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Caras y Caretas

           

INVESTIGADOR INVESTIGADO

La realidad supera a la ficción. Aunque se repita hasta el hartazgo, la frase resulta cada vez más creíble. Sin guionista, la historia que involucra al protagonista de la serie Baretta, Robert Blake, a su mujer, al hijo de Marlon Brando y hasta al cantante Jerry Lee Lewis es un claro ejemplo.

Por Ricardo Ragendorfer. Al comenzar la madrugada del 5 de mayo de 2001 hubo una gran conmoción en la esquina de Tujunga Avenue y Woodbridge Street, del barrio Studio City, a unos seis kilómetros al norte de Hollywood. En la entrada de la cochera del restaurante italiano Vitello’s acechaba un tumulto de camarógrafos y cronistas entre patrulleros estacionados con desorden. De uno bajó un tipo pelirrojo que vestía de civil. Era el detective de la Policía de Los Ángeles, Lian Devlin. Y se abrió paso a los codazos para ingresar al playón. Allí se detuvo ante un Dodge Spirit negro debidamente asilado con cinta perimetral. En la cabina había una mujer rubia tumbada sobre los asientos delanteros con un balazo en el hombro derecho y otro en la mejilla. “Agonizó unos minutos antes de morir”, le sopló el forense al oído. Y él enarcó las cejas, antes de desviar la vista hacia un sujeto sentado en una silla con la cabeza entre los brazos. Parecía en estado de shock. Lo asistían unos paramédicos. El sujeto, de pronto, le devolvió la mirada. Eso bastó para que el detective recordara una vieja canción: “Keep Your Eye on The Sparrow”, en la voz de Sammy Davis Jr. Se trataba del tema musical de la serie Baretta. Dicha melodía lo transportó al ya remoto 17 de enero de 1975.

Era viernes y él (por entonces, un niño de 12 años) oía tales acordes por primera vez en su casa natal de Fresno, California, hipnotizado ante la pantalla del televisor. La cadena ABC estrenaba el primer capítulo de esa tira, donde el actor Robert Blake se ponía en la piel de un simpático policía. Su fuerte eran las misiones encubiertas –para lo cual echaba mano a múltiples disfraces– y, a modo de atracción suplementaria, convivía con un loro llamado Fred que sabía atender el teléfono. Lo cierto es que la serie incidió en la vocación policial del pequeño Lian. Es posible que su envío inicial también haya sido visto por Bonnie Lee Bakley, de 19 años, en el diminuto apartamento de Nueva York al que fue a parar tras partir de su pueblo, Morristown, en Nueva Jersey. Y por Christian Brando, de 17 años, en Tetiaroa, la isla privada de su papá en Tahití. Pero todos ellos –incluido Blake– estaban lejos de suponer que acababa de comenzar otra serie. La de sus propias existencias.

