ANDRÉS IBARRA
Anagrama
Todo empieza con la inesperada aparición de un niño. La empleada de una inmobiliaria está a cargo de la venta de una casa vacía. Allí aparece el niño, un preanuncio de algo extraño que está por ocurrir: el abandono del mundo cotidiano y la entrada en otra realidad, paralela, un bucle en un tiempo suspendido.
Al día siguiente vuelve a la casa en venta, “pero cuando entra en la cocina no ve al niño. Se ve a sí misma. No es una entelequia, sino un cuerpo sólido. Es ella misma, está de espaldas y lleva el mismo vestido que llevaba el día anterior”. Ya nada será igual. O todo será igual, pero en otra frecuencia. El género fantástico en todo su esplendor.