con motivos de Buenos Aires y de la historia argentina. Las emociones de los desolados barrios porteños, llenos de sensaciones, de anhelos y de ternura, se repiten de poesía en poesía. Escenas históricas del pasado guerrero toman estilo de baladas. Una filosofía de la repetición del todo y de la identidad de los contrastes contribuye a efectos profundos. La imagen de un idioma restringido sirve mejor a la creación del pensamiento y el motivo.” Otra traducción vertida al sueco, pero del inglés (Bibliotek i babel), despertó una inesperada polémica en el diario local Stockholm-Tidningen. El escritor sueco Lars Lönnroth realizó una severa crítica a la traducción del trabajo sin dejar de resaltar que Borges es “un escritor de gran categoría, un hombre de la clase de los ganadores del premio Nobel”. La traductora Sun Axelsson, molesta por el juicio de Lönnroth, contestó tres días más tarde desde la misma columna: “Lars Lönnroth considera a Borges como un gran investigador ‘aristocráticamente apartado de las diarias pasiones’. Da importancia a la exactitud y al mundo del pensamiento sabio y encuentra que yo, en mi traducción al sueco, me he hecho culpable de ‘pequeñas pero irritantes roturas de estilo y de faltas de lógica’. Es probable. Pero en un caso como el de Borges, no puede aceptarse una crítica de esta clase que no se base en una exacta comparación con el original”.

LA CONSAGRACIÓN EN PARÍS

Al año siguiente, en 1963, la presencia de Borges en París fue consagratoria. El crítico Gilles Lapouge publicó una entrevista en Le Figaro Littéraire donde Borges expresa su sorpresa ante tanta reverencia: “Me siento asombrado. Antes yo era un escritor argentino, tenía una pequeña notoriedad, eso sí, pero no una cosa muy relevante. En la Argentina, vea usted, los poetas no gozan de una gran fama… Bueno, ahora me doy cuenta de que no soy más un escritor argentino solamente, sino que en todas partes hay gente que lee mis libros. Y se lo debo a los franceses, a los que en Francia traducen mis libros: Ibarra, Benichou, Caillois”. Por su parte el entrevistador concluye la nota diciendo: “No sé si he podido realmente apresar a este hombre extraño. Descubro que Borges es un ser alegre y malicioso. Que esta inteligencia fría es la más viva del mundo y que se nutre de malicia, ironía, calor y de una increíble libertad. Pero sobre su obra no he recibido aclaraciones. A los ya numerosos espejos que multiplicaban el rostro de Borges, se han agregado ahora otros con sus juegos terribles y singulares. Hace poco tenía el vago sentimiento de conocerlo algo. En el momento de despedirme de él, sin embargo, me di cuenta de que no lo conozco en absoluto. Pero en el reino tan complicado de Jorge Luis Borges, quizá, es justamente así que uno comienza a conocerlo”.

Como se vio, Borges gozaba de un acalorado prestigio en el mundo de las letras, aun bajo la opinión de quien fuera su detractor dentro de la Academia. Algunos trascendidos señalaron que más allá de la postura política, Lundkvist se había sentido destratado por Borges, que lo había señalado como un poeta menor. Al parecer dijo: “Mientras yo esté en la Academia, Borges jamás recibirá el Nobel”. Si fue así, cumplió su palabra.

No hay duda de que los premios se prestigian según quienes son sus premiados. La ausencia de Borges en la nómina, quien fuera candidato durante 25 años, es una mácula que el Nobel nunca se podrá quitar, una verdadera frustración.

Escrito por
Alejandro Vaccaro
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