María Elena Walsh, Nacha Guevara, Norman Briski, Isabel Sarli, Rodolfo Walsh y el comisario Albero Villar. Todos forman parte de una misma historia que mezcla arte, Triple A y senos en aquellos tumultuosos años setenta.
José Hernández se encontraba escribiendo el Martín Fierro en la habitación de su alojamiento porteño cuando un crimen, en ese mismo lugar, desvió su atención.
En el mismo momento en que la juventud maravillosa se acercaba a Gaspar Campos a vitorear a su líder, a pocas cuadras de allí la policía enloquecía tratando de atrapar a un asesino serial.
Leonardo Favio fue el locutor del fallido escenario que aguardaba el regreso del general Juan Perón, el 20 de junio de 1973. Allí conoció a un integrante de la Triple A que supo salvar la vida de su ex mujer, María Vaner.
Además de escritor, Manuel J. Castilla era periodista. En cierta ocasión, acompañado por su socio Leguizamón, se vieron obligados a resolver un crimen.
El temible José López Rega le hizo una oferta que no podía rechazar. Ante esta situación, Quino se “exilió” en Italia.
Antes de convertirse en un famoso cantante de tangos, Gardel solía ganarse la vida con artilugios non sanctos. Sus contactos políticos le permitieron borrar su prontuario.
En la Década Infame, Atahualpa Yupanqui participó de una sublevación contra las autoridades. Uno de sus correligionarios terminó en la banda del bandido Segundo David Peralta.
El capitán Pedro Giachino fue el primer soldado argentino caído en combate en la guerra de Malvinas. Fue considerado un patriota. Sin embargo, cargaba con la condena de su oscuro pasado.
Después de huir del penal de Trelew, en 1972, un grupo de guerrilleros tomó un avión hacia Chile. Salvador Allende les dio el salvoconducto para escapar a Cuba.