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Caras y Caretas

           

“Inglaterra sigue atenta a cómo se arma Argentina”

Con una docena de obras publicadas que analizan desde la militancia política y los movimientos guerrilleros hasta la figura del Papa Francisco y los conflictos internos de la Santa Sede, Marcelo Larraquy se sumerge con su nuevo libro en una pieza de la guerra de Malvinas jamás difundida: el conflicto continental.

En el marco del bicentenario del primer izamiento de la bandera argentina en las Islas Malvinas se encuadra esta entrevista. Con sentimientos latentes, se enlazarán algunos acontecimientos ocurridos a lo largo de estos dos siglos de disputa por una soberanía que, mediante el diálogo y la diplomacia como única herramienta, debería llegar más temprano que tarde.

Durante la segunda década del siglo XIX, luego de la partida de los españoles, las Islas Malvinas quedaron deshabitadas. El 6 de noviembre de 1820, hace exactamente 200 años, el Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata decidió ejecutar una demostración de soberanía enviando al coronel David Jewett a tomar posesión de las mismas. Así es como, ese día, se izó y flameó por primera la bandera argentina en las islas.

El paso siguiente fue el nombramiento del gobernador y, casi paradójicamente, a partir de ese momento, desde Gran Bretaña comenzaron a interesarse nuevamente en las islas del sur y en su posesión física y política. De allí en adelante, la historia que ya conocemos: la ocupación británica de 1833, la consecuente colonización, el sinuoso y frustrado camino diplomático y el cruel atajo de la guerra decidida durante el último gobierno de facto. Sobre estos últimos años se centra la nueva obra de Marcelo Larraquy, La guerra invisible.

  • Hace 8 años te involucraste de manera profesional en la causa Malvinas ¿qué sentimientos se manifiestan días como estos?
  • Desde chico sentí Malvinas como un despojo. No solo a nivel territorial, también de soledad. Cuando en 2012 tuve la posibilidad de ir a las islas, ya en el avión comencé a sentir más profundo ese sentimiento. Pisando tierra malvinense me convencí de que quienes hoy la habitan son hermanos que no conocemos. Conversé mucho con los isleños a los que por respeto no llamo kelpers. También recorrí con ex combatientes pozos de guerra buscando cosas que habían enterrado. Estas fechas, y Malvinas en general, me generan una gran sensibilidad.
  • La mayoría de tu obra se centra en temas vinculados a la militancia y los años setenta ¿Cuál fue la génesis de La guerra invisible? ¿Un libro y una subasta?
  •  Sí. Fui a Inglaterra unos meses, con mi familia, a estudiar y a investigar. Tenía ganas de ver qué encontraba allá sobre Malvinas que en Argentina no se haya contado. Me interesaba la visión que podían tener ellos para entender algo más de la guerra. Hablé en Londres con muchos ingleses y luego con argentinos que habían vivido la guerra desde allá. Después comencé a sumergirme en librerías y bibliotecas para interiorizarme sobre qué se escribía y qué se leía en el viejo continente. Hasta que encontré un libro antiguo donde, entre otras cosas, se comentaba brevemente la historia de un comando que había ido a tierra: no a las islas, al continente. Ese fue el punto de partida. Volví de Inglaterra, empecé a escribir, entrevisté a pilotos, capitanes y luego viene el hallazgo de una obra firmada por William Barnes (seudónimo) que lo cuento detalladamente en el libro…

En marzo de 1982, más de un siglo y medio después de la demostración de soberanía por parte de Jewett, el izamiento de una bandera argentina en las Islas Georgias del Sur puede tomarse como el quiebre de la calma militar que se vivía hasta el momento. En La guerra invisible, Larraquy cuenta que para fines de 1981 la Armada argentina tenía planeado el Proyecto Alfa, que consistía en infiltrar militares entre un grupo de obreros que viajarían a las islas de la mano del empresario argentino Constantino Davidoff para retirar chatarra. Si bien la operación militar se suspendió, la expedición del empresario arribó el 19 de marzo a Puerto Leith en un barco de la Armada. Allí se izó la bandera y se cantó el himno nacional. Pero un grupo de científicos británicos fue testigo del momento y la noticia llegó a Londres.