MAKING OF

Bonnie, una chica de buen ver, era sumamente ambiciosa. Y su sueño de llegar al estrellato se convirtió en una obsesión. A tal efecto se mudó a Nueva York. Cuando Blake se consagraba con el papel de Baretta, ella persistía sin éxito en su fantasía de ser parte del star system. Aquello derivó en un giro estratégico: renunciar a su improbable destino de diva del espectáculo para convertirse en esposa de alguna luminaria de Hollywood. Mientras tanto, contrajo enlace con su primo, Paul Gawron, quien le procuró dos hijos. El tipo vivía muy a gusto del dinero de su cónyuge, quien había montado un ingenioso emprendimiento: ofrecerse con anuncios en revistas a solterones deprimidos para así estafarlos. Y sin abdicar a la cacería de famosos. ¿Acaso ya entonces había colocado a Blake en la lista de sus probables “candidatos”? De ser así, ello podía esperar. Porque en 1982 abandonó a Gawron, dejando a los niños a su cuidado, para enfilar hacia Memphis, en Tennessee, en busca de una apetecida presa: el astro del rock Jerry Lee Lewis, un individuo escandaloso, trágico y desaforado. De hecho, por entonces arrastraba el estigma de haber desposado a una prima de 13 años; después, su cuarta mujer murió ahogada en una pileta, y la quinta, de sobredosis, estando él internado en una clínica de desintoxicación. En aquellas circunstancias, conocer a Bonnie no fue su mejor negocio. Tanto es así que ella intentó engatusarlo al endilgarle un hijo que no era suyo, aunque sin lograr tal propósito. En su extensa trayectoria, esa mujer consumó once matrimonios con incautos de abultada billetera. A su vez, sufrió algunos inconvenientes penales por librar cheques sin fondos, mientras seguía merodeando con fines “serios” a personalidades como el telepredicador Jimmy Swaggart y el boxeador Ray “Sugar” Leonard, además de Robert De Niro y Marlon Brando. Este último no le daba ni la hora, por lo que a ella no le quedó otra alternativa que contentarse con un premio consuelo: su hijo, Christian. La vida de Bonnie se hizo entonces aún más intensa. Los hijos de Brando eran un poco problemáticos. Y Christian, claro, no fue la excepción. Fruto de la unión del astro con la actriz británica nacida en la India, Anna Kashfi, su infancia padeció las encarnizadas peleas de sus padres. Empeñado en abrazar la profesión de ellos, sólo obtuvo papeles de poca monta en películas de segunda clase. Su

figura recién adquirió relieve internacional al volarle la cabeza de un escopetazo a Dag Drollet, el novio golpeador de su hermana Cheyenne. Por este asunto estuvo preso hasta 1996. En ese contexto, intimar con Bonnie tampoco fue para él la mejor opción. Ella, en paralelo, iniciaba su amorío con Blake. Fue el principio del fin.

LA TEMPORADA FINAL

El detective Devlin avanzó con lentitud hacia el hombre de la silla. La canción de Sammy Davis ya no sonaba en su cabeza. Pero tener en esas circunstancias ante sí nada menos que a “Baretta” le causaba sentimientos encontrados.

Al rato fue retirado el cadáver de Bonnie en una camilla Entonces Blake rompió en llanto. Del pintoresco policía de ficción ya no quedaba nada. Ahora era apenas un hombre de 66 años con pelo teñido de negro y cara arrugada. Su coartada, balbuceada entre lágrimas, fue: “Después de cenar ella me esperó en el auto, porque yo había olvidado un revólver en la mesa del restaurante. Al volver, la encontré así”. No había razón para desconfiar de él, pensó Devlin en ese momento. En rigor, le llevó algunas semanas reconstruir la historia. El “flechazo” entre ellos había empezado de manera furtiva, con “sesiones de sexo –según el apoderado del actor– en la parte trasera de un camión”.

Ella no había concluido su vínculo con Brando. Y quedó embarazada; al respecto se podría decir que su reacción fue salomónica: les dijo a los dos que eran los progenitores de la criatura. Finalmente, el análisis genético determinó la paternidad de Blake. Y la feliz pareja terminó ante el altar.

La investigación por el asesinato no tardó en dar un espantoso giro para el viudo al derrumbarse su coartada: el personal del restaurante negó que él haya regresado a recoger su revólver. Para colmo, apareció en escena un doble de riesgo llamado Ronald “Duffy” Hambleton, quien acusó a Blake de haberle ofrecido diez mil dólares para matar a su mujer. Blake fue arrestado el 18 de abril de 2002. Y recuperó la libertad un año más tarde, con una fianza de un millón de dólares. El 16 de marzo de 2005 fue absuelto por falta de pruebas. Sin embargo, el 18 noviembre fue hallado culpable del crimen en una demanda civil iniciada por los hijos de Bonnie, quienes reclamaron una indemnización de 30 millones de dólares. Y él quedó en bancarrota. Aquel día, Devlin estaba presente en el tribunal. Luego acudió a una cita con la muerte: su automóvil se estrelló contra un árbol en Beverly Hills. Christian Brando falleció de neumonía en 2008. Robert Blake vive, a los 86 años, en algún lugar de California.

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