  • ¿Ese acto del izamiento de la bandera en marzo de 1982 fue un momento bisagra previo a la guerra? ¿Fue más que un conflicto diplomático?
  • Claro. Esa expedición argentina esquivó varios protocolos: debían ir a otro puerto, no hicieron el visado ni las migraciones correspondientes y se dirigieron directamente al punto de trabajo para rescatar chatarra. Arribaron con un barco de apoyo de la marina. Allí, los 39 obreros izaron la bandera argentina y cantaron el himno. Yo no pude comprobar si la marina fue la que los ordenó a realizar esta acción o simplemente nació como un acto espontáneo de ellos. Lo cierto es que los operarios quedaron detenidos e Inglaterra ordenó inmediatamente el envío del buque Endurance con veintidós infantes de la Marina Real. Desde allí, los ingleses comenzaron a debatir una nueva política de defensa de las islas y Galtieri -y los suyos- aceleraron la ocupación que tenían planeada para el segundo semestre de 1982.
  • ¿En ese momento hubo más interés por iniciar la guerra que por una resolución diplomática?
  • Por parte de Inglaterra, la decisión del envío de tropas masivas fue casi unilateral de Margaret Thatcher. Su secretario de Defensa prefería no accionar, pero el Jefe de la Marina Real le aseguró que en dos días podía poner toda la flota en marcha. En cuanto a Argentina, Galtieri, en un primer momento, creía que por ser aliado de Estados Unidos para Centroamérica, este país oficiaría de mediador o, al menos, no tomaría posición. Además, sostenía que a Inglaterra no le importaban tanto las islas. Ninguna de las dos cosas fue así. El gobierno inglés pensaba de otra manera: cuando dialogaba con Estados Unidos lo hacía desde su lugar de aliado de la OTAN y desde esa posición remarcaba que quería recuperar las islas.

A lo largo del libro, Larraquy describe minuciosamente la compra al gobierno francés, la entrega (con sus faltantes) y la utilización en el epicentro bélico de los aviones Super Étendard y los misiles Exocet. Pero también, visibiliza la dificultad con la que se encontró Argentina para la adquisición de material militar: la Comunidad Europea y Estados Unidos habían resuelto un bloqueo comercial al que se fueron uniendo distintos países.

  • A la desmesurada diferencia de potencial militar se sumaba la dificultad argentina de adquirir nuevo material…
  • Sí. Ahí se mezclaban intereses comerciales con intereses políticos. Estados Unidos no quería que Argentina compre los aviones Super Étendard a Francia, primero por un aspecto propiamente comercial y, segundo, por una decisión de índole geopolítica de aleados. Francia entregó a la Argentina, antes de que comience la guerra, parte de los aviones y los misiles adquiridos, pero en abril de 1982 se plegó al bloqueo definido por la Comunidad Económica Europea y no entregó el resto.
  • Mientras leía ese capítulo, el ministro de Defensa Agustín Rossi denunciaba por twitter que Gran Bretaña había intervenido para prohibir la compra de un avión coreano que desde el Gobierno Nacional estaban a punto de adquirir ¿Qué lectura hacés?
  • Que es la continuidad de aquella política. Que va a hacer casi medio siglo de la guerra, pero Inglaterra sigue atenta a cómo se arma Argentina. Toda la comunidad de inteligencia inglesa está mirando qué tipo de aviones compra o deja de comprar el país. Es lo mismo que yo cuento en el libro, ahora se basan en que producen cinco componentes y en 1982 era que Estados Unidos no quería que los aviones adquiridos por Argentina tengan su sistema. Para poder realizar la operación, Francia tuvo que cambiar las computadoras de los aviones. Toda la vida estuvieron actualizándose sobre cómo se armaba Argentina.
  • Hoy, con la distancia temporal, ¿por qué creés que el acuerdo diplomático para evitar la guerra nunca se concretó?
  • Creo que tanto Galtieri como Thatcher, en un momento, se interesaron en hacer efectiva la guerra creyendo que podían obtener algún tipo de beneficio político. En un primer momento Estados Unidos fue mediador, hasta que el 30 de abril cede a Inglaterra armas que fueron determinantes para el transcurso de la guerra. Por otro lado, Perú impulsaba un plan diplomático muy racional, aunque tampoco se cerró. Hubo veinte días de negociaciones donde se estuvo cerca. Pero la escalada los fue llevando y cuando una guerra se inicia es muy difícil detenerla. La violencia es inmediata y los acuerdos de paz muchas veces llevan años.
Escrito por
Damián Fresolone
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